"El riesgo existe haya poca gente o mucha"

Unos 90 socorristas vigilarán este verano las piscinas zaragozanas para evitar posibles sustos.

Un socorrista vigila la piscina municipal Salduba.
Un socorrista vigila la piscina municipal Salduba.
Enrique Navarro

Tienden a ser estudiantes, aunque la crisis ha hecho que la edad media esté ahora "un tanto distorsionada". Javier Sanz, coordinador de socorristas de Eulen, sostiene que, pese a que la rotación ya no es tan rápida en este sector, cada año suelen a entrar más de 30 socorristas nuevos a las piscinas municipales, aproximadamente un tercio del total.

María Arcal velará hasta septiembre por la seguridad de los bañistas del Actur. "Llevo nadando toda la vida. Otros veranos he trabajado como monitora de natación, pero este he querido cambiar y, de paso, ahorrar un poco", afirma. Por el momento está "muy contenta", aunque es consciente de que la temporada no ha hecho más que empezar. De cara al año que viene espera repetir. Sobre todo si la experiencia es buena "y no hay ningún susto gordo".

Gerardo Belloch representa el extremo opuesto, ya que ejerce de socorrista desde hace unos 17 años. La profesión le llamó la atención "desde pequeñito". "Me gusta ayudar a la gente", resume. En este tiempo ha trabajado en la ciudad, en barrios rurales y en piscinas cubiertas. "En todas existe el mismo peligro, haya poca gente o mucha", añade. Su labor diaria requiere de "mano izquierda y sangre fría". "Hay muchísimas caídas y, a la larga, todos los veranos tenemos que lanzarnos al agua para asistir a alguien. Ocurre, sobre todo, con los niños. En cuestión de segundos, aunque esté el padre presente, pueden ahogarse".

Formación y vida profesional

Pese a que los bañistas no siempre hacen caso, llamarles la atención es también parte de su trabajo. "Es una labor preventiva. La gente ha de saber que todo tiene un porqué", señala.

La vida profesional de un socorrista suele oscilar entre los dos y los cuatro años (el tiempo que tardan en terminar sus estudios superiores), aunque, como demuestra Belloch, hay excepciones.

Los aspirantes deben superar un curso en el que reciben "una amplia formación en materia de primeros auxilios, rescate acuático y salvamento", entre otros aspectos. Han de saber realizar maniobras de reanimación y utilizar desfibriladores, tareas que requieren una buena forma física. "Es un trabajo agradable, pero exige responsabilidad", explica Sanz.

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