La depuradora de La Cartuja se agota y su futuro está en manos de Europa: "Con inversión puede seguir 5 años más"

La renovación o sustitución de la planta dependerá de los límites de nutrientes que fije la UE y de si exige que sea autosuficiente en consumo energético.

Uno de los cuatro espesadores de fango circulares de la depuradora de La Cartuja.
Uno de los cuatro espesadores de fango circulares de la depuradora de La Cartuja.
Guillermo Mestre

Aclara al año 53 millones de metros cúbicos de aguas sucias, el 85% de las que producen los zaragozanos y todas las que se generan en los polígonos industriales. Cuando se inauguró en 1993, era una de las plantas más innovadoras y de las más caras, 22.500 millones de pesetas de las de entonces (132 millones de euros), y los residentes en la capital aragonesa la pagaron a pulmón. Aunque su vida útil se agota, con las inversiones adecuadas podría seguir funcionando entre cinco y diez años más. Dependerá, en todo caso, de hasta dónde llega la Unión Europea en el endurecimiento de las reglas. Determinara, al hacerlo, si hay que ampliar la Estación Depuradora de Aguas Residuales de La Cartuja (EDAR) o si hay que cambiarla.

La depuración de las aguas residuales de las ciudades se reguló en 1991, a través de la directiva europea (91/271/CEE). Hasta entonces, se arrojaban sin tratar al río. Y así estaban. Tres décadas después, los estudios en materia orgánica demuestran que la situación ha mejorado, y Europa pone el foco ahora en los nutrientes (el fósforo y el nitrógeno), y de ahí pueden llegar los problemas. Lo explica José Ignacio Castrillo, director técnico de saneamiento y depuración de aguas de Ecociudad, mientras explica cómo funciona la planta. Aclara, eso sí, que en ningún caso va a suponer que se tenga que «achatarrarla».

Unos 1.180 kilómetros de tuberías de gestión pública, a los que se suman 200 más de conexión de las viviendas, aportan el agua bruta a La Cartuja, donde continuará, pase lo que pase, la depuradora. Es el lugar al que llegan los colectores, lo que eliminaría, a priori, estudiar nuevas ubicaciones. La planta, que ocupa 37.500 metros cuadrados de las 12,5 hectáreas que se reservaron para ella, se construyó con 110.000 metros cúbicos de hormigón y 10.000 toneladas de acero. Es de las pocas del país que está cubierta, una de las peculiaridades de la planta. "El Ayuntamiento decidió que estuviera en un recinto cerrado para evitar olores e insectos", explica Castrillo. Dispone, por ello, de una línea de desodorización que va renovando el aire en el interior.

Las toallitas continúan siendo un gran problema. No van a más, pero tampoco a menos. Cuando llevan mucho tiempo en las tuberías, se deshilachan, se genera una especie de bola y se logra retirar. Cuando llegan a la depuradora pocas horas después de ser utilizadas, es más fácil que escapen al control y atasquen las tuberías.

La depuración consta de una fase física, de decantación primaria; un tratamiento con microorganismos que se ‘comen’ la materia orgánica y una biológica, con el tratamiento de fangos. En Zaragoza, los fangos se queman, las cenizas se desechan y con el vapor se genera, a través de una turbina, energía que aporta el 18% de la que necesita la planta. Solo en Bilbao utilizan un sistema similar, según explican desde Ecociudad.

Castrillo explica que Europa, además de endurecer las normas, quiere que las instalaciones sean autosuficientes. "Tenemos que intentar extraer más biogás o utilizar energéticamente el fango. También estudiamos instalar placas solares", detalla. 

La decisión sobre el futuro de la planta está, en todo caso, en manos de Europa, que debe regular la depuración para países con realidades dispares en cuanto a contaminación de las aguas. En Ecociudad esperan a conocer las nuevas normas y el plazo de aplicación, con la tranquilidad de que "la planta cumple perfectamente» y lo seguirá haciendo igual dentro de cinco y diez años si hay inversiones". Desde 2016, se han inyectado en la planta 16,5 millones de euros en reposiciones, mejoras, mantenimiento de infraestructuras, implantación de nuevas tecnologías y renovación de equipos que han quedado obsoletos. La duda está ahora en si, con los nuevos requisitos que fije Europa, va ser posible reaccionar. Una de las opciones sería mantener los procesos actuales y ampliarlos con instalaciones nuevas. Hay suficiente espacio en la parcela y la intención de preservar lo que se pueda reutilizar.

Son tantas las dudas sobre el futuro a medio plazo que desde el Ayuntamiento de Zaragoza, y tras una advertencia de la Confederación Hidrográfica del Ebro, han solicitado Estado que declare la instalación "de interés general" para obtener ayudas que permitan renovarla.

Las aguas sucias sin un "chivato" de lo que hacemos

Las aguas residuales son como un "chivato" de todo lo que hacemos. Se vio en la covid, donde se analizaron para ver la evolución de la pandemia. La EDAR de La Cartuja es una de las 40 que reporta cada quince días datos al Ministerio.

Si desde 2015 las toallitas han complicado el trabajo en la depuradora, el nuevo reto va a ser el control de los microplásticos y contaminantes emergentes, sobre todo los que proceden de la industria textil, la farmacéutica y la cosmética.

Zaragoza, a través de la depuradora de La Almozara, ha sido incluida en un proyecto europeo con quince socios, entre los que figuran universidades, gestores públicos y empresas, que, en cinco años, buscará fórmulas para eliminar microplásticos. La aportación que recibe Zaragoza es de 100.000 euros. Lo más interesante, no obstante, es conocer de primera mano las mejores técnicas para tratarlos y optar a proyectos piloto.

Renovación tecnológica de la planta

De Europa llegan, también, unos 7,5 millones de euros de fondos europeos para el ciclo integral del agua. Se van a utilizar para digitalizar la red de saneamiento, desarrollar herramientas que permitan mejorar el control de flujos y la calidad del agua, controlar en tiempo real los caudales de entrada y los aliviados, la carga contaminante y mejorar la comunicación con la CHE. Porque cuando el Ebro baja crecido, afecta a las conducciones pues las rebosa.

Unas 55 personas, en turnos de mañana, tarde y noche, trabajan en depurar las aguas sucias antes de devolverlas al río. Con un control exhaustivo del estado en el que entran a la planta y en el que salen. Las prescripciones que va a fijar la Unión Europea determinarán si es posible continuar como hasta ahora o se renueva por completo.

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