Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

Y el estrambótico guardarropa de los Nuevos Románticos llegó al pop

Hace exactamente cuatro décadas un panal de atrevidos grupos británicos abrió el portón visual que marcó los años 80. Aún queda algún latido de aquella extravagante fanfarria: ¡han vuelto las hombreras!

La banda posa en una imagen promocional.
La banda posa en una imagen promocional.

Cuarenta años atrás, exactamente por estas fechas, el corresponsal de El País en Londres, Andrés Ortega, daba a conocer en este diario el nacimiento de un nuevo temblor musical, uno de tantos que han sacudido la historia del pop: los Nuevos Románticos. “Son gente irreal, en cierto modo vacía, que se disfraza en la noche para unas reuniones selectas en ciertas discotecas de la vida nocturna de Londres”, escribía el corresponsal en lugar bien destacado, en la contraportada del diario. Y nombraba algunas de ‘aquellas selectas discotecas’: The Kilt, Planets, The Beat Route, Studio 21, Saint Moritz… Pero ante todo, llamaban la atención los nombres de algunos grupos que ejercían de avanzadilla del movimiento: Spandau Ballet, Visage, Human League, Ultravox, Classix Nouveaux o Fad Gadget, entre otros. Bowie y Roxy Music eran sus referentes musicales, y sobre todo estéticos, con una imagen tan aseada como extravagante, llevando aquella estética a extremos churriguerescos, por no decir grotescos.

Por estos pagos, entonces, ni idea. No solo eran nombres absolutamente desconocidos, sino que tampoco, obviamente, tenían disco alguno publicado en España. ¿Quién podía imaginar, sin embargo, que aquel trompeterío era el anuncio de la invasión del colorín en toda la década de los ochenta? Los colores vivísimos, las vestimentas barrocas, las hombreras, los pantalones pitillo, los zapatones, los cardados… todo aquel esteticismo exagerado que se apoderó del mundo de la moda esencialmente. Porque el portón abierto por los Nuevos Románticos, y su guardarropa, era, antes que música, escaparate visual, moda. No era necesario dejar pasar el tiempo para darse cuenta de la ridiculez de aquella imagen estrafalaria: ya había conciencia en medio de la tormenta. Pero era el nuevo latido del pop y, como es consustancial en el género, había que acompasarlo a las vidas de los jóvenes de entonces.

A principios del verano del 81 se editaba el primer disco de Spandau Ballet en España, Journeys To Glory. Recuerdo recibirlo en el Heraldo con muchos aleluyas, destacando que, aunque entonces todavía desconocidos masivamente, estaban abriendo un camino nuevo que convendría seguir por ver a dónde llevaba. Y sentenciando, como conclusión, que lo suyo era un valioso ejemplo de nuevo ejercicio pop, con estribillos y ritmos que se clavaban de inmediato (hasta la SER escogió su pieza To Cut A Long Story Short como sintonía de sus informativos), ofreciendo externamente un misterioso ideal de belleza helénica y decimonónica que desconcertaba, en tanto que, en lo musical, aunque sobre soportes reconocibles, las formas eran nuevas, la fantasía mucha y el conjunto final espléndido.

Fiesta Nuevos Románticos celebrada en el pub Rosse en noviembre de 1981 (Cachi a la izquierda)
Fiesta Nuevos Románticos celebrada en el pub Rosse en noviembre de 1981 (Cachi a la izquierda)
Archivo de Matías Uribe.

España se enganchaba al movimiento, anclándose incluso en ciudades como Zaragoza. El Rosse, en Fernando el Católico, con Cachi, como sumo sacerdote en su cabina pinchando discos y vídeos, era el templo. Hasta en noviembre de aquel año se celebró una insólita fiesta de ‘disfraces neorrománticos’ que dejó atónita a la clientela. De aquellos primeros polvos surgieron los lodos de toda una década. Lodos que ya no perduran, pero que tienen sus rebrotes ocasionalmente. Ahora mismo, sin ir más lejos, como avanzaba Vogue el año pasado, han vuelto las hombreras, aquellos pedazos de espuma escondidos bajo chaquetas, abrigos y trajes para aparentar más anchura y volumen de omoplatos artificiales. Pero ahora más grandes y notorias. ¡Qué horror!

La música, que entonces se comenzó a idolatrar, caería luego en un vacío que hoy tiene escasa vigencia, salvo casos excepcionales como el de Visage, y hasta no sé si tan siquiera seguidores, aunque seguro que sí. En el pop las modas mueren, pero los rescoldos nunca se apagan. ¿Quién se acuerda de algunas piezas, o, mejor dicho, escucha fascinado los legajos sonoros escritos y cantados por los grupos más sobresalientes del nuevo romanticismo? Vamos a recordar:

¿Quién tiene en su play list de favoritos estas piezas? Uhmmm, me temo que pocos melómanos de ayer y de hoy, pero, bueno, no es cuestión tampoco de presuponer ni de lanzar adivinanzas. De lo que sí estoy seguro es de que muchos guardarán en la memoria las dos actuaciones de Spandau Ballet, el grupo focal del movimiento, en Zaragoza. La primera vez, en 1983, en La Romareda, y la segunda, en 1987, en la plaza de toros. Se separaron en 1989 para volver en 2009, dando coletazos hasta 2015, y desaparecer definitivamente al poco. La eterna lógica de la moda y de la música, cuyo poso mayor fue la imagen pinturera de los 80.

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