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El lento adiós de las cabinas telefónicas: "Nunca he visto llamar a nadie"

En Aragón aún sobreviven 461 teléfonos públicos, muchos de los cuales no funcionan y están vandalizados. El Ayuntamiento de Zaragoza pide a Telefónica que retire 172.

Cuando las primeras cabinas telefónicas llegaron a Zaragoza en julio de 1967, algún reportero las calificó de “pegote antiestético”. Ahora, 54 años después, se puede afirmar rotundamente que la mayoría lo son. Su pésimo estado de conservación y su casi nula utilidad han condenado desde hace años a estos elementos de mobiliario urbano. Poco a poco irán despareciendo de la capital aragonesa, después de que el Ayuntamiento anunciara este jueves que va a pedir a Telefónica la retirada de 172 de ellas.

En Aragón quedan 461 cabinas telefónicas, 327 en la provincia de Zaragoza, 77 en la de Huesca y 57 en la de Teruel. Hace unos diez años se retiraron más de 600, por su escaso uso o porque estaban estropeadas. Su retirada masiva de todo el país (en España aún sobreviven 14.824 cabinas) se espera para la segunda mitad de este año, cuando entre en vigor la Ley General de Telecomunicaciones.

En la capital aragonesa actualmente no es fácil encontrar una que no esté sucia, vandalizada o que simplemente funcione. Siguen distribuidas por muchas calles del centro de la ciudad (paseo de la Independencia, Constitución, plaza de Paraíso…) y por la mayoría de los barrios.

El uso generalizado de la telefonía móvil las ‘mató’ hace años, pero la caída se ha acelerado aún más en los últimos años. Según apuntan desde Telefónica, en España se hicieron una media de 0,17 llamadas al día en cada cabina, es decir, una a la semana. En Zaragoza, solo hay dos teléfonos públicos en los que se hacen entre una y dos llamadas al día. En la mayoría se realizan menos de 5 al mes. Según fuentes de la compañía, las encuestas dicen que el 88% de la población nunca las ha usado.

En el día a día de la ciudad, la mayoría pasan desapercibidas, ya que los ciudadanos han interiorizado su presencia sobre las aceras. Pero si se centra la atención en ellas, las cabinas constituyen un elemento urbano que aporta poco o nada (la mayoría están desconectadas), que afea el entorno (casi todas sufren el vandalismo) y que ocupan un espacio que a menudo entorpece el paso de los viandantes.

“Nunca he visto llamar a nadie. Si no se usa, mejor que la quiten porque no hace nada ahí”, señala Faisal Shalzad, cuya frutería da a una vieja cabina de la calle de San Vicente Mártir. Un poco más abajo, en el cruce con Francisco de Vitoria, alguien ha convertido una de ellas en una especie de extraño santuario con pintura, brillantina y elementos florales incorporados. Lo habitual en las estructuras telefónicas abandonadas son los grafitis y los viejos carteles publicitarios que se superponen.

En la glorieta Sasera aún sobreviven dos módulos de cabinas con espacio para cuatro teléfonos. Hasta hace poco, en el quiosco cercano daban cambios a alguna que otra persona que quería usarlas. Ahora realmente solo quedan dos teléfonos, aunque no funciona ninguno. “Para que estén aquí en medio, mejor que los quiten”, señalaba Carmen Romero, mientras paseaba con su sobrina Julia. La pequeña, de 6 años, confesaba no saber muy bien para qué sirven estos cacharros azules y verdes. “Creo que la última vez que usé una debió ser hace 15 o 20 años, por lo menos...”, señalaba Julio Martín, vecino de la zona. “Ahora, con el móvil, ¿quién las va a usar?”, se preguntaba.

El Ayuntamiento pide a Telefónica que retire 172 cabinas, pero que mantenga 28 en buenas condiciones de uso. El objetivo es que cada distrito tenga al menos un teléfono público, para que las pocas personas que puedan necesitarlo dispongan de uno en caso de necesidad.

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