Zaragoza

Triunfo con sangre de Javier Jiménez en la primera de la Feria del Pilar

Toros

A pesar de haber recibido una grave cornada en los primeros compases de la faena de muleta, el novillero sevillano se mantuvo en el ruedo hasta cortar la primera oreja en la inauguración de la feria taurina de la capital aragonesa.

Cuatro novillos de Los Azores y dos, en los últimos lugares, de Javier Molina. Desiguales de presentación y bajos de raza, aunque casi todos nobles y manejables. Destacó el cuarto por su mayor entrega.


Damián Castaño: cuatro pinchazos y descabello (silencio); dos pinchazos y bajonazo trasero (ovación tras aviso); y estocada trasera y tres descabellos (silencio).


Javier Jiménez: gran estocada (oreja), en el único que mató.


David Galván: bajonazo y estocada trasera (ovación tras aviso); y estocada tendida y trasera (ovación tras aviso).


Entre las cuadrillas, saludó David Adalid tras banderillear al primero.


Según el parte médico del doctor Cal-Carrere, Javier Jiménez fue operado en la enfermería de la plaza de una cornada "a nivel de la cara interna del tercio superior de la pierna derecha, con orificio de entrada de 10 centímetros y dos trayectorias: una ascendente de 15 centímetros, que desgarra el gemelo interno y alcanza el hueco poplíteo, y otra descendente de 10 centímetros, subfascial, que provoca hemorragia venosa. Pronóstico grave".


La plaza registró menos de un cuarto de entrada.


Un gesto de torero


La cornada llegó en los primeros compases de la faena, en una colada, un pequeño achuchón del segundo novillo de la tarde, que apenas levantó los pies del suelo a Javier Jiménez. Nadie, salvo el propio novillero, pareció darse cuenta en la plaza de que estaba herido, hasta que la sangre empezó a empapar de rojo la media rosa.


No hizo el joven sevillano ni un gesto de dolor, ni un aspaviento, sino que siguió toreando a un novillo que parecía que iba a ofrecerle poco. Pero a medida que su propia sangre iba llegando hasta la zapatilla, Jiménez fue cuajándole al utrero de Los Azores largos y templados naturales.


Muy asentado en la arena, casi a pulso y sin cambiar de color ni mudar el semblante a pesar del percance, el rubio torero logró sacar más de lo que parecía ofrecerle el enemigo, hasta cuajarle la mejor faena de la tarde.


Todo un alarde pundonor y torería que Jiménez remató con una soberbia estocada. Sólo cuando las mulillas arrastaron al novillo y cogió de manos del alguacilillo la preciada oreja cortada accedió a que le atendieran y pasó andando por su propio pie a la enfermería.


Por el percance de su compañero de terna, a Damián Castaño le correspondió matar tres novillos, sin lograr hacerlo con contundencia y en ningún caso al primer intento. Varios pinchazos, cuando no unos cuantos golpes de descabello en los tres turnos dejaron al salmantino sin ningún posible trofeo, sobre todo del cuarto de la tarde, el más completo y bravo del lote.


Si le puso oficio Castaño al descastado primero y no acabó de cogerle el aire al sexto, que embistió bien por el lado izquierdo, a ese cuarto le hizo una faena que, pese a su desigual planteamiento y sin terminar de apurar la buena condición del astado, llegó más a los tendidos ya desde que lo recibió con cuatro largas cambiadas de rodillas.


David Galván se extendió en dos faenas de largo metraje, por las que escuchó sendos avisos antes siquiera de coger la espada de acero. Pero tanto con su primero, de escaso celo, como con el quinto, de mayor movilidad, dejó ver sus elegantes maneras antes de meterse en la distancia corta para exprimir lo poco que le ofrecieron ambos.