sucesos 

Repuntan las muertes en soledad en Zaragoza con el hallazgo de cuatro cuerpos en siete días

El último caso se produjo ayer en San José, pero desde el Instituto de Medicina Legal y la Sangre de Cristo aseguran que el goteo ha sido "incesante" durante todo el invierno en la capital aragonesa.

Dos miembros de la Hermandad de la Sangre de Cristo retiraban ayer el cuerpo de uno de los fallecidos en la calle de Emilio Castelar.
Dos miembros de la Hermandad de la Sangre de Cristo retiraban ayer el cuerpo de uno de los fallecidos en la calle de Emilio Castelar.
HERALDO

Pilar, Ángel y dos hombres llamados Emilio han sido hallados muertos durante los últimos siete días en otros tantos pisos de Zaragoza, donde vivían y murieron solos. Eran personas mayores con nombre, apellidos y una historia detrás que, por desgracia, llegaron a sus últimos días sin una familia ni un entorno que los arropara. Son los últimos cuatro casos    de la otra epidemia, la de la muerte en soledad. Sin embargo, aquellos que por su profesión conocen bien esta triste realidad aseguran que el goteo de fallecimientos ha sido «incesante» este invierno en Zaragoza.

El último cadáver descubierto ha sido el de Emilio, de 77 años, al que los Bomberos encontraron ayer en su domicilio en la calle Emilio Castelar, en el barrio de San José. Fueron sus vecinos los que dieron la voz de alarma a la Policía después de no verlo desde hacía días. El equipo de rescate logró acceder con una autoescala al inmueble. Una vez dentro, y tras forzar la puerta de la galería, halló el cadáver tumbado en el suelo del pasillo, sin signos aparentes de violencia. Los sanitarios comprobaron que cuerpo estaba en un estado avanzado de descomposición que se correspondía con el paso de una semana. Emilio abandonaba por última vez la que había sido su calle durante décadas a última hora de la mañana en un vehículo de la Hermandad de la Sangre de Cristo.

Muy cerca en el tiempo y en el espacio apareció el cuerpo de Ángel, que fue encontrado en la calle de Miguel Servet a las 20.00 del martes. En su caso, entre la muerte y el descubrimiento del cadáver pasó nada menos que un mes. Los vecinos, tras tanto tiempo sin verlo ni conocer su paradero, acabaron avisando a la Policía.

El lunes se halló a Pilar en su vivienda de la calle de Puente Virrey, en el barrio de San José. También fueron sus vecinos los que alertaron a los agentes, en este caso por el fuerte olor que salía del domicilio. Como suele ser habitual en estos casos, los agentes le tomaron las huellas dactilares a esta zaragozana de 80 años.

Lo mismo ocurrió con el cadáver de otro hombre, también de nombre Emilio, que apareció el día 12 en su casa «en un avanzadísimo» estado de descomposición. Igual que el resto de casos, fueron los residentes del edificio, ubicado en la calle Madrina Salinas, quienes avisaron.

No son casos aislados. En los últimos meses, confirman desde la Sangre de Cristo, han aumentado estas situaciones, en parte,    por el mayor recogimiento por la    crisis sanitaria y la menor asistencia médica presencial.

Dos meses de abandono

La mayoría de las muertes de este tipo se corresponden con hombres sin familia directa. José Manuel Arredondo, director del Instituto de Medicina Legal, considera que debería haber «un registro de la gente que vive sola» y «promover que los propios vecinos pudieran ayudarles y tenerlos controlados, en el mejor de los sentidos». Arredondo cree que la pandemia ha generado miedo entre muchos mayores que no quieren «ni ir al médico».

Uno de los casos más extremos de este año es el de un anciano a cuyo piso se accedió a finales de enero, pero cuya muerte se fechó el 20 de noviembre. Cuando el cuerpo se descompone durante tanto tiempo, los forenses le practican una prueba para recuperar sus huellas. «No se puede cotejar visualmente su identidad con el DNI», matizan desde la Policía.

«Vivía su vida y no molestaba a nadie»

Emilio era vecino del número 91 de la calle de Emilio Castelar, en el barrio de San José, «desde hacía muchos años». Tantos, que antes había vivido con sus padres y sus dos hermanas hasta que uno a uno fueron falleciendo. Era soltero y no tenía hijos ni familia cercana, por lo que se vio abocado a pasar sus últimos años de vida en una situación de soledad no deseada.

«Me lo cruzaba a menudo por las mañanas cuando llevaba a mi nieto a la guardería», cuenta Ángel Ormad, vecino del fallecido, quien consideraba a Emilio «un hombre muy normal, tranquilo, que vivía su vida y no molestaba a nadie», por lo que entiende que es «una pena» que se tuvieran que llevar su cuerpo sin que ningún familiar se llegase a percatar. Emilio llevaba mucho tiempo jubilado después de haber trabajado «un montón de años» en la fábrica de Instalaza. Le gustaba pasar su tiempo con su amigo Paco, un sastre del barrio con quien pasaba «horas charlando en la puerta del negocio». Los fines de semana, cuenta su vecino, disfrutaba del campo junto a algunos conocidos, «al menos hasta hace unos años».

El Justicia llama a reforzar los «radares vecinales»

El Justicia de Aragón, Ángel Dolado, lamentó ayer que la pandemia haya echado a perder «en parte» el trabajo que se venía haciendo para combatir la soledad no deseada. «Estamos viendo que ocurre lo mismo que en aquel agosto de 2018, cuando aparecieron los cuerpos de ocho personas en solo una semana. Y está claro que la covid está siendo determinante», indicó. «Durante el confinamiento, todas las redes sociales de los barrios se volcaron para evitar que la gente se quedase sin comida o sin cualquier apoyo. Pero una vez recuperada cierta normalidad mucha gente se ha quedado de nuevo sola y, encima, con mucho miedo a salir de casa. Tenemos que conseguir que se refuercen de nuevo esos radares vecinales, ese tendero o camarera que siga la pista a los mayores de su entorno. Es fundamental», reconoce Dolado. 

El Justicia apunta que «se ha perdido la atención personalizada en la Atención Primaria», y que también hay menos afluencia «en centros cívicos y de día». «Esa solución que dábamos, la socialización, debe complementarse con un mayor uso de herramientas tecnológicas, como sensores de movimiento que avisen de que el mayor se ha levantado de la cama».

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