Carmen Perea: "Jugaré hasta que no pueda coger la raqueta"

Esta pionera fue campeona de España desde 1973 hasta 1982 y participó en 10 Roland Garros. Esta semana juega en el ITF Sénior en el Real Zaragoza Club de Tenis.

Carmen Perea, ayer en el Real Zaragoza Club de Tenis.
Carmen Perea, ayer en el Real Zaragoza Club de Tenis.
Raquel Labodía

Le trae a Zaragoza la participación en el torneo ITF Sénior. ¿Suele prodigarse?

No mucho. No suelo moverme de Barcelona. A veces voy a jugar a Francia, pero no participo en más de cuatro torneos al año. Juego dos o tres veces a la semana en Barcelona, pero salir y preparar los torneos ya me cuesta un poco más.

¿Cuál es su primer recuerdo tenístico?

Con 14 años comencé a jugar en Melilla, la ciudad donde nací. Empecé con el ‘boom’ de Manolo Santana, de la Copa Davis, de Orantes… Nos dio a toda la familia por el gusanillo del tenis y hasta hoy ese gusanillo no se ha ido.

¿Fue una pasión inmediata?

También jugaba al baloncesto, pero nos trasladamos a Málaga y no tardé en destacar con el tenis. Con 18 años me hicieron una propuesta para instalarme en Barcelona y la acepté.

¡Cuán diferente debía ser ese camino respecto a la actualidad!

En esa época cuando decías que te dedicabas a jugar al tenis te miraban raro. No había casi chicas profesionales (sólo en Estados Unidos) y sonaba a marciano que te fichara un club.

Fue usted una pionera de lo que ha venido luego.

Yo no tenía esa percepción. Simplemente me dedicaba a jugar, que era mi pasión. Ni siquiera pensaba en ser profesional. De hecho, estudiaba Geografía e Historia y tuve que dejar los estudios ante los compromisos del tenis. Con 21 años ya era la número 1 de España. Pero daba dinero para mantenerte y poco más.

¿Cómo eran los viajes?

Cuando jugaba en Europa solía ir en coche porque el avión nunca me ha gustado. Iba a Francia, Suecia, Italia… Disputé la Copa Federación durante diez años y me tocó volar a Japón, Australia, Estados Unidos…

¿Se alegra de la evolución que ha seguido el circuito?

La gente me pregunta si no me hubiera gustado nacer más tarde y yo les respondo que no lo sé. Fui muy feliz en mi época porque nos lo pasábamos muy bien. Y me encanta ver la evolución que ha seguido el tenis femenino. Ha cambiado todo. Comenzando por los materiales. Nosotras jugábamos con raquetas de madera. Las chicas se han hecho más atletas, más fuertes. Aplaudo ese progreso.

¿Qué sentía al jugar en el US Open o en Wimbledon?

Jugué diez años seguidos Roland Garros, y participé en el US Open y Wimbledon. De los grandes solo me faltó Australia. París era mi cita favorita e incluso dos veces llegué a tercera ronda. Me sentía muy contenta y especial.

Su último encuentro como profesional fue contra una niña llamada Steffi Graff.

Fue en la previa de un torneo internacional en Berlín en 1984. Perdí en tres sets contra Steffi, que tenía doce o trece años y yo 32. Vi que fallaba mucho pero siempre seguía firme. Sobre todo, me sorprendió su trabajo de pies y su intensidad mental. Se le notaba la ambición. Aquel día vi que el tren del tenis se me estaba escapando y decidí retirarme. No quería seguir perdiendo con niñas.

También se dedicó a la formación. ¿Qué cualidades precisa un joven para aspirar a llegar lejos?

Lo primero es que te guste mucho el tenis. Además, es necesario: resistencia a la frustración de los errores, quejarse muy poco, ser trabajador, tener una cabeza muy equilibrada, contar con un entorno que te ayude...

¿Vio venir el éxito de Conchita Martínez?

A Conchita la recuerdo desde niña. Yo era directora de un torneo internacional en Lorca y le di un ‘wild card’ y terminó ganando ese torneo. Ya se veía que tenía una derecha muy buena y que iba a llegar lejos. Posteriormente confirmó esos presagios. Conchita ha hecho lo que ninguna mujer ha conseguido en España: ganar Wimbledon. Y muchísimo mérito tiene ser capitana tanto del equipo de Copa Davis como de Copa Federación. Ha llegado allí por sus méritos. Es una persona inteligente y está haciendo una gran labor.

Cumple 65 años en mayo. ¿Se jubilará del tenis?

Jugaré hasta que no pueda coger la raqueta. Adoro el tenis.

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