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Los 'caza-atardeceres' tienen un paraíso en Zaragoza y estos son los motivos

Expertos meteorólogos explican las circunstancias que convierten el Valle del Ebro en un lugar ideal para disfrutar de puestas del sol y dan trucos para estar atento a las más espectaculares.

Disfrutar de los cielos rojizos que ponen el broche final al día es una de las experiencias que bien podrían formar parte de la lista de 'cosas que hacer en Zaragoza'. Los 'cazadores de atardeceres' proliferan en la ciudad como lo demuestra, sin ir más lejos, Instagram, donde las puestas del sol con el Pilar de fondo alcanzan la categoría de género.

Pero, ¿es realmente la capital aragonesa un lugar ideal para la observación de este fenómeno diario?

Imaginemos que el río Ebro a su paso por Zaragoza funcionase como un largo patio de butacas de un cine, donde los puentes harían de palco. Al fondo, habría una gran pantalla, la que forma un cielo habitualmente despejado que se extiende sobre un horizonte plano. El espectáculo está servido.

Para empezar, Zaragoza, a diferencia de otras ciudades, disfruta de un reseñable 'trozo' de horizonte en pleno centro.

"Esto se debe al corredor que establece el río Ebro, que ofrece una gran amplitud de horizonte, de manera que se puede ver todo el recorrido del sol hasta que se pone", explica Eduardo Lolumo, meteorólogo de Aragon TV. Un condicionante que, en realidad, puede extenderse a todo el valle del Ebro, con especial mención a zonas como los Monegros, donde la planicie del terreno "permite ver cómo el sol cae entero". Sería lo más parecido al mar tierra adentro, pero con una ventaja añadida, dice Lolumo: "A diferencia de lo que sucede en la costa, aquí no hay brumas o los efectos de la sal, que muchas veces difuminan los atardeceres. Es verdad que la lámina de agua produce bonitos reflejos, pero la sequedad genera cielos limpísimos".

Aún hay más ingredientes que contribuyen a embellecer la caída del día por estos lares. Es el caso de las nubes que en general en Aragón "suelen ser de carácter medio o alto", subraya Lolumo. Esto supone que están formadas por cristales de hielo, cuyos reflejos son los principales responsables de las impresionantes gradaciones que van del rojo intenso a los amarillos o los naranjas, a veces casi fluorescentes. A estos cielos encendidos, conocidos como arrebol, contribuye asimismo la baja humedad relativa.

Esos efectos de color que hacen arder el horizonte y la vena poética se deben asimismo, explica José Manuel Salguero, también meteorólogo y presentador de 'Esta es mi tierra' en Aragón TV, al efecto óptico que producen la longitudes de onda de la luz. En un atardecer, los rayos del sol deben recorrer más distancia porque el astro no está en la vertical, lo que alarga la longitud de onda y hace que veamos estos colores en lugar del azul matinal.

"Aragón además está bien situado. Los mejores atardeceres se ven en el oeste, por eso son famosos también los de Galicia y toda la zona del Atlántico, pero claro, allí muchos días llueve", advierte Lolumo.

Por último, el cierzo, aunque no es determinante, también acaba por hacer su papel, sobre todo limpiando el aire de impurezas y polución. 

Las condiciones ideales

Así las cosas, si el día se presenta con un cielo despejado con algunas nubes altas o medias acercándose por el oeste, prepárense para un atardecer de foto. 

Un punto ideal para verlo en Zaragoza puede ser asomado a un puente sobre el Ebro mirando al oeste, "a la Expo", sugiere Salguero.

Aunque hay quien los 'caza' sin salir de casa. Es el caso de Juan Antonio Gordón, un zaragozano de adopción que se trajo su amor por los atardeceres desde su Castilla-La Mancha natal, otro llano perfecto para ver ponerse en sol. 

Aficionado a la fotografía, ha hecho de los cielos uno de los protagonistas de su cuenta de Instagram (@jgordons) testigo de esos "tonos brutales" que tiñen el horizonte muchas tardes. "Me gustan porque a diferencia de otro tipo de atardeceres, como los de la costa, no empiezan y terminan en un abrir y cerrar de ojos. Conservan el atractivo de lo efímero, y hay que estar atento porque las tonalidades pueden cambiar en segundos, pero permiten un disfrute", explica Gordón, quien cuenta que a estas alturas "ya soy capaz de anticiparme a un buen atardecer, veo ciertas nubes y ya sé que ese va a estar bien". De paso, este 'caza-atardeceres' encuentra en esta afición una excusa para cierta introspección, que le sirve a la vez como una suerte de diario: "Cuando echo la vista atrás de algunas fotos de atardeceres que he colgado en Instagram me acuerdo de lo que pasó entonces, es como ese diario que me gustaría escribir pero para el que no tengo tiempo".

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