los sonidos de la basílica

Campanas al vuelo según la tradición

En el Día del Pilar, a las 12.00, son bandeadas de forma manual al estilo propio
de Aragón.

De las conocidas como litúrgicas, es la campana más pequeña de la basílica del Pilar. La de Santa Ana mide 52 centímetros de diámetro y pesa alrededor de 80 kilogramos. Se construyó en 1884 y se hacía repicar, por ejemplo, cuando era necesario bendecir los campos y las cosechas agrícolas.
De las conocidas como litúrgicas, es la campana más pequeña de la basílica del Pilar. La de Santa Ana mide 52 centímetros de diámetro y pesa alrededor de 80 kilogramos. Se construyó en 1884 y se hacía repicar, por ejemplo, cuando era necesario bendecir los campos y las cosechas agrícolas.
Esther Casas/Heraldo

De lunes a viernes, suenan de forma automatizada a las 9.00 con motivo de la misa conventual, pero hoy, por ser la gran fiesta del Día del Pilar, las campanas de la basílica serán bandeadas a las 12.00 de forma manual al estilo propio de Aragón. Más adelante, volverán a sonar de forma especial en fechas solemnes como la Inmaculada o el Corpus. La práctica, perdida durante décadas, se recuperó en 2008 con el arreglo y recolocación de las nueve campanas en su sitio original de la torre sudoeste, que sirvió también para recuperar sus toques tradicionales.

La restauración no solo sirvió para limpiar el conjunto de instrumentos del templo, que incluye también otras seis campanas más en la torre nueva (la más próxima al ayuntamiento), sino también para dejarlas de modo que se pudieran volver a tocar los toques antiguos al recuperar su emplazamiento original junto a la ventana de las torres.

En los años 60, la tendencia era agruparlas y mecanizarlas, al estilo alemán. Pero aquí en Aragón, las campanas tradicionalmente se bandeaban, daban la vuelta entera, y al colocarlas de aquel modo y quitarles los contrapesos, eso se impedía, igual que los repiques, que se hacían moviendo cuerdas atadas a los badajos.

Simeón Millán, el último campanero del Pilar

Aquel nuevo estilo de tocar, más estático, era el propio de los países centroeuropeos y resultaba más limitado que el aragonés. De hecho, al mecanizar todo en aquella época, dejó de haber campanero en el Pilar. El último fue Simeón Millán, un zaragozano de Nombrevilla que vivía en el templo, donde hizo sonar las campanas durante 24 años y marcó un estilo propio en el siglo XX.

Cada campana tiene su propia historia y permite un determinado tipo de toques. Retomar los antiguos es posible porque quedaron registrados en el archivo del Pilar, indicando además cuáles correspondían a cada ocasión. En Aragón, se solían repicar las campanas pequeñas y se bandeaba la grande.

De momento, algunos se pueden reproducir de forma mecánica, ya que las campanas cuentan con un sistema con motores y martillos que funcionan programados a través de un ordenador.

Las campanas son el único objeto litúrgico que tiene nombre propio y siempre se han bendecido porque se creía que así protegían a la ciudad de las tormentas, así que se las vinculaba con los santos patrones. En Zaragoza, Braulia, Valera, Atanasia...

La de los cuartos de la Torre Nueva, que es gótica (de 1598), es la más antigua y la mejor. En su decoración se pueden ver hasta los ojos y la boca de las figuras, y, sin embargo, en la más reciente, la Juana Paula (de 1983), cuesta reconocer el perfil de Juan Pablo II. La más grande, la Pilara, se fabricó en 1866 y pesa más de dos toneladas.

Las campanas del Pilar

El 12 de octubre de 2008 tuvo lugar la inauguración informal de las campanas restauradas de la basílica del Pilar. Ese inicio tuvo un importante efecto: a partir de ese día las campanas pueden sonar de otro modo, a la manera tradicional. En la basílica del Pilar hay dos conjuntos diferentes de campanas, como es habitual en casi todas las catedrales. Sin embargo aquí están ubicadas en dos torres diferentes, que son las que miran a la plaza. En la torre que llaman Alta de la plaza, la más lejana al altar mayor y a la capilla, se encuentran nueve campanas, de uso litúrgico, dispuestas a la manera tradicional aragonesa: las ocho menores en los ventanales y la mayor, la Pilara, que es una de las más grandes de volteo en uso de las catedrales de España, en el centro de la sala.

La Campana del Reloj (1764). Fabricada en Londres, pesa 138 kilos y su diámetro es de 62 cm.

La Braulia (1783). También se llama Yndalecia Athanasia. Se utilizaba para algunos toques de coro y de difuntos aunque mayoritariamente sonaba en los repiques tanto diarios como festivos.

La Indalecia (1794). Acompañan a ese nombre los de Athanasia y Braulia. Es una de las medianas, con 1,3 metros de diámetro y 1.272 kilos de peso.

La Santiaga (1804). Se llama María del Pilar Jacoba Vicenta y se la conoce también como ‘el campanico’. Tiene un diámetro de 73 cm y pesa 225 kilos.

La Pilara (1866). Con 2.241 kilos de peso y un diámetro de 1,57 metros, es la más grande.

La Santa Ana (1884). Es pequeña: solo pesa 81 kilos y mide 52 cm de diámetro.

La Santa Isabel (1971). Lleva la efigie de la santa, pesa 296 kilos y mide 80 cm de diámetro.

La Petra Paula (1971). Pesa 1.589 kilos y su diámetro es de 1,4 metros. Está dedicada a los apóstoles Pedro y Pablo.

La Juana Paula (1983). Incorporada en honor de la visita del papa Juan Pablo II, pesa 579 kilos y tiene 1 metro de diámetro.

Ubicadas en la torre Baja de la plaza. En la torre Baja de la plaza de la basílica, la más cercana al ayuntamiento, están las campanas del reloj. Las dos más antiguas, la de los cuartos de 1508 y la de los Sitios o de las horas, de 1711, proceden de la Torre Nueva y han marcado, durante siglos, el tiempo oficial de la ciudad de Zaragoza.

La campana de los cuartos, una hermosísima campana gótica llena de decoraciones y símbolos, estaba en silencio desde 1940, en que se instalaron las cuatro campanas llamadas el carillón de Correos, donadas por este cuerpo, que puso su anagrama en las muestras o esferas de la misma torre.

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