La Policía acude en Zaragoza al rescate de un hombre que decía que lo iban a secuestrar y muere de un infarto

Los hechos se produjeron el pasado octubre cerca de la Venta del Olivar, pero ha sido ahora cuando se han conocido los resultados de la autopsia del fallecido, de 29 años. 

Zona en la que se produjo el suceso en octubre.
Zona en la que se produjo el suceso en octubre.
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Cruzó tres carriles corriendo, obligó a los conductores de los coches a pisar el freno y esquivarlo con peligrosas maniobras, llegó a intentar meterse en algún vehículo... Y después de que los dos agentes de la Policía Nacional que habían acudido a socorrerlo lograsen reducirlo, Alejandro P. M, de 29 años, falleció por un ‘shock’ cardíaco. Así lo  dictaminó la autopsia, como ahora ha podido saberse. Fue el triste final para un extraño suceso que ocurrió el pasado 13 de octubre en la carretera N-232, cerca de la Venta del Olivar de Zaragoza, lugar donde residía.

A la zona se había desplazado una patrulla después de haber recibido el aviso de un hombre que aseguraba que le querían secuestrar. Los agentes lo localizaron en un punto próximo al Polígono El Pilar de Zaragoza visiblemente nervioso. Insistió en que alguien se lo quería llevar y les expuso a los funcionarios “vosotros no sois policías, no me vais a ayudar”.

Acto seguido echó a correr por la autovía poniendo en riesgo la circulación. Una vez los policías lo consiguieron frenar, lo llevaron al arcén e intentaron tranquilizarle. Sin embargo, éste les propinó patadas y puñetazos e intentó llevarse la mano al bolsillo izquierdo, donde se le encontraría posteriormente un cuchillo. Ante su actitud agresiva, los agentes optaron por inmovilizarle en el suelo y ponerle los grilletes con la ayuda de un policía local de Zaragoza jubilado que pasaba en ese momento en bicicleta. Al terminar la maniobra, se dieron cuenta de que tenía los labios amoratados, que no respondía a las indicaciones y que no tenía pulso. Llamaron a los servicios sanitarios y se le trató de reanimar durante treinta minutos sin conseguirlo.

Ya antes de que llegasen los agentes de policía, Alejandro había intentado meterse en algún coche aprovechando que, ante la presencia de un semáforo, reducían la velocidad. También había entrado en la tienda de la gasolinera que hay próxima gritando “¡llamar a alguien que me están persiguiendo, que me quieren matar, socorro, socorro!”.

Allí le había dejado un coche y allí ya había protagonizado otro incidente el día anterior. Llegó con un automóvil, por el que las investigaciones posteriores descubrieron que había en Málaga una denuncia por robo, y de él se bajó con un perro para entrar a comprar tabaco. No podía hablar bien, solo balbuceaba, y al marcharse abandonó al animal. La responsable del establecimiento tuvo que llamar a la Policía Local que mandó a la protectora para que lo recogiese.

Horas más tarde apareció un hombre contando que se le había escapado el perro. Mostró una foto y resultó ser el mismo. Al explicarle lo sucedido, afirmó que la persona que había dejado allí a la mascota era su hijo.

Entre las pertenencias de Alejandro -de cuyo caso se hicieron cargo los letrados Carmen Sánchez y Luis Marcén- se encontraron en el calzoncillo un envoltorio de papel film que contenía una sustancia blanca y en un bolsillo del pantalón dos bloques con una sustancia marrón, también envueltos en papel film que se está analizando. Si bien la autopsia inicial habla de muerte por causas naturales, todavía está bajo estudio. 

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