San Lamberto

Con todo respeto a San Valero, San Lamberto sería también un buen patrón para Zaragoza.

San Lamberto, con su cabeza en la mano, aparece en la fachada de la iglesia de Santa Engracia.
San Lamberto, con su cabeza en la mano, aparece en la fachada de la iglesia de Santa Engracia.
Carlos Moncín / Heraldo

En Zaragoza se celebra mañana San Valero, patrón de la ciudad, obispo en el siglo IV, un hombre de orden, bien considerado por sus superiores y maestro de San Vicente Mártir. San Valero está en las puertas del Ayuntamiento con su mitra y su bastón, junto al ángel custodio. Cada veintinueve de enero recuerdo a San Lamberto porque, si yo pudiera elegir un santo como patrón de la ciudad, elegiría, sin dudarlo, a este santo labrador que murió por no renunciar a sus convicciones. Se dice que fue decapitado por el dueño de la hacienda en la que servía, un infiel que le exigió abjurar de su fe. Yo soy más partidario de la teoría de José Antonio Labordeta, según la cual Lamberto salió una mañana a atender su huerta. Entonces, se cruzó en su camino un centurión romano y le advirtió que estaba transitando por tierras imperiales. Cuando Lamberto se negó a reconocer la autoridad de Roma, el soldado le cortó de un tajo la cabeza. Hasta aquí todo es normal. Aragoneses que no reblan y poderosos que quieren imponer su voluntad. Pero lo sorprendente, lo que no ocurre casi nunca, fue que Lamberto, ese labrador que no quiso entender de fronteras, cogió su cabeza y anduvo unas cuantas leguas con ella en la mano hasta llegar al lugar donde estaban enterrados los innumerables mártires de Zaragoza.

No me interpreten mal. Me parece bien nuestro San Valero ventolero y rosconero, pero si yo pudiera elegir, elegiría, sin dudarlo, a Lamberto, el santo del pueblo que no cedió ante los caprichos del poder.

Víctor Juan es director del Museo Pedagógico de Aragón