La estación de autobuses de Delicias cumple hoy diez años con una pérdida de viajeros del 38%

La crisis y su distancia al centro hacen que tenga 1,4 millones de usuarios al año menos que en 2007. Quienes la usan valoran sus servicios y limpieza, pero cada vez más gente baja en paradas anteriores.

Los empresarios del transporte critican el tamaño (demasiado grande) de la estación.
Los empresarios del transporte critican el tamaño (demasiado grande) de la estación.
Enrique Navarro

Tal día como hoy, pero hace diez años, la Estación Central de Autobuses de Delicias recibía (y despedía) a sus primeros viajeros. Las viejas cocheras de las distintas compañías, que estaban diseminadas por toda la ciudad, daban paso a una terminal grande, moderna, intermodal... y muy alejada del centro de Zaragoza. En su primer año de vida pasaron por estas instalaciones 3.717.829 pasajeros. Diez años después, su número se ha reducido a 2.303.222, un 38% menos.

Hay dos factores principales que han contribuido al fuerte descenso en el uso de la estación. Para empezar, la crisis económica, que también afectó al transporte de larga distancia y que ha tenido sus consecuencias en todas las estaciones de autobuses. Además, su ubicación no ha ayudado, precisamente. La estación de autobuses de Delicias –a la que obligatoriamente tienen que entrar todas las líneas que recorren más de 50 kilómetros– está a tres kilómetros de la plaza del Pilar, a cuatro del hospital Miguel Servet o a seis del barrio de La Paz, por poner tres ejemplos.

Esto obliga a casi todos los viajeros a usar el transporte público para ir hasta la terminal a coger un autobús o para desplazarse por Zaragoza cuando llegan. "Hay viajeros a los que les cuesta más tiempo o dinero llegar a la estación que hacer su trayecto de larga distancia", reconoce Íñigo Laín, director general de la estación. Por eso, algunas líneas consiguieron autorización para hacer paradas intermedias en otros puntos de la ciudad, aunque obligatoriamente tengan que acabar sus trayectos en Delicias.

Esto ha hecho que algunos recorridos lleguen a la estación casi vacíos, ya que la mayoría de los pasajeros han preferido bajarse en el centro. Carlos Martínez, de Autobuses Zaragoza –que lleva entre otras la línea a Calatayud–, señala que en su caso "solo llegan hasta la estación el 20% de los viajeros". "Y en algunos horarios, menos", añade. Juan Calvo, de Ágreda, calcula que en su caso el porcentaje es del 40%.

Estas paradas intermedias son una buena solución para los usuarios y para los empresarios del transporte, pero solo parcial. Para empezar porque únicamente se pueden usar para dejar a los viajeros cuando llegan a Zaragoza, pero no para recogerlos al salir. Además, con estas paradas se quita importancia y tráfico de viajeros a la propia estación, con las consecuencias que esto tiene en los anuncios publicitarios o en los locales comerciales.

Martínez da dos argumentos para avalar la tesis de que la ubicación de la estación ha sido clave en su pérdida de usuarios. Por un lado, resalta que en 2008, cuando la crisis aún no había llegado a Zaragoza, "ya se perdieron muchos usuarios"; por otro, que cuando en 2012 pudieron empezar a dejar viajeros en el centro, se frenó el descenso de los usuarios.

Además, los empresarios critican el tamaño de la estación –"es mastodóntica", dicen–. Es tan grande que podría acoger diez veces más del tráfico de autobuses que registra. Este tamaño dificulta su gestión, la hace menos acogedora y, textualmente, más fría para los usuarios.

Por estos y otros motivos, el sector coincide en señalar que la Estación Central de Zaragoza fue "un error". "Es un auténtico desastre, en la vida tendrían que haberla hecho así. Es un monstruo de estación, no tiene ni pies ni cabeza", dice Juan Calvo. "Estuvo mal parida desde el principio, y aún lo estamos pagando. Una estación tendría que estar lo más cerca posible del centro. Está mal localizada y su diseño es muy deficiente", añade Carlos Martínez. El propio director de la estación, Íñigo Laín, admite que los autobuses "se metieron con calzador en la estación de tren", y que "para el usuario es incómodo". Además, apunta que con los trenes AVE sufren "una competencia desleal", ya que sus billetes en ocasiones están subvencionados, lo que agrava el trasvase de usuarios del bus al tren.

Una caída constante

Como consecuencia, la caída de usuarios de la estación ha sido constante desde que se inauguró, de entre un 5% y un 8% anual. El mayor descenso lo han sufrido los viajes más cortos, de entre 50 y 100 kilómetros (46%) y entre 100 y 200 kilómetros (47%). Los de más de 200 kilómetros han bajado un 25%. El director de la estación confía en hacerla "lo más atractiva posible" para atraer a los viajeros, y señala que los usuarios más fieles valoran los servicios y la limpieza, entre otros asuntos. "Por las encuestas que hacemos, cuando vienen por primera vez la percepción es nefasta: poca iluminada, grande... Pero cuando han venido muchas veces ponen buena nota, dicen que es moderna y que tenemos de todo", concluye.

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