Por
  • Fernando de Yarza López-Madrazo

Proporcionar información fiable

Ilustración
Ciudadanos.
Pilar Ostalé

El acto de entrega de los premios HERALDO supone una magnífica ocasión para mirar al pasado y también al futuro. Al echar la vista atrás quiero remontarme al siglo XIX porque con este suplemento celebramos que hace 127 años vio la luz HERALDO DE ARAGÓN. En 1895, el joven oscense Luis Montestruc, de cuyo prematuro fallecimiento se cumple este año el 125 aniversario, fundó este periódico con una declarada voluntad de mantener su independencia informativa en defensa de los intereses de Aragón y de España. En esa trayectoria seguimos avanzando sus herederos día a día.

Si miramos hacia adelante, hay que pensar en el siglo XXI, en el que ya hemos entrado de lleno. Dentro de una semana, Zaragoza acogerá la celebración del 73º Congreso Mundial de Medios de Comunicación, organizado por WAN-IFRA. Durante el encuentro, editores, periodistas, educadores y otros profesionales relacionados con el sector aportarán su visión de cómo se está replanteando la manera de hacer periodismo. Se trata de la reunión anual más importante de líderes de medios de información, celebrada desde 1948 y a la que asistirán cerca de 1.000 personas procedentes de más de 80 países.

Uno de los temas que se debatirá en esta cita mundial de medios de comunicación es cómo llegar al creciente número de personas que no se informan a través de la prensa profesional. No solo cuesta incorporar lectores jóvenes, sino que se han intensificado fenómenos como la ‘sobreabundancia de información’, por la eclosión de las redes sociales y la transición digital, o la ‘fatiga informativa’ después de las amplias coberturas dedicadas a la pandemia de la covid. El informe anual ‘Digital News Report’ indica que, por primera vez desde que se realiza el estudio, los ciudadanos españoles que no confían en los medios superan en número a los que confían.

«La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información veraz y no se aceptan los hechos mismos»

¿Cómo dar la vuelta a esta tendencia? ¿Cómo debemos recuperar la confianza de los ciudadanos? Debemos mirar el futuro con confianza porque la prensa libre es uno de los pilares de las democracias liberales y porque el contexto digital es fuente de grandes oportunidades para el periodismo. La solución, o al menos una parte sustancial de ella, está en mantenernos fieles a la esencia del periodismo: la búsqueda y la descripción rigurosa de los hechos.

La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información veraz y no se aceptan los hechos mismos. Editores y periodistas debemos potenciar nuestro mejor desempeño profesional para frenar la acentuada voluntad de confundir realidad y ficción, de mezclar información y opinión y, lo más preocupante, el desorden entre verdad y mentira. Ante la frenética circulación de datos tergiversados con la única pretensión de polarizar y debilitar la cohesión social, tenemos que replicar con la recuperación del fundamento del periodismo, con ejercer su función social y su ineludible responsabilidad con las ciudadanías democráticas.

Es preciso tener siempre presentes los valores del periodismo objetivo, este rigor académico que a principios del siglo XX fijó Walter Lippmann en su libro ‘Public Opinion’. Veintisiete años antes, en 1895, el primer editorial de HERALDO destacaba en su portada con el titular ‘Palabras precisas’ para anunciar su compromiso con la veracidad, la imparcialidad, el rigor, la precisión y la ecuanimidad. El buen periodismo se basa en una búsqueda rigurosa de la verdad verificable. Reforzar la generación profesional de noticias, garantizando la viabilidad económica de las empresas que las producen, es una herramienta clave para combatir la desinformación.

No es una tarea sencilla porque nuestra época es la de internet y la red de redes es a la vez, como el dios Jano, fuente de posibilidades y de limitaciones. A los medios de comunicación nos brinda innumerables posibilidades de llegar al ciudadano. A cambio, las redes sociales actúan en ocasiones como nexo directo con la manipulación.

Cada vez más, la información se valora por su celeridad e impacto frente a la objetividad. La obsesión por presenciar los hechos en tiempo real ha conducido progresivamente a muchos medios hacia la preeminencia de las emociones y los sentimientos. Si la televisión había amplificado lo espectacular, como observó Mario Vargas Llosa en su magnífico ensayo ‘La civilización del espectáculo’, la tecnología digital ha sido el auténtico motor de la posverdad porque fomenta la inflación de información y el gregarismo. Internet impulsa el desprecio de la complejidad intelectual y alienta todos tipo de propaganda y embustes. No obstante, la afirmación de que vivimos en un mundo de posverdad es la más perniciosa de las mentiras. Lo único verdadero es la realidad. Por eso, como diría Antonio Machado, «la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero».

«El periodismo sigue siendo
una actividad crucial para el buen
funcionamiento de una sociedad liberal»

La tendencia a borrar la frontera entre realidad y propaganda representa el mayor desafío cultural que vive nuestra época. Hay mucho en juego, empezando por la calidad democrática de la sociedad. Esto me lleva a recordar otro aniversario: se cumplen 50 años del extraordinario trabajo periodístico del caso Watergate. Los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein no solo desvelaron la trama de espionaje político montada por el presidente Nixon, cuya revelación acabó provocando su dimisión por haber engañado al país, sino que demostraron cómo el periodismo salva la democracia ante los abusos de poder.

Los profesores Levitsky y Ziblatt han demostrado en su famoso texto ‘Cómo mueren las democracias’ que las democracias ya no terminan con un golpe militar o una revolución. Ahora fallecen con el progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales, como la justicia, el parlamento y los medios de comunicación. Por eso hoy el periodismo sigue siendo una actividad crucial para el buen funcionamiento de una sociedad liberal; pero no cualquier periodismo, sino el que comprueba, jerarquiza, contextualiza y explica las noticias, el periodismo comprometido sobre todo con la verdad, el periodismo que no se casa con nadie, es decir, el periodismo de calidad e independiente. La independencia es el corazón de lo que hacemos.

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