La exclusiva y peculiar Casa Solans

Hace 100 años que se empezó a construir este edificio, referencia arquitectónica de la margen izquierda del Ebro en la capital aragonesa

La exclusiva y peculiar Casa Solans
La exclusiva y peculiar Casa Solans

En el número 60 de la avenida de Cataluña, en Zaragoza, residen Aries, Cáncer, Libra y Capricornio. Su morada es la fachada de un edificio que no pasa desapercibido por su cromatismo, volúmenes, curvaturas y miradores. Los cuatro signos del zodiaco descansan en la Casa Solans. La apariencia de su exterior se traslada, de alguna forma, al interior. Poner un pie sobre el suelo de baldosa hidráulica resulta incómodo. Es como pisar sobre metros de tela de panamá bordada con flores de punto de cruz.

Sus vecinos, los del barrio del Arrabal y de Jesús, le bautizaron durante años “la casa de los azulejos”, sin embargo, su verdadero nombre era Residencia Aísa Farasdués. Esos eran los apellidos de Rafaela, la señora de la casa durante décadas y la esposa Juan Solans, el dueño de La Nueva Harinera y quien la mandó construir.

Este chalet de tres plantas fue trazado por Miguel Ángel Navarro Pérez, según su informe artístico, arquitecto de otros edificios como el Hospital de la Cruz Roja o el Mercado de Pescados. En realidad, era la ampliación de una pequeña torre que Solans había adquirido. Las obras comenzaron hace 100 años, en 1919.

El rico industrial nunca la vio terminada, ya que falleció antes. Hay fuentes que sostienen que, aunque nunca residió, la inauguró con su muerte: 20 Minutos contó que se estrenó para su velatorio, en 1921. Según documentos municipales, en ese mismo año sufrió un incendio y no pudo ser habitada por la viuda de Solans hasta un lustro después.

La Guerra Civil también le pasó factura, pero doña Rafaela vivió allí hasta la década de los 60, tal y como referencia el Ayuntamiento de Zaragoza. Por esos años, sus herederos la vendieron a una inmobiliaria, cita su informe histórico. Ni la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en 1982 le libró del vandalismo y “estuvo a punto de desaparecer bajo la piqueta al ser declarada en ruinas en 1995”, concreta el Ayuntamiento.

Fotografías de hace apenas 20 años muestran una Casa Solans tapiada con ladrillos, con techumbres colgando y grandes boquetes en sus paredes. También cristales rotos. Unas vidrieras firmadas por La Veneciana S.A., de Zaragoza. Los murales de azulejos, también deteriorados, procedían de Castellón y Valencia. Además, en un lamentable estado aguantaban las columnas del mirador, inspiradas en las del Palau de la Música de Barcelona, según Patrimonio.

Tras la última rehabilitación luce como a principios del siglo XX, cuando fue concebida. Cruzar la verja de forja de doble hoja y la puerta de madera permite imaginar cómo eran sus estancias en su momento de oro. En la primera planta se descubre el vestíbulo, el despacho, el comedor o la sala de billar, además de los desaparecidos lavadero, cocina y despensa. La noble escalera conducía a la primera planta, con oratorio, un par de dormitorios y baño, tal y como describe Patrimonio. La última planta, rodeada por una amplia terraza, estaba relegada al servicio.

Un ‘joyica’ de la burguesía zaragozana

Tras la decadente etapa, se le dieron nuevos usos. Durante diez años fue la Oficina de Naciones Unidas de apoyo al Decenio del Agua y en la actualidad es sede de Ebrópolis y oficinas municipales de Cooperación al Desarrollo y de Relaciones Internacionales. Los fines de semana no cierra. Cada sábado se puede visitar con una entrada que se adquiere en cualquier oficina municipal de turismo de la capital aragonesa. Una oportunidad para conocer esta ecléctica joya.

Ese es el estilo donde Patrimonio encuadra a la Casa Solans: “Con todo un repertorio de motivos historicistas neorrenacentistas y con cierto toque de modernismo”. En el libro ‘Zaragoza. Arquitectura. Siglo XX’, se valora como “uno de los escasos vestigios que quedan para imaginar lo que fueron las construcciones que la burguesía zaragozana gustó de levantar”. Es decir, que la Casa Solans es peculiar por las cuatro fachadas y también por su exclusividad.

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