Quevedo hace enloquecer al Espacio Zity de Valdespartera de principio a fin

'Quédate', el éxito planetario cuyo esqueleto musical diseñó Bizarrap, fue la coda del recital ofrecido por el jovencisimo canario

Quevedo, en la noche de este jueves, en el Espacio Zity.
Quevedo, en la noche de este jueves, en el Espacio Zity.
Marcos Cebrián

Ver anoche a Quevedo en la carpa grande del Espacio Zity de Valdespartera supuso entender al instante el porqué de la expectación despertada por este concierto en Zaragoza, empezando por la locura de las entradas vendidas en un suspiro. Es el fenómeno fan elevado a la máxima potencia, el griterío apasionado de la fanaticada que recuerda al del Shea Stadium con los Beatles del 65; la diferencia es que los equipos de sonido actuales pueden batir sin esfuerzo a los decibelios generados desde el público. Quevedo está en la espumilla de la ola a sus 21 años, y ya ha durado más ahí arriba de lo que auguraban los agoreros, que son muchos.

El plato fuerte del macrorrecinto zaragozano, que agotó todos sus abonos el primer día que salieron a la venta.

La afición se salía de los márgenes de la carpa. Muchos optaron por seguir el concierto sentados o bailando frente a una pantalla exterior. Las dificultades para hacer inteligibles los versos del artista, tan comentadas en otras ciudades por donde ha pasado su gira, no fueron tales en Zaragoza: de ello se encargaron unos seguidores entusiastas que las recitaban cual acólitos en liturgia. Nada nuevo bajo el sol, ha ocurrido antes y ocurrirá después. Ahora, desde luego, es la era Quevedo.

El repertorio no es corto: sí lo son la mayoría de las canciones. Nadie se rasa las vestiduras por la música pregrabada, y no hay disimulo al respecto: Quevedo salió solo al escenario, sin el cuerpo de baile que sí acompañó hace tres noches a su amiga Lola Índigo.

Fervor casi religioso

En fin. Que hace magia, Quevedo. Sonaban otras voces, coros y duetos (en ‘El tonto’, gracias a la pista, también ‘canta’ Lola Índigo) y no hay nadie más que él en el escenario. No pasa nada. Son otros códigos: el canario (nacido en Madrid, pero canario de corazón y acento) se las arregla para agitar a las masas sin que se le acelere demasiado el pulso. Solo a ratos, cuando toca. ‘Yankee’, ‘Sin señal’, ‘Piel de cordero’, ‘Respuesta cero’: las canciones fluían en medido manantial, con ‘Quédate’ esperando en la desembocadura, cual estuario gigante, a lo Tajo en Lisboa.

En medio del recital hubo un ‘break’ de piano preciosista y romántico -rollo Einaudi o el momentazo de ‘November rain’- que da paso a medleys, velocidad y más himnos coreados por doquier. Nadie se ponía nervioso: todos sabían que sonaría el gran hit. Hay quien pronosticó que iba a ser en el bis. Acertó.

Ese ‘encore’ constó de dos canciones: ‘Columbia’ y, al fin, ‘Quédate’. Había que acabar arriba, y el público andaba por la exosfera a esas alturas. Objetivo conseguido. Muchas caras extasiadas y solo alguna larga, larguísima. Es lo que hay. Este muchacho es el dios de la industria actualmente, y maneja su carrera artesanalmente, con una oficina eficaz que ha allanado su camino. Ante esa realidad, poco hay que argumentar. Bueno, sí: cuando uno viaja en bus y no encuentra al raro de a bordo, es que el raro es uno. Otra cosa es que tal condición dibuje una sonrisa en el rostro del raro.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión