La patrulla de corceles que vigila Zaragoza

El bienestar animal y el cuidado del medio ambiente son riendas de la Unidad de Caballería de la Policía Local de Zaragoza, que participa en el día a día de la ciudad y en los grandes eventos.

"Qué bonitos", "son espectaculares", "precisos". No cabe duda que son los más piropeados de una mañana de entresemana en el Parque Grande José Antonio Labordeta. Los caballos de la Policía de Zaragoza reciben los agasajos de unos y otros por el paseo de los Bearneses y a los pies del Batallador, igual que las caricias de quienes los montan.

Los corceles levantan pasiones allá por donde pasan y los agentes velan porque se cumplan las ordenanzas de medio ambiente, así como el resto de toda la normativa medioambiental.

Un oficial, cuatro policías y ocho caballos conforman esta unidad. Los equinos más veteranos tienen 18 o 19 años, mientras que los más jóvenes son tres potros de cuatro años que llegaron hace un año. "Cuatro de ellos son de pura raza español, tres caballos de deporte holandeses de la raza KWPN y otro que es cruzado de español y lusitano", explica César Pérez, oficial jefe de la Unidad de Caballería de la Policía Local. El alzado de estos animales es idóneo para la función que desempeñan. Es un brazo del cuerpo que cabalga desde los inicios de la institución. "En 1850, la reina Isabel II firmó un decreto en el cual estableció la creación de la entonces Guardia Municipal de Zaragoza, lo que ahora es la Policía Local de Zaragoza. En ese decreto se apuntó que se creaba con un brigadier jefe, dos cabos y diez policías. Y expresamente tres policías a caballo que se les encomendaba la misión de vigilancia de las afueras de la ciudad", relata Pérez, en la unidad desde 2005.

Ese cometido se mantiene 171 años después. No resulta extraño ver a los caballos de la Policía de Zaragoza por espacios verdes adecuados para la entrada de los caballos, como el entorno de las riberas del Ebro o zonas perimetrales de la ciudad, como el galacho de Juslibol. Se trata de una oportunidad para familiarizarlos con la ciudad y con el que se consigue insensibilizarlos al tráfico o a la gente, aunque también hay una doma extra. "Con estos caballos, por ejemplo, para Semana Santa salimos en procesiones donde se escuchan tambores. Cuando se acerca la fecha, además de la insensibilización a los estímulos exteriores, tenemos algún bombo y lo tocamos a la vez que lo montamos en la pista", cuenta César Pérez. Cuanto más edad, más galas ha hecho y más acostumbrados están.

El acompañamiento y representación en las procesiones es un botón de muestra. En enero participan en la cabalgata de los Reyes Magos, el día 17 en la festividad de San Antón con la bendición de los animales en San Pablo y, por último, en San Valero, cuando acompañan a la corporación desde el ayuntamiento a la Seo, entonces van tanto a pie como a caballo. El primer viernes de junio celebran su patrona, la Virgen del Portillo, y también el Corpus Cristi. Pasado el verano, participan en el pregón de las Fiestas del Pilar, la Ofrenda de Flores, de Frutos y en el Rosario de Cristal. A estos se suman los actos a pie, como la entrega de medallas y distinciones de la ciudad, inauguraciones de certámenes en la Feria de Muestras, donde en condiciones normales acudían a una decena. A la cronología anual se añade la conmemoración de Justicia de Aragón el 20 de diciembre.

El bienestar animal y el cuidado del medio ambiente son riendas de la Unidad de Caballería de la Policía Local de Zaragoza, que participa en el día a día de la ciudad y en los grandes eventos.

Los uniformes de la Unidad de Caballería

La Unidad de Caballería de la Policía de Zaragoza por el Parque Grande José Antonio Labordeta.

De servicio

Es el mismo que el de cualquier otro policía, pero con las botas y pantalón de montar. Además, van provistos de casco.

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Policía Local de Zaragoza en la procesión de San Antón, en San Pablo.

De media gala

Consta de guerrera con botones y gorra de plato y damero. Los caballos llevan las cabezadas con la frontalera y la muserola marrones y con los escudos de la ciudad. Se utiliza normalmente en San Antón y en las procesiones de Semana Santa, excepto en el Santo Entierro cuando lucen el de gran gala.

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Casco del uniforme de gran gala de la Policía de Zaragoza.

