Los bomberos zaragozanos vuelven de la zona cero del terremoto en Turquía: "Adiyaman no se nos olvidará nunca"

Los siete regresan a la ciudad tras cinco días de incansable expedición en los que lograron rescatar a una mujer atrapada entre los escombros. 

Los siete bomberos desplazados a Turquía, a su llegada este sábado al parque 1 de Valle de Broto.
Los siete bomberos desplazados a Turquía, a su llegada este sábado al parque 1 de Valle de Broto.
Toni Galán

Se marcharon hace seis días con mucha incertidumbre pero cargados de la energía que da la determinación de estar haciendo lo correcto. Regresaron este sábado, cansados y con el corazón aún sobreponiéndose al horror, pero más convencidos si cabe de que era en Turquía donde tenían que estar, colaborando en la búsqueda de desaparecidos en la zona cero del terremoto que el pasado lunes sacudió a este país y a la vecina Siria. La que hicieron esta semana los siete bomberos zaragozanos que acudieron hasta el lugar de la catástrofe para prestar su ayuda fue una expedición ardua y agotadora. Pero esos casi diez mil kilómetros que recorrieron importan muy poco al lado de lo que significa para ellos haber conseguido salvar una vida.

Con esa esperanza partieron el martes del Aeropuerto de Barajas, cargados con 500 kilos de material que emplearon en la búsqueda de personas entre los escombros y acompañados de los perros rastreadores Tom, Dea e India. Y apenas unas horas después de empezar a trabajar en el terreno lograron su objetivo. Fue en Adiyaman, a donde llegaron tras aterrizar en Estambul y tener que atravesar prácticamente toda Turquía. Allí, en una zona próxima a lo que fue el hotel Bozdogan, rescataron a una mujer de unos 60 años que se encontraba atrapada tras el derrumbe de una vivienda y a la que, por el extremo frío y los signos de deshidratación que demostraba, salvaron "por los pelos" de una muerte segura.

Fue, según resumía el jefe del equipo, Quique Mur, como hallar "una aguja en un pajar". Porque lo que encontraron en aquella ciudad, donde hay censados 329.060 habitantes y que quedó absolutamente devastada por el terremoto, fue "catástrofe tras catástrofe". Y todo ese desastre quedó también para siempre marcado a fuego en la retina de los bomberos zaragozanos. Este sábado por la noche lo rememoraban, ya de vuelta en la capital aragonesa y arropados por sus compañeros y familiares.

Tras prácticamente todo un día de viaje, los siete llegaron poco antes de las nueve y media de la noche al parque de Bomberos de Valle de Broto, donde se encontraron con la calidez de decenas de caras conocidas, vítores y aplausos. Tras bajar del camión se abrazaron con padres, hijos, parejas y amigos, aliviados de estar de nuevo en casa pero sin dejar atrás tampoco todo lo vivido en los últimos días. Sobre todo por lo que están sufriendo los pueblos afectados por un trágico suceso que deja ya la terrible cifra de 27.000 personas fallecidas.

La urgencia de lo que están viviendo en la zona afectada por los seísmos fue algo que percibieron nada más poner un pie en el lugar que el Gobierno turco les había asignado para trabajar. "Las autoridades están desbordadas", recordaba Mur, y muchas de las víctimas estaban desesperadas por encontrar con vida a sus seres queridos entre los escombros. "Están con esa fase del duelo que tiene que ver con la negación. En todas las viviendas los familiares en el exterior piensan que todavía hay posibilidades de supervivencia y te cuentan incluso sus propias imaginaciones sobre que han recibido llamadas o mensajes de Whatsapp", lamentaba el responsable de la expedición.

El trabajo con los perros consistía en revisar uno a uno todos esos edificios para cerciorarse de que, por desgracia, no había ninguna persona atrapada a la que pudieran rescatar. Inspeccionaron unos "siete u ocho" cada día, sin apenas descanso y casi sin dormir, pero a excepción de la mujer que rescataron no hubo más suerte. "Es un esfuerzo físico muy importante", contaba Mur, que recordaba la "dureza" de tener que marcharse de cada una de las viviendas cuando los animales no hallaban ningún rastro de vida.

Tras los terremotos que afectaron a Siria y Turquía, un equipo de Bomberos y perros especializados en la búsqueda de personas, partieron para ayudar en Adiyaman.

Por eso también era muy importante la labor de acompañamiento a las víctimas. Marta Gasca, una de las dos enfermeras que participaron en la expedición, recordaba el "apoyo moral" que trataron de prestar a todas las personas que lo necesitaban. "Intentábamos ayudar a las víctimas del siniestro pese a la dificultad del idioma, dándoles muestras de cariño y lo que fuese pertinente", manifestaba la joven. 

Emilio Ramón, uno de los guías caninos, mencionaba lo "caótica" que fue su llegada. "Nos asaltaban por la calle para que fuéramos a los edificios porque decían que habían escuchado voces y tuvimos que establecer un orden", indicaba. Tras cinco jornadas de incansable trabajo contra el reloj, ya era el momento de volver, porque las posibilidades de salvar a más personas eran ya muy reducidas, explicaba, "halagado" por todas las muestras de agradecimiento recibidas desde que emprendieron el viaje. Acababan de terminar una de esas experiencias que marcan para siempre: "Adiyaman no se nos olvidará nunca".

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