Ladridos, gruñidos y mucha agua bendita para celebrar San Antón

El zaragozano barrio de San Pablo recupera la procesión del patrón de los animales, a la que no ha faltado la burra Chenoa.

Cientos de zaragozanos bendicen a sus animales el día de San Antón.
Cientos de zaragozanos bendicen a sus animales el día de San Antón.
Oliver Duch

Una suerte de arca de Noé ha vuelto a desplegarse esta mañana en el barrio del Gancho como sucede cada año por San Antón. En realidad este 2023 se ha visto poco exotismo y los perros han ganado por goleada. Entre mucho ladrido y olfateo, se ha dejado ver también una docena de gatos, alguna tortuguilla despistada en su bandeja de plástico y la sempiterna burra Chenoa, que llega desde La Almozara hace años que no se pierde una de estas citas.

La fría mañana y el hecho de que la festividad cayera entre semana han deslucido un poco un acto muy costumbrista que, en sus buenos tiempos, llegaba a reunir hasta 3.000 almas. Tampoco han participado cornetas ni tambores, pero sí dos bellos caballos de la Policía Local que han presidido la marcha junto al estandarte y el símbolo del Gancho. Hoy la bendición se ha echado rápido, en apenas diez minutos, y no ha hecho falta más que una garrafa de agua bendita para calmar a las fieras. Santiago Fustero, el párroco de San Pablo, ha agradecido a todos los presentes el cuidado que brindan a sus mascotas y se ha esforzado, con decididos golpes de muñeca, para que el hisopo lograra remojar a todos los animales. “Parece que este año la gente se lo ha tomado con más calma, ha venido de forma más escalonada”, decía el cura, al que no le ha hecho falta ni micrófono para dirigirse a la parroquia en la calle. Las campanas, eso sí, no han dejado de repicar durante diez minutos y los ladridos también han sido una constante durante la bendición.

“Es la primera vez que venimos y, con todo este guirigay, me sorprende que esté tan tranquilo”, decía Alicia Vargas, con su perro Bruce, un galguito de dos años, que parecía más asustado que otra cosa. La joven se ha acercado a la iglesia porque hace unos días Bruce le dio un buen susto al echarse una carrera persiguiendo un conejo y tardar demasiado en volver. "He pedido al santo a ver si se calma un poco y se vuelve más obediente", decía, confesando que aún se siente "dueña primeriza".

Yo espera ver algo más exótico. No te digo jirafas ni elefantes, pero otros años sí que han venido iguanas o hurones. De momento, no ha visto ninguno”, decía Josefa Osés, con un pequeño ‘beagle’ en brazos. Aunque "no le gusta mucho disfrazarse", el perrete lucía esta mañana un gorro de lana de inspiración peruana que con el frío parecía no molestarle.

Un jabato a sus pies

Antes de la procesión y la bendición en un estrado improvisado en la plaza de San Pablo, tuvo lugar en el interior de la iglesia la misa -con numerosos animales en la primera fila- en donde se recordó quién fue San Antonio Abad. De él dice la leyenda que curó de la ceguera a unos cebones y, en consecuencia, la talla que recorre las calles incluye un pequeño jabato a sus pies. También se mentó junto al altar mayor que esta tradición tiene hondo arraigo -tradición secular en Zaragoza, dijo Fustero- y se remonta a cuando “en las zonas agrícolas se necesitaba a los animales de labranza para subsistir”. “Fue un hombre bueno, que dejó todo para cuidar de las criaturas y la naturaleza. La gente encontró en él fuerza, santidad, sanación y salud”, dijo el párroco, momentos antes de que la imagen fuera colocada sobre su peana y se abrieran las puertas del templo.

Entre tanto, y durante la breve procesión por la trasera de la iglesia y las calles de San Blas y de Broqueleros, los animales se olisqueaban, se lamían, mediodiscutían e, incluso, se relamían cada vez que sus dueños se echaban la mano al bolsillo. “Que no, Xena, que no tengo chuches, que estaba sacando un pañuelo”, decía un sacrificado dueño. Algunos sí tenían chuches, pues habían 'picado' y habían comprado algunas rosquillas bendecidas que se vendían en el interior de la iglesia. "De esto no te puedo dar, que lleva mucha azúcar. Además, no te has comido el pienso esta mañana", dialogaba un hombre con su perro, que miraba a un lado y a otro para no perderse una sola de las escenas berlangianas que siempre se dan en la celebración de San Antón.

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