fiestas del pilar 2023
Fieles a la Ofrenda | "Fue muy emocionante el primer año en que salimos las tres generaciones: mi madre, mi hijo y yo"
La zaragozana Natividad Gros comenzó la tradición con su abuelo paterno cuando tenía 4 años. Hoy, con 55, solo ha faltado a la cita en tres ocasiones: cuando fue mamá un 8 de octubre y por la covid.
El primer recuerdo que Natividad Gros tiene de la Ofrenda de Flores es con tan solo 4 años de la mano de su abuelo paterno, al que le gustaba mucho salir con su grupo de rondalla. "Era la más pequeña e iba con mucha ilusión", rememora con cariño.
Desde entonces, esta zaragozana de 55 años no ha faltado a la cita cada 12 de octubre, a excepción del año en que fue madre (su hijo nació un 8 de octubre) y en 2020 y 2021 tras la irrupción del coronavirus. A partir de los seis iba con su colegio (Consolación, hoy Madre María Rosa Molas) y desde los 15, con el grupo de su parroquia (Santa Gema). "Soy católica practicante y voy a misa todos los días de fiesta. Es una devoción muy grande ir a visitar a la Virgen del Pilar y llevarle las flores. Con el colegio salíamos desde la plaza de los Sitios y un funcionario del Ayuntamiento de Zaragoza repartía un ramo de claveles rojos y blancos. Tenías que ir con un cuidado extremo para que pudieran llegar, por lo menos, 4 o 5 flores", destaca.
También cuenta como anécdota el primer año que salió con su madre en la Ofrenda de Flores, a la que convenció, y se puso con mucha fiebre. "Yo tendría unos 20 años. Me dijo que, en esas condiciones, era mejor que me quedara en casa. Me empecé a poner peor, con un disgusto interior de pensar que no podía ir, que en cinco minutos me vestí de cualquier manera y acudí. Creo que hasta mejoré de pensar que iba", relata. O los tres años en los que le ha pillado una lluvia torrencial durante el recorrido. "Auténticas trombas de agua y ponernos el traje perdido; chorreando, literalmente. Entrar a la Basílica del Pilar, después de hacer la ofrenda, y estar con los trajes empapados. A mi hijo el cachirulo (azul) se le destiñó del agua y se le manchó la camisa", añade.
Con el paso del tiempo, para Natividad fue difícil compaginar los horarios de salida a la Ofrenda de la parroquia con sus obligaciones familiares y, desde hace unos años, lo hace por libre con amigos en la franja horaria que les sea más conveniente. "Estos Pilares lo hacemos desde Santa Engracia entre las 8.30-8.45, y mi parroquia sale a las 6.55. Algunos años hemos llegado a ir juntos 16 amigos y otros también ha venido mi sobrina", detalla.
Su madre (que ahora tiene 86 años) ya ha dejado de salir. "Cuando la convencí y se hizo el traje (regional), me hizo mucha ilusión poder ir con ella", dice. Pero si hay unas Fiestas del Pilar que no olvida son las de 2006, en las que por primera vez vistió de baturro a su hijo. "Tenía un año. Fue muy emocionante estar reunidas las tres generaciones: mi madre, mi hijo y yo junto con mi marido y el grupo de amigos. Ir todos en familia. Ahora a mi hijo ya no le apetece acompañarnos y mi esposo viene algunos años y otros, no", señala. Asimismo, resalta la cercanía y alegría que siempre sienten de la gente que vive la Ofrenda de Flores desde fuera, como espectador. "Te sientes muy acompañado", sostiene.
Por otro lado, a Natividad le gusta mucho el traje regional y considera "muy bonito" conservar las tradiciones. Hace unos años se hizo un traje del siglo XVIII con blusa blanca, justillo (prenda sin mangas, que ciñe el cuerpo) de color mostaza, falda en verde con bordados de colores vivos y una manteleta "de batista bordada". "En el siglo XVIII todavía no existía el mantón de manila. Me lo hice de forma fiel a las prendas que se han conservado para mantener el rigor al máximo. Debajo de la falda llevo el refajo, el sayalejo (enagua de color) y la enagua", detalla.
Antes de ese traje, vistió uno de gala negro del siglo XIX con un mantón de manila (en color crudo y bordados en morado) de principios del XX, regalo de una tía suya. Y en los inicios, siendo una niña, uno más tradicional con chambra negra, falda (de bailar la jota) estampada en colores sobrios y un mantón negro bordado con flores de color. "Para las personas que puedan llevar prendas antiguas de su familia, es un orgullo grande", concluye.