Iglesia Católica

Carlos Escribano: "Los jóvenes están en las redes sociales, la Iglesia tiene que estar ahí"

El arzobispo electo de Zaragoza apuesta por adaptar el mensaje pastoral a los nuevos tiempos y por apuntalar el ímpetu solidario surgido a raíz de la crisis sanitaria.

Carlos Escribano, arzobispo electo de Zaragoza, en las dependencias del seminario de Logroño.
Carlos Escribano, arzobispo electo de Zaragoza, en las dependencias del seminario de Logroño.
Abel Alonso

¿Qué siente al haber sido elegido por el Papa para volver a casa?

Gratitud y una gran responsabilidad. Voy a un lugar donde conoces y te conocen, eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El señor marca el camino, y está cerca de la Virgen del Pilar, que no es una cuestión menor para los aragoneses.

¿Qué balance hace de su paso por La Rioja?

He estado poco tiempo, tan solo cuatro años, pero han sido muy intensos programando una misión diocesana y me voy muy contento, sobre todo por las personas que he conocido y porque he descubierto La Rioja. Estando tan cerca de Aragón había pasado en algunas ocasiones pero no las había podido disfrutar desde dentro. Son gente estupenda que me ha acogido como en casa.

De aquella diócesis salió Juan José Omella rumbo a Barcelona, y ahora usted a Zaragoza. ¿Es un trampolín en la Iglesia?

Calahorra y La Calzada-Logroño es una diócesis media en la que se pueden aprender muchas cosas, quizá eso pueda suponer una mayor confianza para otros encargos.

Llega a Zaragoza, una diócesis que conoce. ¿Cuáles son sus particularidades?

Llevo diez años fuera, es un tiempo bastante grande. Zaragoza combina la zona urbana con la rural, y aunque tengan elementos comunes, también los tienen diferenciales, lo que puede suponer un esfuerzo a la hora de transmitir el Evangelio. Además, es una gran urbe y como tal tiene necesidades pastorales, económicas y sociales específicas, y más en un momento tan complejo como el actual, ya que la covid está marcando la realidad.

Sucede en el cargo a Vicente Jiménez, ¿cómo valora su labor?

Le conozco de hace años, es un hombre de Soria, de Ágreda, y se le nota ese componente castellano, es un hombre bueno y recto que vino en un momento complicado a la Diócesis de Zaragoza y ha hecho una labor interesante, ha cumplido muy bien la tarea que se le asignó.

En los próximos años se deben jubilar una veintena de obispos. ¿Va a haber una renovación generacional en la Iglesia española?

Es un poco ley de vida, hay un número grande de hermanos que están cumpliendo la edad de jubilación o la van a cumplir y eso requiere una renovación que hay que acometer. Va a dar lugar a que en no mucho tiempo haya una gran renovación en el episcopado español.

¿La presencia de obispos más jóvenes supondrá un cambio real?

Tenemos una propuesta del magisterio del papa Francisco muy estimulante para que mucha gente encuentre el amor de Dios, y hacerlo de una forma distinta a como lo hemos hecho tradicionalmente, sencillamente porque la realidad social ha cambiado mucho. Hay que encontrar nuevos caminos que nos permitan llegar a la gente.

El Papa llegó con un ímpetu renovador que quizá luego no se ha visto trasladado a la práctica.

Cuando el trabajo tiene que ser en profundidad lleva un tiempo. Muchas veces hay que reflexionar, profundizar, y ver con claridad hacia dónde se puede ir, ser capaces de dar una respuesta renovada. A nosotros, a veces las sinergias nos pueden. Cuando tenemos un clero envejecido, intentar introducir un elemento dinamizador no es sencillo y lleva su ritmo. Pero también es verdad que cuando vas dando pasos se van acogiendo.

Pero la Iglesia debe encajar en una sociedad cada vez más secularizada...

El Papa habla de personas presentes en el seno de la Iglesia, otras algo más alejadas, que participan ocasionalmente, y gente ausente, para quienes el hecho religioso ya no es significativo. Para nosotros todos son interlocutores y eso requiere que yo aprenda a dirigirme de un modo distinto a las personas conforme a su situación. Esto supone un gran esfuerzo y mucha creatividad.

En ese sentido, ¿el reto sigue siendo conectar con los jóvenes?

Los jóvenes están, fundamentalmente en las redes sociales. La Iglesia tiene que hacer un esfuerzo con una propuesta creativa para estar ahí y establecer un diálogo con ellos, que son muy selectivos con lo que quieren. Todo esto supone un gran reto, tenemos que ir aprendiendo a evangelizar en un momento distinto a los anteriores.

Para eso hacen falta sacerdotes.

Ojalá tuviéramos más. Uno de los grandes retos de las diócesis es generar comunidades vivas, que es de donde salen las vocaciones. Es muy importante que los laicos descubran que un día fueron bautizados y que por ello deben ser evangelizadores, y en ese contexto es donde pueden surgir vocaciones consagradas a la vida religiosa.

¿La solución sería incorporar mujeres al sacerdocio?

Es una cuestión que en la Iglesia está cerrada: la idea es que sean varones los que accedan al ministerio. Pero tenemos que trabajar profundamente la vocación sacerdotal, dar un impulso a nuestra pastoral, algo que no es sencillo y que tiene un gran recorrido.

¿Debe pagar la Iglesia el IBI de sus inmuebles?

En los equipamientos que tengan un destino cultural o social no cabe la discusión. Se podría estudiar algún caso que tuviera explotación económica. No queremos ningún tipo de privilegio pero tampoco ser discriminados. Habría que revisar la legislación actual en su globalidad para dar una respuesta adecuada.

Otro de los conflictos que debe abordar es el de las horas de clase de religión, que está en los tribunales.

Es una asignatura que se elige cada año, es decir, pasa un referéndum por parte de los alumnos que escogen en libertad. Es verdad que la ley permite que se reduzca al máximo el horario, pero hay que tener una cierta coherencia, porque hacen falta unas horas mínimas. A lo mejor con 45 minutos no es suficiente, cabría reclamar más.

Llega en un periodo crítico por la pandemia. ¿Qué puede aportar la Iglesia en estos momentos?

La covid nos ha descuadrado para introducirnos en un nuevo modo de vida. Ya veremos cuánto dura, pero hay que sacar la esencia de lo que está ocurriendo. Si solo nos quedásemos con las medidas sanitarias, que son muy importantes, a lo mejor nos perderíamos la profundidad de lo que nos está diciendo la realidad tan cruda, aunque solo sea la experiencia de la vulnerabilidad. Además, esta situación ha generado una gran solidaridad, y hay que mantenerla e incrementarla porque hay gente en situaciones precarias. Hay que ser solidarios.

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