El azote que no cesa

Un grave error del colegiado al señalar mano de Guitián resultó decisivo. Han bastado tres de las últimas jornadas con fallos arbitrales para que el Zaragoza se caiga del ascenso directo.

El incidente que provocó Manolo Reina antes del tiro del penalti que falló Manu Lanzarote.
El incidente que provocó Manolo Reina antes del tiro del penalti que falló Manu Lanzarote.
Oliver Duch

Volvió a suceder. Al Real Zaragoza le llegó ayer de forma palmaria, visible y dolorosa el mensaje: las reuniones con los gobiernos del fútbol como la de esta semana con el jefe de los árbitros, Victoriano Sánchez Arminio, no sirven para nada. El árbitro del partido, solo una semana después del atraco de López Amaya, volvió a resultar decisivo. El silbato lo descerrajó sobre el pecho del Real Zaragoza esta vez Oliver de la Fuente Ramos, el llamado Mozart del arbitraje por su proyección, juventud y, se entiende, por su competencia. Todo apunta a que, en efecto, llegará lejos en el fútbol español, tanto o más que Vicente Moreno, entrenador del Nástic, quien con todo el descaro del mundo aseguró en los postres de su victoria que "no había visto" lo que Manolo Reina, su portero, había desencadenado en el preludio del penalti que falló Manu Lanzarote. Un portero al que se le permitió todo. El fallo grueso de la cita fue la pena máxima que Óliver de la Fuente Ramos le sancionó a Guitián por supuesta mano. Las imágenes y la misma acción son tan evidentes que permiten ahorrar líneas sobre la explicación. Esa jugada fue un disparo con bala de plata al ánimo de un Zaragoza que había sido muy superior al Nástic en la segunda mitad. Se encontraron así los catalanes un regalo con el que ya no contaban: remaban de hecho ya a por el empate, con un ojo en la clasificación y el golaveraje particular.


El Real Zaragoza entró en desconcierto y aún así sacó una jugada de peligro que Tejera cortó, esta sí, con la mano. Pero el colegiado vallisoletano de 24 años permitió que Manolo Reina desatara el manual de las provocaciones. Le consintió todo aun cuando le había ya amonestado. El Nástic también se quejó. Reclamó un penalti sobre José Naranjo en el que el cuerpeo con Isaac nace de un manotazo del delantero sobre el lateral del Real Zaragoza.


Es la tercera jornada en las últimas cuatro en las que el arbitraje es resolutivo con el equipo aragonés: en Ponferrada le sacaron fuera un gol que entró y no le dieron un penanti rotundo. En Soria, López Amaya le dejó con 10 con una expulsión a Dorca de ciencia ficción a 60 minutos del final. Y, ayer, lo contado.


Se dice que a lo largo de la temporada los árbitros dan y quitan, pero no es este el caso del Zaragoza de esta campaña: desde febrero, sin ir más lejos, el acoso es evidente. La balanza está claramente ladeada hacia la bandeja de los perjuicios. Tampoco es lo mismo que te den y te quiten en octubre que en mayo, con los objetivos ya bien perfilados y bien calientes. La prueba es obvia: cuando el Zaragoza tocó casi el ascenso directo, lo bajaron a silbatazos.

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