Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

El sol no volverá a brillar para Luisita Tenor

La cantante, nacida en Zaragoza, y que en los sesenta fue una estrella del pop femenino español, murió el pasado día 7 en Barcelona. 

Luisita Tenor en los sesenta, antes de iniciar su periodo de chica yeyé.
Luisita Tenor en los sesenta, antes de iniciar su periodo de chica yeyé.
M. U.

El tiempo, ese maldito rodillo que aplasta la vida y somete al olvido. Ese rodillo había sepultado el nombre de Luisita Tenor, y seguramente por ello su voz cantarina se fue con los vientos de los años sesenta. Una pena que el pasado se muera por sí mismo y por las paladas de tierra que le echan los sepultureros de la cultura popular; sí, los responsables, por ejemplo, en España, de la televisión pública —los de la privada viven en pudrideros innombrables— que la música del pasado solo la utilizan para montarse sus infectas juerguecitas de cachitos de cromo y un pretendido ingenio que bisa la mofa. Luisita Tenor, como tantos centenares de nombres famosos, murió en vida por culpa de los sepultureros musicales y ahora ha muerto biológicamente, el pasado día 10 de septiembre fue el entierro en Barcelona. Tenía 78 años, y hace 55 era una estrella de la canción pop española, una de aquellas chicas yeyés, con las que al gris del franquismo le salieron colores de juventud y libertad, de vida.

Luisita.
Luisita.
M.U.

Nació maña por casualidad en Zaragoza, porque sus padres, cómicos, integrantes del dúo Tucumán, estaban actuando aquí, en los inicios mismos de la década de los años 40, pero ella llevó a gala su aragonesismo durante toda su vida, aunque sus días en la ciudad fueran escasos, los pocos en que su madre tardó en recuperarse del parto. Valencia, Barcelona, Canarias…, pero ella siempre presumía de su ‘mañismo’: “Soy nacida en la maternidad de Zaragoza y bautizada en la parroquia del Gancho, pasada por el manto plateado de la Virgen. Yo soy zaragozana, siempre lo digo, estoy muy orgullosa de haber nacido en Zaragoza. Debo tener el gen de Buñuel. Todo el mundo está convencido de que soy valenciana, pero siempre digo que de Zaragoza. La tengo muy en el corazón. Si mi madre me parió en Zaragoza con todo su sufrimiento, ¿por qué voy a decir que nací en Nueva York?”, me confesaba en una de las muchas conversaciones que mantuve con ella en vida.

Llegó a la canción por genes, por los dos padres cantantes. Sara Montiel era su ídolo y con una canción de ella -la popular Nena- armó el taco en la plaza de toros de Valencia, en 1957, y desde allí a los escenarios, los teatros, las giras, los festivales y los discos. Fue insólito: acudió a buscar una partitura a la editorial de Augusto Algueró padre en Barcelona, paso obligado en aquella época para cualquier artista, y salió con la partitura y un contrato discográfico con Columbia.

Su vida artística dio un giro radical desde aquel momento, cantando en lugares de primera categoría como la boite del Castellana Hilton de Madrid o sonando asiduamente en programas musicales punteros como el famosísimo Discomanía, que la SER emitía para toda España, y que presentaba el simpático chileno Raúl Matas. El mismo Luis Mariano, impresionado con su voz, se la quiso llevar a Francia para presentarla como Luisita Soleil…, pero la madre se opuso.

Su discografía fue una de las más gruesas de la época, en sus diez años de grabaciones, primero con Columbia, después con RCA y finalmente con Vergara: ni más ni menos que veinte EP’s y cuatro singles —además de los seis que grabó junto a su marido Francisco Heredero— en los que encerró una panoplia de grabaciones muy amplias, que abarcaron tanto lo melódico y lo romántico (italiano, sobre todo) como lo más rítmico y comercialoide, incluido el twist o el chachachá, así como las bandas sonoras.

Fue curiosa su interpretación de Fortunella en su segundo disco, publicado en 1958. Aquella no era sino la canción estelar de El Padrino, solo que ella la cantó 14 años antes que la popularizara Andy Williams (“estoy sintiendo tu perfume embriagadooor…”). La zaragozana se adelantaba ni más ni menos que 14 años al cantante británico. La escribió Nino Rota en 1958 para la película Fortunella, con Giulietta Masina y Alberto Sordi, y dirigida por Fellini y De Filippo, pero no tuvo eco. En el 72, cuando le pidieron la banda sonora del mentado El Padrino, Rota la endosó de nuevo sin que nadie reparara en la versión primigenia, pero entonces explotó en las listas de éxito, especialmente por la versión cantada por Andy Williams, Speak Softly Love, que en España se editó simplemente como Tema de amor de El Padrino. Lástima que Luisita no le cayera entonces un padrino de tal categoría.

No obstante, ella prosiguió su gran ristra de grabaciones, hasta que cerca del ecuador de los sesenta entró en el batallón de las chicas yeyés, cantanto obviamente, aunque a la fuerza, el éxito de Conchita Velasco, y sobre todo haciendo estupendas versiones: Amore mio, de Ornella Vanoni; Yeh Yeh, de una de las grandes figuras del beat británico, Georgie Fame; Il mondo, de Jimmy Fontana; la magistral Theese Boots Are Made For Walking, de Nancy Sinatra, traducida como Estas botas son hechas para andar o la vibrante versión de una de las grandes canciones de la historia del pop, The Sun Ain’t Gonna Shine Any More, de The Walker Brothers, probablemente una de sus mejores versiones, propias y de todo el pop nacional.

Trabajo, trabajo y trabajo. Este fue su lema. No solo porque amaba la canción sino porque la ‘nena’ era quien mantenía el sustento de la casa cuando su padre sufrió un accidente que le dejó imposibilitado. Con esta voluntad de hierro para subirse a los escenarios de toda España, incluido el Teatro Principal o el Fleta, de su querida Zaragoza, alcanzó su cenit artístico a mitad de los sesenta, cenit que se trasladó a las revistas y los periódicos cuando se casó con Francisco Heredero, el Elvis español, componiendo ambos la pareja yeyé por antonomasia de la España de los sesenta, una especie de Johnny Hallyday y Sylvie Vartan a la española, salvando las distancias.

En 1969, dispuesta a dedicarse por completo al cuidado de su hijo, después de un parto muy difícil que a punto estuvo de costarle la vida a ella, decidió acabar definitivamente sus días como cantante, emprendiendo una nueva vida profesional, dedicándose con su marido al mundo de la confección, aunque su voz durante un tiempo no se perdió debido a la publicidad. El famoso anuncio del bolígrafo “Bic cristal escribe igual” llevaba su voz. Esa voz apagada ahora definitivamente por la muerte biológica. No estará mal que la artística resucitase en esa aburrida TVE de tópicos ‘lazos de sangre’ y ‘cachitos de cromo’ insoportables por irrespetuosos.

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