De gran gala

Los agentes visten su cabeza con el casco de plumero. Los caballos llevan las cabezadas, las riendas y los arneses de cuero blanco troquelados con los escudos de la ciudad. Este uniforme se le otorgó a la unidad en 1901 con el fin de realizar labores protocolarias de acompañamiento y representación de la corporación municipal y resto de autoridades que así lo requieran.

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Durante la pandemia de coronavirus las galas se han reducido, pero han ampliado su función. "Desde la jefatura de la unidad se nos pidió que todos los fines de semana el 100% del personal de la unidad prestara servicio de refuerzo en el Parque Grande en turno de mañana y tarde, al margen de servicio ordinario de lunes a viernes, cuando también hacíamos vigilancia. Había que controlar las franjas de horario establecidas en las que la población podía salir –recuerda Pérez-. En los dos meses no pudimos disfrutar ni de un solo día de fiesta, era lo que exigía nuestro cargo y así se hizo". A esta labor se sumó el control de las medidas de seguridad como el uso de mascarilla o el aforo del 50% en los veladores.

Aunque no salgan de servicio, hacen ejercicio en la pista de cuerda o en el caminador, una práctica siempre acorde a la edad y grado de entrenamiento de los animales. En las instalaciones de la unidad, a las 7.00 se les da el primer pienso y se comprueba han pasado buena noche, que no hay ninguna deficiencia. Los propios policías limpian las camas de estiércol y retiran lo húmedo, son ellos quienes realizan las labores de mantenimiento, que se organizan en turno de mañana y otro de tarde. Disponen de cuadras interiores y exteriores, estas últimas se levantaron hace menos de un lustro. "Las hicimos para el bienestar de los caballos. Cada uno tiene un espacio bastante amplio, están en el exterior, duermen aquí y tienen contacto visual", enumera Pérez.

Día a día en las instalaciones de la Unidad de Caballería de Policía de Zaragoza.
Un caballo de la unidad en el secador.
Francisco Jiménez

Juncal, uno de los caballos, se asoma a su comedero donde dispone de hierba ‘ad libitum’, pero con unas forrajeras para controlar el alimento. También tiene un bebedero automático, un bloque de sal y paja para comer y tumbarse. En invierno los duchan con agua caliente y les secan en un secador para caballos. Reciben todos los cuidados veterinarios, como la desparasitación tanto interna como externa, la vacunación o los servicios de dentista, que les lima las muelas y dientes para que no haya puntas que les dañe las encías. El bienestar es una rienda en esta unidad, tal y como inciden.

Otra es el cuidado del medio ambiente. "Buscamos ser autosostenibles, que todo lo que generamos tenga una segunda utilización. Por ejemplo, el fiemo va a los huertos escolares y se aprovechan para abono", añade Pérez, que explica que además de retirarlo del establo lo palean a un contenedor, de los que se llevan dos al mes de media. Las baldosas de goma que retiran de las zonas de juego de los parques infantiles son aprovechadas por esta unidad para que los caballos puedan pisar en blando: "Se le da una segunda vida".

Acceso a la unidad

Para acceder a la unidad tiene que publicarse la vacante. Exponen que se han jubilado policías y esas plazas no se han convocado, por lo que el trabajo de la unidad se centra en los caballos de nueva incorporación para que puedan salir a la calle en las condiciones óptimas. "Todos los policías que forman parte del cuerpo pueden optar a ella. Se realiza un examen, diversas pruebas de tipo teórico y práctico y se elige a quien mejores condiciones reúne", indica el oficial jefe.

"Pasamos todas las horas laborales con ellos, por lo que estableces un vínculo con él muy importante"

Esta unidad acapara las miradas y es un atractivo, sobre todo, para los niños. En su paseo por el Parque Grande es usual que se encuentren con grupos de colegios o centros de educación especial y para ellos es sinónimo de estímulo. "Es imposible prestar servicio en una unidad de esta naturaleza sin tener un amor por los caballos, por su doma, su monta y por su contacto diario. Pasamos todas las horas laborales con ellos, por lo que estableces un vínculo con él muy importante –dice Pérez a la vez que admira a uno de los caballos-. Para mí representa un privilegio poder convertir mi afición en mi trabajo. Y a la vez es una responsabilidad y un orgullo poder sacar adelante un servicio de esta naturaleza en la Policía de Zaragoza".

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