Una segunda vida para un residuo peligroso

Las pilas contienen una serie de elementos químicos contaminantes que pueden ser perjudiciales para la salud y el medio ambiente.

Reciclaje de pilas en Zaragoza
Una segunda vida para un residuo peligroso
HA

En 2016 el Ayuntamiento de Zaragoza recolectó más de 36.200 kilos de pilas usadas a través de Zaragoza Limpia. Según estos datos, se ha producido un aumento de 1.600 kilos de pilas recogidas con respecto a 2015 cuando se reciclaron 34.600. Además, esta tendencia se mantiene desde 2014, año en el que los zaragozanos depositaron más de 32.200 pilas en contenedores y mupis.

El total de pilas depositadas el pasado año en la capital aragonesa se distribuyó entre 60 mupis y 89 contenedores municipales ubicados en vías públicas, 4 puntos limpios fijos y otros 4 variables. De forma paralela, existen algunos establecimientos que cuentan con contenedores propios.

Según fuentes del departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, tan solo en 2015 se reciclaron un total de 213 toneladas -es decir, 213.000 kilos de pilas- recogidos en los más de 200 puntos repartidos por las tres provincias.

En este caso, la función de las instituciones se limita a la recogida y almacenamiento de estas pilas, que luego se derivan a las entidades que se encargan de la gestión de este tipo de residuos. Una de ellas es Ecopilas, una fundación creada en el año 2000 por más de 650 productores de pilas para dar una solución medioambiental a los residuos de estos componentes en territorio nacional, en muchos casos altamente contaminantes y tóxicos.

“Nuestro objetivo es hacer posible la gestión ambiental de los residuos y la recuperación tanto de metales como del resto de componentes de las pilas desechadas”, explican desde Ecopilas. Tanto las pilas como los acumuladores, previamente recogidos selectivamente bajo el ámbito de actuación del Sistema Integrado de Gestión (SIG) gestionado por la fundación, son trasladados a instalaciones de clasificación, tratamiento y reciclaje autorizadas, “que garantizan el cumplimiento de lo dispuesto en el Real Decreto 106/2008”, señalan.

De esta primera fase de selección surgen diferentes subdivisiones de pilas y baterías usadas, entre las que se encuentran las más comunes, es decir, las pilas botón o cilíndricas -que pueden ser salinas o alcalinas- o las pilas de litio; así como varios tipos de acumuladores. Acto seguido se procede a separarlas según su composición química para pasar a la fase final: la transformación.

Como ha advertido en numerosas ocasiones la Organización Mundial de la Salud (OMS), las pilas contienen una serie de elementos químicos contaminantes que pueden ser perjudiciales para la salud y el medio ambiente como el mercurio, del que dice que “constituye uno de los diez grupos de productos químicos con mayores repercusiones en la salud pública”. Se trata de una sustancia tóxica con efectos nocivos para el ser humano, “y en especial para las embarazadas, los lactantes y los niños”, indican.

También se encuentran otros como el plomo, una sustancia tóxica que se va acumulando en el organismo afectando a diversos sistemas; el litio, cuya intoxicación, entre otras cosas, puede dañar el sistema nervioso o el cadmio, que “tiene efectos tóxicos en los riñones y en los sistemas óseo y respiratorio; además, está clasificado como carcinógeno para los seres humanos”, advierte la OMS. También se utiliza níquel, un elemento que tiene efectos sobre la piel y que se libera a la atmósfera por la incineración de basura.

“En cuanto al proceso de reciclado de las pilas prismáticas, la primera operación es la separación según los contenidos altos de mercurio y/o cadmio que se encuentran principalmente en pilas de origen asiático que son las que no cumplen con la normativa en vigor respecto a los porcentajes máximos permitidos”, afirman desde Ecopilas. Una vez separadas, se envían a plantas específicas de tratamiento.

Una segunda vida para los metales

El proceso más habitual para la recuperación de estos elementos, así como el más efectivo según explican desde Ecopilas, es el fundido en ‘horno de Weltz’ realizado en la industria siderúrgica y con el que se aprovecha hasta el 75% de los componentes de modo sostenible. De este proceso final salen cuatro materiales principalmente: acero, zinc, carbón y la denominada escoria, comúnmente utilizada para la construcción de carreteras.

“Lo más contaminante de las pilas son estos metales pesados, por lo que es imprescindible no tirarlo con el resto de materia orgánica para que se puedan eliminar ya que son sustancias muy tóxicas y peligrosas”, explica Judith Sarasa, profesora del Departamento de Ingeniería Química y Tecnologías del Medio Ambiente de la Universidad de Zaragoza.

Según la experta, la importancia de depositar las pilas en los contenedores específicos adecuados es vital para cuidar el medio ambiente. “Además, la presencia de este tipo de materiales impide llevar a cabo otro tipo de tratamientos de reciclaje habituales y, por supuesto, no hay que olvidar que gracias al reciclaje podemos lograr una segunda vida para esos metales”, concluye.

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