Miguel Gandía “El trabajo físico de ahora se basa en el balón y la táctica”

El preparador físico del Real Zaragoza, recién llegado de la mano del entrenador Luis Milla, es un todoterreno con un curioso pasado en el fútbol regional de Aragón.

Miguel Gandía, ayer en Boltaña.
Miguel Gandía, ayer en Boltaña.
José Vidal

¿Quién es Miguel Gandía?

Nací en Onteniente (Valencia) en 1966. Estudié la licenciatura de INEF (Educación Física) en Lérida. Al acabar la carrera, mi primer destino fue el puesto de coordinador de la escuela de fútbol Cracks de Valencia, que tenía un convenio con el FC Barcelona. Por eso, también fui durante años ojeador del Barça en España hasta la edad juvenil. Formé parte también del área de ‘scouting’ del Barcelona. Dos años más tarde firmé por el Valencia donde entrené al equipo filial, el Mestalla. Estuve cuatro temporadas. De ahí, con Roberto Fernández (actual director deportivo del Barça), que es un gran amigo mío, me fui a entrenar con él al Córdoba.


Fue el primer episodio en el ámbito profesional.

Después de ahí, fui con Roberto a equipos de Segunda B: Orihuela y Alcira. Enseguida me surgió entrar en la secretaría técnica del Mallorca, con Lorenzo Serra Ferrer. Estuve cuatro años, uno de ellos como primer entrenador del equipo filial. También trabajaba para el primer equipo en funciones de seguimiento de rivales.


Es un todoterreno. Lo ha hecho todo: jugador, entrenador, secretario técnico, ojeador… y preparador físico.

Se puede decir que soy un loco del fútbol. Lo vivo desde siempre y desde todos los puntos de vista.


También probó fortuna en el extranjero, y no aquí al lado.

De Mallorca me fui a Abu Dabi, a los Emiratos Árabes Unidos. Y estuve allí hasta que el año pasado, por una casualidad, surgió el contacto con Luis Milla y me ofreció irme con él y Luis Cembranos al Lugo. Fue para mí una buena oportunidad para volver a España y engancharme al fútbol profesional de nuevo.


Fue un aceptable futbolista y, además, jugó en Aragón.

Sí. Jugué en el Fraga. Yo formé parte del equipo que ascendió de Tercera a Segunda B, con Federico Tiell de entrenador. Era segundo delantero, mediapunta. Era cuando estudiaba en Lérida. Ese año suspendí todo. Mi padre me dijo que, o dejaba el fútbol o volvía a casa a trabajar. Dejé el Fraga y maté el gusanillo en los demás años de carrera en el Zaidín y el Torrente de Cinca, ya en Regional y sin obligaciones. Conozco bien los campos aragoneses: Sabiñánigo, Andorra, Binéfar, Mallén...


Usted quería vivir del fútbol. Y lo ha conseguido, aunque no sea como jugador.

Gracias a mi padre. Primero, porque me mandó de una patada a estudiar. Y luego, porque me hizo dejar a tiempo el fútbol en el campo para apretar con los libros y acabar la carrera. Como futbolista no lo hubiese logrado, porque eso es algo muy difícil.


Zaragoza es una plaza exigente también para los cuadros técnicos.

En cualquier sitio donde vas tiene mucha responsabilidad. La exigencia, en el fútbol profesional, está en todos los sitios. Ningún equipo es un balneario. El Real Zaragoza tiene que ascender de categoría, sí. Pero en otros sitios hay otros mandatos y otro tipo de presiones. No debe obsesionarse nadie con que esto que sucede aquí es más presionante que lo que se da en otros clubes.


¿Cuáles son las líneas básicas de su librillo?

Mi misión es que el entrenador tenga en las mejores condiciones posibles a los futbolistas cada semana. El método gira siempre en torno al fútbol, al balón. Fútbol con la máxima intensidad cada día. Hay mucho trabajo individualizado, basándose en los readaptadores y recuperadores del club. No se buscan picos colectivos de rendimiento. Cada jugador es un mundo.


Llega a una plantilla muy renovada. ¿Cómo se trabaja con un material humano tan heterogéneo?

Las pretemporadas, desde hace mucho tiempo, en la mayor parte de clubes de fútbol ocurre este fenómeno. Los equipos son puzles llenos de piezas nuevas. Por eso, creo yo, se está avanzando cada vez más en moldear el apartado físico de las pretemporadas. Antes, se hacía un físico específico, con carreras en el bosque, mucho gimnasio… Ahora, cada vez más, la metodología de trabajo va por otros derroteros. Lo que prima es el balón. Tenemos que preparar el trabajo físico para que se mezcle con el táctico. Así, da igual que un jugador sea nuevo, se incorpore pronto o tarde. Todo va integrado.


Milla pide y usted se las ingenia.

Así debe ser. Por ejemplo, si el próximo partido vamos a jugar al contraataque, porque el rival es vulnerable de ese modo y Luis Milla así lo prevé, yo tendré que preparar un ciclo de trabajos durante la semana para que, mientras se ensayan los mecanismos para contraatacar con eficacia, el jugador se adapte a la forma física que ese tipo de juego necesita. Yo tengo que intentar que Ángel y Dongou se queden el domingo cinco o seis veces solos delante del portero en contraataque. Y que lleguen frescos para que la cabeza les permita pensar y meter la pelota dentro.


Se acabaron las palizas y los días de trabajo únicamente físico, los test de Cooper y los viejos métodos.

Antes nos llevaban a correr por el monte, nos hacían subir y bajar escaleras… pero esto es fútbol. Hay que saber jugar al balón y entender lo que hay que hacer en cada momento con él. Las situaciones de fondo físico, de fuerza, también se adquieren jugando al fútbol.


¿Y esto es suficiente para mantener la forma durante diez meses?

Bien hecho, sí. Además, es importante la labor previa a cada entrenamiento de manera particularizada. Aquí, en el Real Zaragoza, tenemos a uno de los mejores recuperadores del fútbol español, Andrés Ubieto, al que conozco hace muchos años.


Llama la atención que no haya habido ningún problema médico hasta hoy. Ni un susto siquiera.

Todo influye. La suerte también cuenta para esto. Pero, sobre todo, la predisposición del futbolista, la concentración en lo que hace, si es positiva y está a gusto, evita lesiones. El caso más llamativo es el de Zapater. Lleva casi tres años sin competir. Pero está tan lanzado, viene de un trabajo tan largo e implicado en los últimos meses, que le hace rendir sin resentirse. Es tremendo. Con once ‘zapateres’, el Real Zaragoza estaría en Primera División el año que viene.


En los años setenta, ochenta… las plantillas eran más cortas y había menos lesiones. ¿Qué pasa ahora?

Ha cambiado todo mucho. Antes, los jugadores éramos más de calle. Había los mismos problemas, pero se sobrellevaban de otro modo. Se jugaba con un pinchacito, se jugaba infiltrado… La gente era más dura, más fuerte. Y ahora, el fútbol es mucho más exigente durante los 90 minutos.


¿Conocía Boltaña?

No. Y mi evaluación es cien por cien sobresaliente. En todo. El sitio, la tranquilidad, el hotel, muy buen campo para poder trabajar, la alimentación… todo lo fundamental para llevar a cabo una pretemporada es excelente, perfecto. No me importa que no esté demasiado alto y haga algo de calor. Si voy a jugar con este tiempo, tengo que entrenar con este tiempo. ¿De qué me sirve trabajar con 15 grados y frío si el primer partido de liga voy a tener el doble? Boltaña es un privilegio para un equipo de fútbol.

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