Zaragoza

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Acusan a un joven de una agresión sexual a la que puso fin la intervención de un ciudadano

La víctima fue atacada en la plaza de José María Forqué por tres hombres, que huyeron cuando un conductor fue en su ayuda.

El acusado, Monsef A., este lunes en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
Heraldo

La intuición y la posterior intervención de un zaragozano libró a una joven de una agresión sexual mayor de la que ya estaba siendo víctima. No pudo impedir que sus asaltantes le robaran el bolso y el teléfono móvil, aunque sí hizo que huyeran al oír sus gritos y el claxon de su automóvil y que dejaran a la chica. Ocurrió en mayo de 2016, pero el juicio no se celebró hasta este lunes en la Audiencia Provincial de Zaragoza.

En el banquillo de los acusados se sentó solo Monsef A., pues es al único de los tres agresores a quien la víctima identificó varios días después, aunque con una seguridad del 70%, como la joven reconoció ante el tribunal. No obstante, desde el principio el procesado ha negado tener algo que ver con los hechos.

Estos se produjeron sobre las 4.00 del 28 de mayo de hace tres años. La joven estaba hablando por teléfono sentada en una jardinera de la plaza de José María Forqué cuando, según denunció, le asaltaron tres chicos. “Uno me agarró del cuello por detrás y me asfixiaba, otro se me echó encima, me sacó los pechos y empezó a manosearlos y otro se quedó al lado vigilando”, declaró ante el tribunal. “Afortunadamente –añadió- gracias a que el conductor pasó por la calle, tocó la bocina, gritó y los espantó. Me dejaron y se llevaron el bolso y el móvil”.

Esa persona fue J. F. S. y este lunes recordó que, efectivamente, circulaba con su vehículo por allí cuando vio a tres jóvenes que observaban a una chica que estaba hablando por teléfono en la plaza y le resultaron sospechosos. “La miraban y hablaban entre ellos. Me chocó, seguí con el coche pero decidí dar la vuelta. Al volver, la estaban abordando, uno por detrás la sujetaba y otro por delante la estaba tocando. Ella pedía auxilio y yo les grité y toqué la bocina. Salieron corriendo. Traté de ir detrás de ellos con el coche pero los perdí de vista”, manifestó ante el tribunal de la Audiencia Provincial de Zaragoza. 

A partir de ese momento, J. F. S. y la joven empezaron un periplo para denunciar los hechos que empezó en la Jefatura del paseo de María Agustín, siguió por la comisaría de Centro en Mayandía y terminó en la de la avenida de Valencia, a la que fueron dos veces y donde finalmente puso la denuncia. Entre medio, se pasó por el Hospital Clínico, donde fue examinada por los médicos.

Ante la pregunta de por qué no llamaron al 091 desde el lugar de los hechos, tanto la víctima como el testigo indicaron que no tenían “experiencia” en cómo actuar cuando pasa algo así y que lo primero que pensaron fue en acercarse a la Jefatura, ya que se encontraba muy cerca de donde estaban. Igualmente, la chica manifestó que no se le ocurrió ir al hospital Provincial porque en el estado de nervios que estaba no cayó que allí mismo había un centro sanitario.

Cuando presentó la denuncia dio una descripción de la persona que le había abordado de frente y solo pudo aportar un detalle de un  varón que la agarró del cuello. “Llevaba una pulsera de plata en la muñeca y me hizo un arañazo con ella en la cara”, dijo.

La denunciante declaró que como pasaban los días y no había ningún detenido –“la Policía me dijo que sabían quiénes eran pero que no podían hacer nada si no los reconocía”–, decidió ir por la tarde a la plaza de José María Forqué con su novio, sentarse en un banco y esperar a ver si veía a alguno de los agresores.

Así vio a Monsef A. y lo identificó como uno de los asaltantes. «Fue el único que no me miró a la cara. Me dio la sensación de que él también me reconoció», manifestó. Entonces sí que avisaron al 091, que mandó una patrulla y detuvo al joven.

Él negó los hechos, pero la Fiscalía solicita para él siete años de prisión por la agresión sexual y tres por el robo. Su abogada, Ana Herrando, pide la absolución por falta de pruebas y cuestiona la identificación. También aportó un análisis del uso del teléfono móvil de la víctima que revela que siguió funcionando tras el robo.