Un San Valero nada ventolero llena calles, plazas y museos con miles de zaragozanos

Los gigantes y cabezudos y los roscones triunfaron en una jornada multitudinaria pese a ser puente.

Fue rosconero, pero no ventolero, y eso se notó. Un agradable sol de enero animó ayer a miles de zaragozanos a tomar las calles de la ciudad para celebrar el día de su patrón, San Valero. A pesar de ser puente, las actividades programadas y las jornadas de puertas abiertas tuvieron una gran acogida. Así, las filas de gente esperando para participar en algún acto o entrar (gratis) a algún museo municipal se sucedieron tras cada esquina.

El Ayuntamiento abrió sus puertas a la ciudad a primera hora de la mañana. Fue el propio alcalde, Pedro Santisteve, quien guió por la casa consistorial a los primeros 20 vecinos, de los 2.813 que se pasaron por allí a lo largo del día. Dentro, Alfonso el Batallador, Casta Álvarez y César Augusto ‘en persona’ explicaron a los visitantes algunos pasajes de la historia de la ciudad. "Nos sacan de San Valero en San Valero, por eso no pasa el tiempo por nosotros", comentaban tan ilustres personajes.

El alcalde enseñó a los visitantes sus dos despachos: el oficial y "el de verdad", como él mismo lo denominó. Cuando llegó a la Alcaldía, Santisteve decidió ‘mudarse’ de la estancia que usaba Juan Alberto Belloch a una sala contigua, más pequeña y práctica, con más conglomerado y menos madera noble. "Estará un poco revuelto...", advirtió Santisteve antes de entrar. Allí, estos vecinos pudieran alparcear las más de 20 fotos que el alcalde tiene por las paredes, la mayoría suyas con sus colegas de los llamados ayuntamientos del cambio, pero también alguna con el rapero Kase.O o con el boxeador José Antonio López Bueno.

Mientras, en el zaguán del Ayuntamiento, calentaban para entrar en acción los gigantes y cabezudos. Decenas de pequeñas cabezas asomaban por las enormes puertas de la casa consistorial para ver si detectaban el más mínimo movimiento en la Pilara, el Robaculeros y compañía, que esperaban apoyados en la pared su momento de gloria.

Unos minutos antes salió de ese mismo zaguán la corporación municipal camino de la catedral de San Salvador, La Seo, donde se celebró la misa de San Valero con el templo lleno. "No, que este año no hay caballos", aclaraba a su mujer un hombre que esperaba el paso de los concejales. Se refería a la ausencia de la unidad de Caballería, que por decisión del gobierno de ZEC no participó en la procesión como parte de su plan de desvincular la actividad municipal de los actos religiosos. Sí lo hicieron, como manda el protocolo, dos agentes vestidos con el uniforme de gala, así como los ujieres del Ayuntamiento, con pesadas capas fabricadas en los años 40. Los únicos concejales que este año formaron parte de la procesión fueron los del PP, que volvieron a escuchar pitos y protestas a la puerta de La Seo por parte de unas 50 personas convocadas por Mhuel (Movimiento hacia un estado laico).

Carreras por Don Jaime

Entre bocado y bocado al roscón, la expectación la generaban los gigantes y cabezudos. Juan, de 11 años, esperaba ver al Morico; Eva (6), a la Pilara; y Hugo (3), aguardaba la salida del Forano con un muñeco de este cabezudo en la mano. Les acompañaba Clara Mozota, quien contó que el plan familiar era claro: "Ver a los cabezudos, tirarse por el Tragachicos y tomar vermú". Emilio Marín, con Nerea (4 años) y Marcos (1), contaba que celebran San Valero "desde que nació la pequeña", y casi exclusivamente "por las actividades infantiles".

Puntuales, gigantes y cabezudos salieron a las 11.00 rumbo a la calle de Don Jaime I, donde pocos minutos después se vivieron largas e intensas carreras. Los pulmones de la Cigarrera se olvidaron del tabaco y funcionaron a pleno rendimiento en un esprint en el que dio gusto verla. Un poco más adelante, la Pilara se marcaba un baile en el centro de un corro de zagales que le cantaban aquello de que "cuando camina, mueve las plumas como una gallina", y que acabó en abrazo colectivo a la cabezuda.

Mientras, en la plaza del Pilar, el Tragachicos comía y expulsaba chavales a velocidad de vértigo, convertido ya en estrella indiscutible de cualquier fiesta zaragozana que se precie. La fila de niños esperando para deslizarse por la atracción se retorcía varias veces sobre sí misma.

A menos de 200 metros se cocinaba una de las pocas novedades de este San Valero: una bandera de la ciudad de diez metros fabricada con claveles rojos y culminada con un león zaragozano de musgo polar blanco. Rubén Cebollero, presidente de la Asociación de Floristas de Aragón, explicaba que la idea era "que la gente participe" colocando las 8.000 flores y que confiaba en que el acto "se convierta en una tradición".

La cultura también se hizo un hueco en la fiesta. Sin Roscón Rock, hubo conciertos en varias plazas de la ciudad de jotas, bandas de música, folk, jazz... Las visitas a los museos funcionaron a pleno rendimiento –entraron 12.029 personas–, y también hubo quien aprovechó para visitar dos espacios de la margen izquierda que abren a cuentagotas: Casa Solans y el balcón de San Lázaro. En ambos se completó rápidamente el aforo previsto.

Lejos del bullicio del centro, en Etopia más de 400 personas batieron el récord de asistencia en una jornada a este equipamiento municipal, donde disfrutaron de las actividades de divulgación científica que se programaron, pensadas para todos los públicos.

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