Un torrente artístico

José Martí, en su homenaje particular a Aragón, donde amó a la joven Isabel de Montalvo, dijo que el Ebro era lodoso. Otros lo han calificado de vertiginoso, han dicho que avanza hacia el mar de espaldas a Zaragoza, la novia del viento. El río ha tenido grandes cantores: Jesús Moncada en ‘Camino de sirga’ y ‘La galería de las estatuas’, pero también le dedicaron textos muy distintos los viajeros, Benjamín Jarnés, que escribió unas ‘Cartas al Ebro’, José Ramón Marcuello, Arcadi Espada, José Antonio Labordeta, Félix Romeo Pescador, Gil Comín Gargallo o Daniel Gascón, que hace inventario de historias y anécdotas del río.

'Vista de Zaragoza', de Juan Bautista Martínez del Mazo

El río, con sus puentes, siempre ha estado ahí como una tentación o un estímulo, a orillas del Pilar y La Seo. Ha inspirado a numerosos artistas. Por ahí están las obras de Juan Bautista el Mazo, yerno de Velázquez, Antoine de Wyngaerde. Si nos acercamos más hacia aquí veremos los cuadros de Rafael Aguado, apasionado del río, o una obra magistral de Marín Bagüés: ‘Los placeres del Ebro’, que concentra la vitalidad, la libertad y la esperanza de la II República con sus bañistas, las piraguas y la lengua del agua.

'Los placeres del Ebro', de Marín Bagüés

El Ebro ha tenido otros artistas: Eduardo Salavera, que captó sus riberas floridas; Pepe Cerdá, fascinado por el brillo de sus aguas en la noche y por sus puentes, o Ignacio Mayayo, que lo ha hecho sustancia y modelo de muchos de sus dibujos y cuadros. Hasta Honorio García Condoy esculpió una ‘Venus del Ebro’: una mujer esbelta e interminable que podría ser una ninfa que ha huido del cauce y ha buscado refugio en tierra firme. Tanto la ha buscado que ha desaparecido.

'Vista de Zaragoza', de Anton van der Wyngaerde