El laberinto Agné

La andadura de Lalo Arantegui en el Real Zaragoza arranca con la figura del entrenador debilitado por los malos resultados y la falta de respuestas futbolísticas.

Agné mira la hora en el entrenamiento de ayer del RealZaragoza.
El laberinto Agné
Toni Galán

Uno de los primeros focos de análisis de Lalo Arantegui como máximo responsable del área deportiva del Real Zaragoza se sitúa en la débil posición de Raúl Agné, desautorizado por una devastadora dinámica de malos resultados (cinco puntos de los últimos 24 posibles) y por las fragilidades constantes que presenta el fútbol del equipo. En cierto modo, la singladura de Lalo arranca recibiendo una herencia envenenada, una compleja situación en relación a un entrenador al que la anterior dirección deportiva contrató y aguantó en el puesto. Desde la salida de Narciso Juliá, el escenario, lejos de tomar color, ha palidecido aún más: al Zaragoza se le ha desvanecido cualquier ilusión de jugar el ‘play off’ de ascenso y se ha ido aproximando cada vez más a los puestos de descenso. La devaluación del objetivo ha sido paralelo a un acercamiento a la realidad del Real Zaragoza.

En esta lenta, pero sostenida caída, la figura de Agné ha seguido un proceso de imparable desgaste en todos los frentes: social, deportivo e institucional. Hasta el momento, ha regateado el despido por la incertidumbre instalada en la toma de decisiones deportivas que ha vivido el club en los últimos meses. El presidente Lapetra confirmó a Agné una semana más en el banquillo tras perder contra el Nástic y los futuros resultados determinarán ahora cualquier acción sobre el entrenador. Lalo participará así en la gestión de un punto de crisis que ni ha generado él, ni presenta soluciones sencillas.

La destitución de Agné en este punto de la temporada es un laberinto con pocas salidas. Y ninguna fácil. Primero, el club ya ha gastado la bala del cambio de entrenador. Acabó en la calle entonces Luis Milla para que Agné se pusiera a disposición de Juliá y éste acabara contratándolo después de que todas las opciones prioritarias se esfumaran (Caparrós, Rubi…). Este primer relevo ya tiene una repercusión económica en los márgenes salariales en los que se ha movido este año el Zaragoza. Un nuevo cambio afectaría aún más a los teóricos límites de la próxima temporada. Segundo, el mercado de técnicos libres, a estas alturas del curso, es muy restringido y poco sugerente. Apenas hay una oferta de garantías. Esto conduce al Zaragoza al tercer factor: aunque el club aragonés se ha convertido en un destino de alto riesgo y escasa esperanza de vida técnica para los entrenadores con cierto cartel y con carreras profesionales sólidas, aún mantiene cierto atractivo en el sector. Especialmente, entre aquellos preparadores desviados de la rueda del oficio, con poco que perder y mucho que ganar. En este sentido, ya hay entrenadores dispuestos a venir al Zaragoza por poco dinero ahora, aunque con un compromiso posterior. Es decir, una temporada más. Esta exigencia constituye un incómodo condicionante a la hora de diseñar desde cero cualquier nuevo proyecto deportivo desde los despachos.

Por último, está la interpretación de los momentos. El frágil estado deportivo del equipo obliga a medir todos los ángulos de una decisión drástica. Cualquier paso en falso puede condenar al Zaragoza. Por eso, se va a confiar en que, si Agné no produce soluciones, sea el equipo, sus futbolistas, el que las genere por sí mismo. Al menos, hasta asegurar la permanencia.

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