El ocio nocturno de Zaragoza trata de desterrar la idea de que es un foco de contagio del coronavirus. Aquí ya acumulan otro mes más sin ingresos y critican que se les ha "criminalizado" cuando "no ha habido ninguna sala en la que se hayan detectado rebrotes". Así lo defiende Miguel Ángel Salinas, gerente del grupo Canterbury, que volvió a cerrar la sala Hide con el retroceso a la fase 2 y que ahora se ha visto obligado a hacer lo mismo, aunque solo por unos días, con Canterbury Salamero –que podía seguir abierto al tener licencia de cafetería– porque "las cuentas no salían".

No obstante, antes se elaboró un protocolo de prevención que, asegura, "iba más allá de lo que pedía Sanidad". "Se nos está estigmatizando y hemos cumplido sobremanera", lamenta Salinas. "En Hide llenábamos siguiendo todas las medidas (estaba prohibido, por ejemplo, utilizar las pistas de baile), pero sin cubrir gastos –recuerda–. La gente se portaba bien, salvo alguna salida del tiesto que teníamos que corregir".

Según afirma, el grupo lleva buena parte del verano facturando hasta un 90% menos, sobre todo los sábados, cuando la limitación horaria estaba teniendo un efecto devastador en la afluencia de clientes. Los días laborables los ingresos se situaban aproximadamente en la mitad que antes de la pandemia. Ante este panorama, decidió cerrar un par de semanas Canterbury, desde el día 10. "Normalmente en agosto siempre perdemos dinero, pero esta es la primera vez que nos vemos obligados a cerrar", indica.

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