El tráfico 'derribó' la Puerta del Duque de la Victoria y se adueñó de la plaza de San Miguel

En 1919 se decidió retirar el arco y esta entrada al Casco fue variando, pero poco, ajustándose a funciones de intercambiador de autobús

Un tranvía junto a la Puerta del Duque de la Victoria en la plaza de San Miguel.
Un tranvía junto a la Puerta del Duque de la Victoria en la plaza de San Miguel.
Ayuntamiento de Zaragoza

El estridente ruido del tráfico es el molesto hilo musical de la plaza de San Miguel, por la que pasan a diario 25.000 vehículos y cientos de autobuses. El pragmatismo lleva años restándole belleza; tapando la Iglesia de San Miguel de los Navarros, el templo desde el que la Campana de los Perdidos ayudaba a los zaragozanos a encontrar al anochecer el camino físico, el que les conducía a la ciudad, y el moral, el que aconsejaba descanso en lugar de trasnochar.

Tan ligada al transporte está la historia de la plaza que uno de sus elementos emblemáticos, la Puerta del Duque de la Victoria, se levantó en 1854 para celebrar la inauguración del ferrocarril que iba a conectar Zaragoza con Madrid. Con la visita del general Baldomero Espartero, entonces presidente del Consejo de Ministros, se aceleraron tanto los trabajos, y con tan poco tino, que se acabó la puerta a tiempo para su llegada, pero se derrumbó sin motivo aparente poco después.

Con el zaragozano Juan Bruil como ministro de Hacienda, se levantó una segunda puerta, en esta ocasión con piedra de Muel y un arco que se encargó a la casa inglesa Henry Crisel. Se inauguró en 1861 y aguantó el paso del tiempo, pero sucumbió ante la modernidad. En 1911 se suprimieron los accesos laterales y ocho años después, en 1919, alguien decidió que estorbaba a un incipiente tráfico, que ya no dejó de crecer hasta la actualidad. Antaño eran mulos y tranvías los que la atravesaban; ahora son autobuses, coches, bicis y patinetes. Unos y otros se apropiaron de la plaza. Hasta ahora.

Un mural de Pepe Cerdá recuerda la Puerta del Duque de la Victoria en una plaza en la que, en el número 4, vivieron Francisco de Goya y su familia desde 1769 a 1771.

Pero es y seguirá siendo la Iglesia de San Miguel de los Navarros el elemento central. Hay que buscar su origen en una ermita que se construyó en 1118, después de que Alfonso I, el Batallador, conquistara Zaragoza, con varios navarros en sus huestes. En el siglo XIII era ya citada como sede parroquial y en el siglo XVII se reformó y se amplió.

En la actualidad, la zona más próxima a la iglesia es el único espacio en la plaza que sirve de refugio a los paseantes que buscan un lugar para el descanso y la meditación. El resto se deja arrastrar por el bullicio diario. Por el ir y venir de un tráfico incesante que podría tener sus días contados.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión