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La tienda Abalorios de Zaragoza, en traspaso tras 40 años: "Ha sido mi vida"

Narciso Biezma, que emprendió el negocio en 1984 junto a su mujer, se jubila. Mantendrá abierto el negocio hasta final de año; si no hay relevo será su adiós de la calle de Espoz y Mina.

Narciso Biezma en su tienda Abalorios con parte de su muestrario.
Narciso Biezma en su tienda Abalorios con parte de su muestrario.
Guillermo Mestre

Acaba de cumplir 65 años, aunque nadie se los dé e incluso alguna clienta haya llegado a pedirle que le mostrara su DNI para corroborarlo, y se jubila. "Los años van por dentro", afirma Narciso Biezma, dueño de Abalorios. Tras cuatro décadas al frente del negocio, en el escaparate de su comercio (en la calle de Espoz y Mina de Zaragoza) se puede leer estos días: "Liquidación, traspaso tienda por jubilación".

Los carteles los colocó hace más de un mes y desde entonces tres personas han entrado a preguntar, pero hasta ahora no ha habido respuesta. "Pienso estar abierto hasta final de año y, a no ser que se traspase el negocio como tal, será el adiós. A mí me haría ilusión que alguien lo cogiera, pasara con los años por aquí y siguiera abierta. La situación del establecimiento permite incorporar nuevos artículos para generar más ventas. Yo no lo hago porque lo voy a traspasar", advierte.

Esta tienda -especializada en componentes de bisutería personalizada- la montó en 1984 con su mujer Marisa, quien falleció hace unos años. Recuerda que empezaron de cero, cuando no había ayudas a autónomos. "Era todo más complicado y nosotros éramos los emprendedores de entonces", comenta. También tuvieron que hacerse un hueco en el mercado, compitiendo con los negocios (familiares) que dominaban por entonces el sector. "Había dos tiendas de abalorios en Zaragoza y nosotros rompimos esa tradición. En cambio ahora, esta zona (del entorno de la calle de Alfonso I) se ha inundado de macrotiendas de bisutería, que son franquicias con productos chinos baratos", explica.

Según señala Narciso, si algo ha caracterizado a Abalorios ha sido la diferenciación -tanto en la calidad de los materiales (cristal de Murano, de Swarovski, cerámica.... y más de 6.000 referencias) como en los diseños de pendientes, collares, anillos y pulseras que ideaban-. "Jamás copiamos nada; era nuestra creatividad e imaginación. Me considero un artesano. Toda la clientela lo ha reconocido y eso ha contribuido a haber aguantado tantos años", asegura. Como anécdota cuenta que en tiempos llegaron a encontrarse gente de la competencia haciendo fotos al escaparate para copiar sus modelos.

También habla del 'boom' que experimentó el mundo de la bisutería de 2000 a 2007, con decenas de tiendas proliferando por los barrios de la ciudad. "Aunque no tan especializadas como la mía", puntualiza. En ese tiempo hubo días en los que cuando iban a abrir, a las 10.00, había filas de clientas esperando en la calle. "Muchas funcionarias, enfermeras y gente con tiempo que se llevaban bisutería manual para luego hacer sus cosas y venderlas a su red social; así se sacaban un extra. Podías venderles hasta 500 euros en bolitas y otros materiales. Ahora me pregunto cómo podía vender tanto", reflexiona.

Pros y contras de tener negocio propio

Gracias a épocas como esa pudieron hacer sus ahorros porque, tal y como indica, estar al frente de un negocio propio no es tarea sencilla: es llevar la tienda en la cabeza las 24 horas todos los días de la semana. "Son muchas horas de trabajo, mucha imaginación y haciendo cosas distintas para sobrevivir. Y también teniendo la filosofía de no gastar lo que uno gana sino ahorrar para llegar a fin de mes", apunta. Un esfuerzo compensado por haber trabajado con su mujer y en lo que ambos querían. "Ser nuestros propios jefes, poner nuestras normas y ser dueños de nuestro destino y nuestra forma de vivir", dice con orgullo.

"Hemos sido nuestros propios jefes y dueños de nuestro destino y nuestra forma de vivir"
"Estoy contento por haber aguantado tantos años, pero al mismo tiempo me entristece poner fin a una parte tan importante de mi vida"

Si viviera su esposa no se plantearía dar carpetazo al negocio, a pesar de llegar a la edad de la jubilación y ser autónomo. No le importaría trabajar hasta los 70 años y así poder tener una pensión más alta. Pero estar solo le pesa mientras observa los dos retratos de Marisa colgados en un rincón de la tienda, en el que nunca falta un jarroncito con flores. "Siempre decíamos que cuando nos jubiláramos haríamos esto, aquello... Fue el alma de Abalorios y ha sido duro estar sin ella. Además, es muy complicado y estresante; no llego a nada entre atender, reponer, hacer pedidos...", sostiene.

Dos retratos de su mujer Marisa, fallecida hace unos años, en un rincón de la tienda Abalorios.
Dos retratos de su mujer Marisa, fallecida hace unos años, en un rincón de la tienda Abalorios de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Cuando se le pregunta cuál es el balance que hace de estos casi 40 años, las palabras que más repite son orgullo y satisfacción. "He estado haciendo algo que me gustaba con alguien que era mi vida. Esta tienda ha sido mi casa, mi vida, nuestro sueño y proyecto. Estoy contento por haber aguantado tantos años, pero al mismo tiempo me entristece poner fin a una parte tan importante de mi vida. Es orgullo y también tristeza por no haber podido terminar la historia de Abalorios junto a la persona que fue su artífice", concluye.

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