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Islas de calor y oasis refrescantes en los barrios de Zaragoza

En el Casco y Las Fuentes reina el bochorno, mientras que Torrero y La Almozara registran temperaturas más suaves. El mapa del clima urbano señala que la densidad de edificios y la falta de zonas verdes eleva la temperatura, por ejemplo, en la avenida de Madrid y el Camino de las Torres.

El agobio de las altas temperaturas se sufre aún más con las mascarillas.
El agobio de las altas temperaturas se sufre aún más con las mascarillas.
Oliver Duch

El calor está de vuelta y el fuerte viento, por unos días, también. La Agencia Estatal de Meteorología sitúa a Zaragoza en prealerta por ambos fenómenos y, no en vano, echando un ojo a los registros térmicos históricos de la capital (desde el año 1970) se comprueba que julio suele ser más caluroso -dos décimas más- que agosto a orillas del Ebro. “Aunque la temperatura media es de 24,9 grados en julio, el calor puede ser agobiante con cifras absolutas que alcanzan con frecuencia los 35 grados”, explican en un estudio sobre el clima urbano impulsado del área de Medio Ambiente, la Agenda 21 y la Universidad de Zaragoza. En el mismo trabajo, capitaneado hace tiempo por el investigador José María Cuadrat, se apunta que en días anticiclónicos existen en la ciudad diferencias de temperaturas de hasta 6 grados según los barrios: la plaza de España es el punto más cálido, mientras que Torrero y Parque Goya son algunos de los distritos más frescos. 

El cierzo también puede hacer bajar hasta diez grados la sensación térmica de los viandantes (eso se nota sobre todo en los heladores inviernos) y, en verano, cuando el viento llega de componente sudeste sucede lo mismo con el bochorno. No solo la topografía influye en las temperaturas de los barrios, sino que hay elementos como la densidad de construcción, la vegetación o la reflectividad de los materiales que provocan “disimetría” (esas diferencias de grados) entre distritos. El viento, como el que sopla estos días con fuerza (unos 280 días al año lo hace con intensidad en Zaragoza), también deja su huella en los termómetros tanto en invierno como en verano. El Actur, Torrero, Valdespartera o el desprotegido barrio del AVE son las zonas más expuestas cuando soplan rachas de 70 kilómetros por hora (el récord está en 160, en un temporal de 1954).

Todos estos datos son de un estudio de hace casi veinte años y la fisonomía de la ciudad ha cambiado mucho desde entonces: la implantación del tranvía o la creación del parque del Agua han tenido su reflejo en el descenso de contaminación y, en consecuencia, lo tendrán también en los registros térmicos. De hecho, el Ayuntamiento aprobó en 2017 actualizar este ‘mapa del clima urbano’, estudio al que destina 7.200 euros, que servirá para comprobar si la apuesta por sacar coches del centro o por promover las cubiertas vegetales ha sido útil en la lucha contra el cambio climático. La ecuación es sencilla: las temperaturas más altas se dan donde hay mayor densidad de edificación y menos zonas verdes (el Centro, el Casco, Las Fuentes), si bien los expertos explican que hay factores como los aparatos de aire acondicionado que contribuyen más al aumento de las temperaturas que, por ejemplo, el tráfico.

“Por la proximidad al Ebro y al Gállego, el norte de la ciudad suele más fresco”, explican los técnicos de Medio Ambiente, para alborozo de los vecinos de, por ejemplo, Juslibol, que acostumbran a sacar cuatro sillas al portal y pasar las noches a la fresca en uno de los barrios rurales en los que mejor se sobrellevan las temperaturas tropicales.

El Coso, la plaza de España, la avenida de Madrid, así como las áreas próximas a la intersección entre el Camino de las Torres y Miguel Servet son, por el contrario, las zonas más calurosas y donde es más difícil pegar ojo en verano. Las temperaturas descienden progresivamente conforme uno se aleja de este sector, más rápidamente si se va hacia el sur o el norte de la capital. Las parcelas de La Almozara, el entorno de Montecanal o los montes de Torrero (así como el parque Grande y el del Tío Jorge) también figuran entre las zonas más frescas. En todos estos espacios hay bastante humedad, que tiene un placentero efecto termorregulador.

Esta semana se superarán los 33 grados en el centro de Zaragoza y la sensación térmica puede ser aún mayor en áreas como el barrio de Santa Isabel y la carretera de Castellón (en general toda la Zona oriental), más castigados por el ambiente seco.

Observación y mediciones desde 1856

El primer observatorio meteorológico oficial de Zaragoza estuvo en las proximidades de la plaza de las Tenerías y empezó a hacer mediciones en 1856. Fue trasladado en diferentes ocasiones a otros puntos de la ciudad hasta que, actualmente, el registro oficial se ubica en el aeropuerto, a 10 kilómetros de la capital. “Por esta razón, la serie temporal de datos térmicos presenta lagunas e inhomogeneidades que han obligado a su reconstrucción siguiendo la metodología más actualizada”, explican quienes tratan de analizar la evolución del clima zaragozano. 

Con información de casi siglo y medio, se ve que las temperaturas en Zaragoza han seguido un curso similar al observado en el conjunto de España: la década de los años 70 del siglo XIX fue cálida, pero las dos siguientes estuvieron marcadas por valores inferiores. Con el cambio de siglo las temperaturas se recuperaron hasta dar paso en los años 30 a otro episodio frío de más de dos décadas de duración. Desde 1975 y hasta el momento actual las temperaturas han seguido una tendencia ascendente y, de hecho, en Zaragoza en los últimos 25 años la temperatura anual media ha aumentado en 1,3 grados. En verano cada vez son más frecuentes fuertes olas de calor no tanto por sus récords de mercurio como por su permanencia y persistencia.

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