lotería de navidad

El bar Brindis de Calatayud y el barrio de Consolación vuelven a la normalidad tras la vorágine lotera

La familia Sánchez del Cerro agotó existencias sin hacer caja y hoy ponía en orden la algarabía de ayer. En la administración de la familia Carrau, la jornada es frenética: "Tengo que quitar los carteles de los premios porque no me caben".

Ambiente en Calatayud el día después de la Lotería de Navidad, que les dejó un cuarto premio.
Las propietarias del Bar Brindis aprovechan para pasear con Nala y Lola.
J. Macipe

El barrio de Consolación de Calatayud cumple este viernes con aquella máxima que dice que después de la tormenta –en este caso en forma de 22 millones de euros que dejó este viernes el sorteo de la Lotería de Navidad- llega la calma. En contraste con la algarabía de este jueves, este viernes en la puerta del bar Brindis se lee el cartel 'Abrimos el sábado', dentro la familia Sánchez del Cerro se centra en limpiar el estropicio que dejó ayer la felicidad y la alegría desbocadas cuando Ilyas Akrouh y Elisabeth Obarisagbon cantaron a las 11.08 el 54.289 y el primero de los dos cuartos premios.

Antes de entrar al local, las dos Sofías –madre, del Cerro Ruiz, e hija, Sánchez del Cerro- aprovechan para pasear con Nala y Lola. Ya desde la calma y el sosiego que dan las horas, ambas reconocen que las sensaciones de ayer son "agridulces". "El año pasado se murió mi marido, que desde el cielo nos ha echado un cable", dice su viuda, que recuerda que "fue mucha alegría, porque ves a todo el barrio que le ha tocado, a la familia, la alegría…". "Pero te acuerdas de él, porque era tan entusiasta, dicharachero", incide.

Detrás de la puerta, un campo de batalla: "Está todo sucio, alguna cosa rota por el suelo y todas las cámaras y los grifos vacíos. Desde que salió la bola no cobramos nada. Todo lo regalamos", recuerda la hija, que al poco rato está fregona y cubo en mano. Rememorando cómo lo vivió, Sofía Sánchez explica que "acababa de salir de la cocina y lo que hacía quitarme el gorro y el delantal". Y de ahí se desencadenó la locura: "Mi hermano se iba porque acababa turno y empezó a gritar "nuestra bola, nuestro número" y ya me volví, vi la bola girar y me dio por reír, por llorar…".

"Siempre había dicho que si me tocaba la Lotería cerraría el bar y me iría. Pero es que no nos dio tiempo. Empezó a llegar gente…. Nunca ha habido tanta, ni en las fiestas del barrio. Pasadas las dos tuvimos que echarles porque no quedaba nada", puntualiza con una sonrisa Sofía, entre algún pitido de los vecinos que pasan cerca con sus coches.

Más madera

Un poco más arriba, en la Carpintería Pinilla, los hermanos Raúl y Jesús apaciguan la resaca volviendo al tajo, tablas de madera encima de los bancos de trabajo así lo acreditan. "Es una alegría y hay que vivirla, pero tampoco ha sido gran cosa", reconoce Raúl, el mayor. Sobre cómo se enteraron, señala hacía uno de los aparatos: "En esa máquina estaba con ese tablero como está ahora. Mi hermano se echó a correr y a gritar "el del Brindis, el del Brindis", pero sin saber qué había tocado".

"Luego nos pusimos la radio, supimos lo que había tocado y nos bajamos a celebrarlo hasta que se hizo de noche", apostilla Jesús, unido a su hermano con el abrazo que les da su madre, Inmaculada Rubio. Ella no se lo creía: "Me llamó mi marido y al principio no le hice caso", confiesa. Los dos vástagos reconocen que "el lunes habrá que enganchar, o bueno, igual es el martes aunque los autónomos llevamos calendario diferente" y que el dinero será "para algún capricho y para tener un colchoncico".

El contrapunto con el barrio de Consolación lo pone la entrada a la administración número 1 del paseo Cortes de Aragón que gestiona la familia Carrau, allí el ritmo es frenético. "Te da igual que toque o que no toque. Al día siguiente del sorteo de Navidad esto se llena de gente que viene a cobrar, de los que buscan para el Niño…", reconoce Ángel, con su ya característico sombrero. "Calatayud tiene una suerte tremenda. No hay administración, estadísticamente con arreglo a las ventas, que dé más premios", sostiene.

Y empieza a enumerar: "Antes de dar el Gordo de Navidad del 92, ya dimos tres veces el Gordo en los ordinarios de la Lotería Nacional; al siguiente, un cuarto entero en Huérmeda; después que si un quinto, un cuarto… Y si no en el Niño damos el Gordo para resarcirnos y que la ciudad no pierda dinero", dice con guasa y rematando con un "tengo que quitar los carteles de los premios porque no me caben".

En la administración trabajan cinco personas: "Son cinco", apostilla. Se excluye, aunque luego confiesa que "no estoy, pero bueno, siempre estoy para los recados".

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