Los vecinos de Las Fuentes detectan nidos de procesionaria en varios puntos del barrio

El parque de Torre Ramona, la calle María de Aragón o el recreo del IES Pablo Serrano han sido algunos de los puntos en los que se han detectado bolsones de esta oruga. Con el inicio de la primavera, los gusanos descenderán de los pinos y será cuando más riesgo representen para viandantes y mascotas.

Pinos afectados por la procesionaria en Las Fuentes
Los vecinos de Las Fuentes detectan nidos de procesionaria en varios puntos del barrio
L. R.

Aunque no es hasta el comienzo de la primavera cuando las hileras de procesionarias comienzan a dejarse ver por la tierra de los parques o las aceras, en el barrio de Las Fuentes ya son visibles varios nidos de este insecto en la copa de los pinos. Así lo ha denunciado la Asociación de Vecinos Las Fuentes de Tramacastilla, que ha detectado nidos en árboles de la calle María de Aragón, en Batalla de Lepanto, en el recreo del IES Pablo Serrano y en el Parque de Torre Ramona. “Puede que haya más zonas afectadas, estas son solo las que tenemos controladas”, apunta José Luis Ibáñez, presidente de la entidad, que comenta que otros años atrás también se han encontrado en el parque Glorieta de Goya.

Por el momento, todos los nidos que han ido señalando se concentran en la misma zona y los árboles afectados son todos pinos, aunque Patricia Pascual, estudiante de quinto de Veterinaria en la Universidad de Zaragoza, asegura que también puede relacionarse con otras especies de árboles como el cedro.

Desde la entidad vecinal admiten estar preocupados por la presencia de estos nidos, especialmente por la cercanía de algunos con el colegio público Torre Ramona. “Los chicos son muy curiosos y pueden acercarse a tocarlas”, advierte Ibáñez. No obstante, el momento de mayor peligro viene cuando las orugas abandonan los nidos y se desplazan por la corteza de los árboles hasta llegar al suelo para poder enterrarse. Según Pascual, esto ocurre en un estadio más avanzado, hacia el final del invierno y el principio de la primavera, y es un proceso que dura alrededor de 30 días. Es entonces cuando la procesionaria puede convertirse en un problema para la salud humana y de las mascotas, aunque los árboles también resultan dañados por la defoliación que les causan sus hábitos alimenticios. “Hay muchos vecinos que tienen perro en el barrio de Las Fuentes. Más de uno se ha puesto malo y conocemos algún caso en el que incluso ha acabado muriendo”, asegura Ibáñez.

La presencia de procesionaria en algunas zonas del barrio de Las Fuentes no es nueva. La asociación asegura que llevan “tres o cuatro años pidiendo que sulfaten en condiciones” porque, según dicen, siempre salen en los mismos pinos y consideran que el tratamiento que se les da a los árboles “no da resultado”. Estos años atrás, el colectivo ha denunciado la situación a través de instancias en la Junta de Distrito, pero lamentan que se trata de un proceso “lento” y que desde que se da el aviso hasta que se retiran los nidos puede pasar hasta un mes.

El Ayuntamiento de Zaragoza, por su parte, ha recordado que en la última campaña se han llevado a cabo actuaciones para el control de la procesionaria en más de 15.000 pinos desde el Servicio de Parques y Jardines. Según el consistorio, durante el mes de junio colocaron más de 200 trampas de feromonas en diversos “puntos calientes” de la ciudad; se inició un ensayo piloto con la colocación de cajas nido de murciélagos, depredadores de la polilla; en octubre se aplicó un tratamiento con bacterias para reducir la población de orugas y, en los pinos de más difícil acceso, se inyectó un producto fitosanitario.

Además, animan a los vecinos a comunicar al consistorio la presencia de nidos a través de los cauces oficiales, ya que como “última medida”, se procede a la retirada manual de los bolsones.

Una emergencia veterinaria

El peligro de las orugas de la procesionaria para la salud de los perros se encuentra en las sustancias urticantes que contienen los millones de pelos del gusano, en especial la taumetopeína. Según Pascual, el contacto más frecuente entre perros y gusanos se produce al olfatearlos, lamerlos e incluso ingerirlos. Esta ingestión provoca la inflamación de la lengua y “si no se produce un tratamiento rápido”, incluso úlceras y necrosis.

Si el animal ha entrado en contacto con la procesionaria, puede mostrar signos como nerviosismo –debido al picor-, fuerte salivación, fiebre, conjuntivitis o problemas respiratorios. “Cuando la oruga es ingerida, el animal puede presentar vómitos y diarreas”, explica.

Además, los daños que puede producir este insecto en el organismo de los perros varían mucho en función de la capacidad de respuesta de los propios animales. “En algunos puede provocar un cuadro sistémico con postración y depresión general del estado del perro, y si continúa, puede evolucionar a un cuadro clínico con convulsiones e incluso shock anafiláctico y coma”, apunta.

No obstante, aunque se trata de “una emergencia veterinaria en todos los casos”, es un accidente que no ocurre con demasiada frecuencia. “Hay casos, pero realmente no muchos. Todos los años tenemos alguno, pero calculo que no son más de cinco o seis”, concluye Maite Verde, directora del Hospital Veterinario de la Universidad de Zaragoza.

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