MEMORIA HISTÓRICA

Vidas desgarradas por la sinrazón de la guerra

Se llamaban Augusto Muniesa Belenguer y José Badía Arpal. Pertenecían a universos completamente distintos pero la Historia les unió para siempre: ambos tienen hoy una placa en el Memorial a las víctimas del franquismo inaugurado hace unos días en el cementerio de Torrero. Seguramente, Augusto y José nunca cruzaron la palabra, tan distintas eran sus vidas; pero hoy sus placas están separadas apenas unos metros. Sus familiares prácticamente pueden tocarse mientras les colocan flores.

Muniesa, médico, profesor en la Universidad de Zaragoza, ex alcalde de la capital aragonesa, era un burgués ilustrado que murió fusilado junto a su hermano el 7 de octubre de 1936. Los Muniesa, conocidísimos en la ciudad, tenían muchos amigos y evitaron la fosa común, aunque pronto fueron sepultados por el olvido.

Apenas dos meses después perdió la vida, tras recibir dos tiros en la nuca, José Badía. Era un trabajador del campo, líder de la CNT de Movera, y corrió peor suerte. Su asesinato, a pesar de los esfuerzos de su familia en los últimos años por aclarar los puntos oscuros, sigue aún hoy envuelto en dudas, plantea numerosas preguntas sin respuesta.

Dos historias, dos dramas humanos, dos intentos de búsqueda de la verdad de lo ocurrido. HERALDO recupera hoy dos de las 3.543 historias que laten bajo las placas del Memorial de Torrero.