El Monasterio de Piedra, a vista de pájaro

Un total de 32 aves rapaces criadas en cautividad tienen su particular refugio en este enclave natural de Nuévalos, donde realizan exhibiciones desde hace 15 años.

El público contempla una exhibición de aves rapaces durante su visita al Monasterio de Piedra.
El Monasterio de Piedra, a vista de pájaro
Macipe

Contemplar el vuelo de un águila de Harris, de una volatinera, de una rapaz africana, sentir la fuerza al batir las alas de un buitre leonado, ver la peculiar forma de moverse de un caracara o romper con el mito de que los búhos solo salen de noche. Estas son algunas de las posibilidades que ofrecen las exhibiciones de aves rapaces que acoge el Monasterio de Piedra desde hace unos 15 años.

Aunque estos espectáculos, que tienen lugar entre marzo y octubre, se extienden durante unos 30 minutos, detrás hay un trabajo minucioso de muchas más horas. "Cada día empezamos limpiando el interior del recinto en el que descansan, que es lo más importante, y se las pesa a todas", detalla Andrea Rodríguez, responsable del equipo de cuidado de estos animales.

"Determinado el peso de vuelo y teniendo en cuenta la temperatura que ha hecho por la noche –a más frío se les da más alimento–, se les da la comida necesaria para que conserven el instinto de salir a volar, sin que pasen hambre", incide esta bióloga. Y es que, según argumenta, "no se les mata de hambre, porque si no el halcón, por ejemplo, no podría hacer el vuelo que le pido".

A las exhibiciones se unen por la tarde las sesiones de entrenamiento, en las que participan tanto Andrea como los otros tres miembros del equipo: Raúl, Ángela y Miriam, todos con formación específica en el ámbito natural y en el cuidado de animales. "Es un trabajo muy especializado y no todo el mundo está hecho para esto", asume la responsable. Antes de que acabe el día, se vuelve a limpiar el recinto y se realizan las labores de mantenimiento, así como las curas y las atenciones que puedan necesitar los animales.

Las protagonistas

En estos espectáculos, las protagonistas siempre son algunas de las 32 aves que acoge el Parque Natural, entre las que se encuentran entre otras, ejemplares de halcones lanarios, de búho real, de bengala, de lechuza común, de buitre de Rupell o de espalda blanca. "En las sesiones participa en torno a la mitad, dependiendo de si tienen el peso correcto y de si han podido regurgitar sus egagrópilas (restos de alimentos que no han podido digerir)", explica Andrea.

La mayor parte de estas aves han sido criadas en cautividad, pero también hay algunas que han llegado desde centros de recuperación, como el de La Alfranca y de otras comunidades, en los que se considera que no pueden reintroducirse en el entorno. "Los animales vienen aquí cedidos por los centros, mediante convenios de colaboración, generalmente porque allí no tienen espacio o recursos suficientes para atenderles", apunta la responsable.

A lo largo de las exhibiciones el público sigue atento el trazado que marcan todas y cada una de las rapaces, y en el caso de algunas el vuelo pasa a escasos centímetros de las cabezas de los asistentes. Pero entre todos los animales participantes, hay tres que llaman especialmente la atención: el búho real, el caracara y el buitre leonado, con sus casi 3 metros de envergadura.

Para el público que participa es una oportunidad "por la cercanía en la que pasan los animales", reconocen algunos. "Creíamos que el búho era una ave exclusivamente nocturna, pero aquí descubrimos más sobre su forma de comportarse", confiesan unos jóvenes visitantes. "En nuestro caso ya lo conocíamos, pero queríamos que nuestro hijo lo viera", reconoce otra pareja de zaragozanos.

Durante los espectáculos tanto Andrea como el resto de integrantes, alternan el vuelo de los animales con explicaciones que aportan datos biológicos y que intentan inculcar el valor de la conservación "y más en un momento en el que la naturaleza pende de un hilo", subraya Andrea.

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