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Adiós a Jubera, uno de los "padres" de la noche zaragozana

Javier Saénz de Jubera, fallecido la víspera de Reyes, fue fundador de míticos bares de Zaragoza como Whisky Viejo, Juan Sebastian Bar, La Casa del Loco, Chaston, La Trompetilla o Rock&Blues.

Mer Sáenz de Jubera, hermana de Javier, junto a Valentina Miranda y Javier, pareja.
Javier Sáenz de Jubera, posando en el Whisky Viejo con su hermana Mer (a la izquierda) y su pareja, Valentina Miranda.
Familia Saénz de Jubera

Aunque muchos no lo conocieran, fue el responsable de innumerables jornadas de fiesta de cientos de personas en Zaragoza. Javier Sáenz de Jubera levantó por primera vez la persiana de míticos bares de la ciudad como La Casa del Loco, La Trompetilla o Chaston. Ese fue parte del regalo que hizo a la capital aragonesa, lugares que latían al son de la música en directo. Javier falleció, a la edad de 70 años, el pasado 5 de enero tras luchar durante una década contra el cáncer. Humilde, gracioso, auténtico, enérgico, épico, rebelde, inmortal, amigo, maestro, un hombre especial, de personalidad arrolladora, trabajador… son infinidad los adjetivos con los que le califican sus cercanos.

"Mi padre fue el responsable de que en la ciudad sonara el jazz"

También riojano, de Murillo de Río Leza. Llegó a la capital aragonesa en la década de los 80 y Juan Sebastian Bar, en la calle de Luis Antonio Oro Giral, fue su primer garito. "Supuso su entrada en Zaragoza", afirma Cristina, su hija. "Más tarde comenzó con el Chaston", añade. "Mi padre fue el responsable de que en la ciudad sonara el jazz".

A partir de entonces, la ciudad cogió el saxofón o el piano para hacer este tipo de música. También La Trompetilla, nombre de otro de sus establecimientos. "Este bar fue maravilloso, allí actuaron importantes estrellas, referentes que participaron en el Festival Internacional de Jazz de San Sebastián y donde se vivieron momentos únicos como la última grabación de Tete Montoliu".

Al parecer, ese género de música no fue el único que empezó a sonar en la ciudad gracias a Javier. "Lo mismo ocurrió con el country", agrega Cristina. Lo de ser pionero en cuestión de ritmos no era nada nuevo para él, tal y como aseguran los que le conocieron. "Mi padre llevó los primeros discos de progresivo a Bilbao. Los compró en Londres, así su bar se convirtió en un referente de la ciudad". Allí, donde residió durante un tiempo, comenzaron los pinitos de Sáenz de Jubera con la música y su relación con la hostelería, pero en Zaragoza se consagró.

A los anteriores bares se suma Whisky Viejo, en la avenida de Goya. Son cientos los recuerdos que les vienen a familiares y amigos sobre este bar. "Tenía de todos los whiskies habidos y por haber", manifiesta su hija. Bien los recuerda Patxi Cano: "A finales de los 90 empecé a trabajar con él allí y me asustaba que hubiera botellas que costaban 50.000 pesetas y 5.000 las copas. Como para que se te fuera la mano". Se puede considerar que es un lugar donde se respira aires de otro lugar. En la tecla dio Cristina Grande en su columna de HERALDO este martes: "Trajo toda la decoración de Nueva Orleans".

Los bares de Sáenz de Jubera eran un encuentro de multitud de países y reflejo de sus viajes. "Se traía contenedores con objetos auténticos. Cada uno escondía una curiosa historia", señala Cano. No faltaban los rocambolescos episodios. "Una vez volvía de viaje y llevaba cinturón, sombrero, botas, silla de montar y unos cuernos de vaca. En el aeropuerto le dijeron que dónde iba, que eso había que declararlo. Les contestó que venía de un rodeo y que era corredor de rodeos. Se lo creyeron y le dejaron pasar", relata su hija Cristina. Esta es una de la mil anécdotas que recuerdan sus familiares y amigos.

Otras muchas se contaron esta semana en el Rock&Blues, su último presente a la ciudad ahora en manos de Patxi. Fue allí, en la calle de Cuatro de Agosto, donde sus seres queridos se reunieron para hacerle un homenaje tras el fallecimiento. En su terraza lo recordarán, puro en mano y con sus Rayban. Próximamente en su cado, en su mesa de siempre, lucirá una reseña donde se le defina como en sus tarjetas de visita: 'veraneante y jazzman'.

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