día del pilar

El "vozarrón de trueno" que anunciaba las fiestas del Pilar a caballo

Hasta finales de los años 80, el pregonero de las fiestas anunciaba los festejos "por las esquinas de la ciudad". El último, Ignacio Moreno, estuvo 18 años en el puesto.

Ignacio Moreno, anunciando las fiestas a caballo.
Ignacio Moreno, anunciando las fiestas a caballo.
Heraldo

No siempre hubo que mirar hacia arriba, hacia el balcón de la Casa Consistorial, para poder ver el pregón anunciador de las fiestas del Pilar. Durante años, la figura del pregonero mayor de la ciudad era la que abría los festejos "con voz de trueno jubiloso", como relataba HERALDO en las crónicas de la época. 

Durante 18 años, en las décadas de los 60 y 70, Ignacio Moreno fue el encargado de leer los discursos anunciadores. El Ayuntamiento encargaba la redacción del texto cada año a un medio de comunicación de la ciudad. Como escribió Luis del Val en este periódico, "era una manera exquisita de convertir al pregonero del siglo XX (en referencia a los propios periodistas) en el pregonero de siempre, la máquina de escribir en un tambor y el micrófono en una garganta".

El periodista elegido redactaba el pregón, pero era Ignacio Moreno quien, ataviado a la antigua usanza con un traje que él mismo se pagó, lo leía a viva voz por las esquinas de la ciudad e, incluso, por las residencias y hospitales, para que los enfermos también disfrutaran del anuncio. A través de Radio Nacional llegaba al resto de España e incluso a buena parte de Latinoamérica

Aunque su estado de salud renqueaba tras alguna que otra operación, cada mes de octubre no faltaba a su cita con el inicio de las fiestas. Lo hacía siempre a caballo, salvo un año (1972) en el que tuvo que cambiar la cabalgadura por una carroza, debido a su estado físico. En una entrevista con HERALDO, señalaba que lo importante de un pregón es "que llegue al pueblo". "Cuando no lo consigue, el pregón deja de cumplir su misión", apuntaba.

En 1979, el Ayuntamiento decidió cambiar el formato y que el pregón lo redactara una persona elegida, y que lo leyera desde el balcón de la Casa Consistorial. La decisión, como todos los cambios sustanciales en las tradiciones de la ciudad, no fue bien acogida por todo el mundo, más por las formas que por el fondo. Ignacio Moreno se quedó "sin puesto y sin caballo", como recogía este periódico en 1981. "No existe justificación para prescindir del pregonero mayor de la ciudad sin ni siquiera agradecerle los servicios prestados", se escribió en HERALDO.

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