EXPO 2008

¿Mamá, por qué han puesto basura?

Esta es la pregunta que muchos niños se hacen al observar el recién inaugurado tanque de Medio Ambiente del Acuario. Bolsas de plástico, botellas y hasta una bicicleta comparten medio acuático con decenas de peces.

Lisa, lubinas y anguilas conviven ahora en su tanque con unos poco agradables vecinos. Botellas, un guante de látex, y hasta un microondas decoran esta nueva estancia del Acuario. Todos los objetos han sido recogidos en las riberas del Ebro y forman parte de los desechos habituales que los aragoneses tiramos a nuestros ríos. Antes de instalarlos, han sido desinfectados y se les han eliminado los bordes cortantes para evitar perjudicar a los peces. Aunque la mayoría de ellos ya están acostumbrados a lidiar con estos elementos en su hábitat natural.


Esta idea, ya instaurada en otros acuarios españoles como el de Lanzarote o Gijón, sirve para concienciar a niños y adultos del daño que puede causar utilizar los ríos como vertederos. Aunque en estos acuario, los residuos se cogían directamente del puerto. “Poco a poco los elementos que hemos traído irán cogiendo una capa de moho y se irán camuflando con el resto del decorado”, indica el director del Acuario, Iñaki Aguinaga.


El nuevo tanque, situado a la salida del recinto, no pasa desapercibido para nadie. Todo el mundo se fija en que esos objetos no deberían estar allí. Tras unos segundos de desconcierto, leen los letreros y comprenden el significado de esta escenografía. “Ah, esto es para que veamos que es lo que puede pasar con los río”, o “en esto se va a convertir el río Ebro”, explican algunas voces. Sin embargo, desgraciadamente esta escena es cada vez más habitual en los ríos españoles, y en todo caso, no hará más que aumentar si no se ponen medidas a tiempo.


Muchos niños se sorprenden de cómo pueden vivir los peces con tanta basura alrededor. “¿Oye Nico, tu hermana contamina tanto?”, pregunta uno de los visitantes de menor edad. Pero Nico no contesta a su incisivo amigo porque probablemente no sabe cuánto contamina su hermana. La labor está hecha. El objetivo de este tanque, según explica Aguinaga, es concienciar a los visitantes de que los ríos no son los vertederos de las ciudades, y de que se debe cuidar más el medioambiente.


Según los estudios, una colilla tarda en degradarse cerca de cinco años, una lata de bebidas quinientos, una bolsa de plástico entre 20 y 30 años, una botella de vidrio un millón de años, y una botella de refresco quizá nunca se desintegre. Estos son los datos de una incómoda realidad que con iniciativas como esta cada vez se hace más patente.