ASUNTOS SOCIALES

Una treintena de indigentes malviven en una construcción paralizada en la plaza de Rebolería

Los vecinos alertan de los problemas de salubridad y piden que se tapie todo el perímetro que "está mal vallado".

Carteles de 'riesgo de caídas' y 'cuidado: cargas suspendidas' es toda la advertencia de peligro en el exiguo vallado. Insuficiente para que, desde hace cuatro meses, una treintena de indigentes haya ocupado el esqueleto de lo que iba a ser un edificio de viviendas en la plaza de Rebolería. La construcción, actualmente paralizada, se ha convertido en el refugio de los sintecho, a pesar de peligros evidentes como escaleras sin acabar, hierros descubiertos que emergen del cemento y precipicios sin protección que ponen a prueba el equilibrio de quienes allí han instalado sus chamizos de telas y cartones.

La infravivienda está perfectamente compartimentada: los rumanos ocupan la parte de abajo, los españoles se han instalado en la segunda planta y una más arriba malvive una decena de argelinos y marroquíes. Apenas hay trato entre unos y otros, pero -aseguran- tampoco graves fricciones. Aún disponen de las tomas de agua de la obra, aunque todas las instalaciones eléctricas fueron sustraídas semanas atrás. Eso sí, como espada de Damocles sobre la ocupación' penden las quejas de los vecinos por el peligro y la insalubridad que ellos, resignados, reconocen. "Es verdad. Hay suciedad y olores, pero por aquí pasa mucha gente que no cuida ni siquiera el sitio donde duerme", comenta uno de los ocupas, intentando discernir entre "quienes solo beben y se pelean, y quienes se han visto abocados a esta penosa situación".

Quejas e inspecciones

Según cuenta Alberto Casañal, presidente del Consejo de Salud, las asociaciones de vecinos del barrio (Aloy Salas Tenerías y San Agustín-Parque Bruil) elevaron una queja a la junta de distrito alertando de los riesgos de la edificación y de la falta de civismo de sus moradores. De hecho, las llamadas a la Policía son constantes y en más de una ocasión ha tenido que acudir el 061 para hacerse cargo de alguna intoxicación etílica. También los Bomberos han realizado un par de intervenciones para apagar fogatas que se encienden para cocinar, y los vecinos temen que con el frío y el viento venideros los 'ocupas' echen mano del fuego para calentarse en torno a una lumbre.

La junta de distrito remitió la queja a la Policía y los integrantes de la oficina del Plan Integral del Casco Histórico (Pich) verificaron los hechos sobre el terreno. "Al problema de la ocupación se le suma el de la salud y la seguridad de quienes ahí malduermen", explica Álvaro Sanz, de la junta de distrito, que cuenta cómo el informe del Pich se llevó junto a las conclusiones policiales hasta el área de Urbanismo. De hecho, es el servicio de inspección urbanística el que tiene que obligar al propietario (la promotora sufrió un problema de crédito e inició un concurso de acreedores) al vallado completo de la construcción o, en caso de que este no se produjera, el Ayuntamiento actuaría de forma subsidiaria pasando la factura después.

Primeras actuaciones

Hace poco más de una semana, se valló y tapió el flanco que da a la plaza Rebolería, pero los vecinos dicen que "sigue siendo sencillo adentrarse en el edificio porque falta por enladrillar tres cuartas partes del perímetro". "Junto a la tapia orinan y aquello se ha convertido en una pocilga", denuncia Carmen Turégano, presidenta de la Asociación San Agustín-Parque Bruil, que cuenta que algunos llegan incluso con maletas y se acostumbran a pedir limosna y tabaco. En el centro de Salud situado en la misma plaza de Rebolería relatan que en más de una ocasión han tenido que hacerse cargo de algún beodo y temen que, 'nublada su razón', la falta de protección de los pisos paralizados pueda hacer que los sintecho sufran algún accidente grave.

Lo más sangrante es el rumor que corre de que, incluso, hay una mafia que ocupa el edificio y que, a modo de gorrillas, cobra por pasar la noche en esas condiciones. Ellos lo desmienten, aunque sí relatan que las estancias que se corresponden con el garaje (que disponen del agua y están menos expuestas al viento) son las más valoradas.

Algunos de los moradores de este edificio son 'viejos conocidos' del barrio y usuarios habituales del albergue municipal que se encuentra unos metros más abajo, en la misma calle de Alonso V. Allí comentan que la estancia máxima en sus instalaciones es de seis días cada tres meses y que actualmente sus cerca de 90 plazas están ocupadas. Cuando llegue el frío habilitarán dos espacios de emergencia en los que, con colchonetas y mantas, podrán acoger a más indigentes, porque desde que comenzó la crisis hacen corto para atender tanta demanda. Algunos se acercan al albergue a desayunar, a asearse o a hacer vida social, pero cuando va cayendo la noche y ven que ya no tienen cama regresan a "la casa de los agujeros".