​"Nos produjo mucha pena dejar de fabricar miel pero ya no teníamos fuerza"

Los monasterios abandonan sus trabajos aunque algunos han conseguido reinventarse.

En el Monasterio de San José de Zaragoza siguen activas la mitad de las hermanas
En el Monasterio de San José de Zaragoza siguen activas la mitad de las hermanas
Carmelitas Descalzas

Las Benedictinas del Monasterio de San Benito recuerdan nostálgicas la calidad de la miel que elaboraban hasta el año pasado. Recibían encargos, dicen, desde distintas comunidades autónomas y era un trabajo en el que las hermanas invertían buena parte de su jornada. Sin embargo había que hacer fuerza en algunas fases del proceso y el paso de los años sumado a la falta de vocaciones nuevas provocó que las religiosas se viesen obligadas a abandonar la producción. "Lo dejamos con mucha pena pero somos muy mayores y ya no teníamos fuerza", explica por teléfono una de las religiosas.


Las Concepcionistas Franciscanas del Monasterio de la Concepción, en Épila, también abandonaron su labor hace ya "tres o cuatro años". Antes eran conocidas por la habilidad con la que restauraban mantos y realizaban bordados en oro y ropa blanca. Al avance de la vejez y la pérdida de visión que achacaba a las hermanas se sumó al abandono de la tradición de los ajuares, y con ello la falta de demanda de sus productos y servicios. Ahora viven su retiro en este monasterio seis religiosas reagrupadas desde otras casas de la orden que fueron cerrando por falta de personal.


Las Franciscanas Clarisas del Monasterio de San Jorge, sin embargo, aún mantienen cierto nivel de actividad. De las ocho religiosas que viven en este monasterio de Tauste, la mitad están jubiladas y la otra mitad no. Las hermanas activas han tenido que reducir la actividad por falta de manos suficientes pero siguen respondiendo como pueden a las peticiones de los vecinos que les encargan zurcidos, arreglos de algunas prendas o incluso labores de planchado. "Una de nuestras hermanas pinta muy bien y también nos piden alguna reproducción de cuadros... las que no estamos jubiladas cogemos lo que podemos según las necesidades de la gente", comentan desde el propio monasterio. Reconocen, eso sí, que para la supervivencia de la casa "la generosidad de la gente" se ha convertido en una parte fundamental."Nos vamos adaptando pero se nota que podemos hacer menos y que nos encargan menos", lamentan.

Reinventarse, la única esperanza

El caso de las Carmelitas Descalzas del Monasterio de San José arroja algo de esperanza a la situación de las religiosas de vida contemplativa de la diócesis zaragozana. En otros tiempos sus hermanas hacían bordados a mano y a máquina pero hace unos años se dieron cuenta de que la vista empezaba a fallar y de que el mundo había cambiado y no había tanta demanda de este tipo de trabajos.


Por eso, las hermanas no jubiladas (seis de doce) decidieron reinventarse y hace un par de años iniciaron la elaboración y venta de trabajos de artesanía (iconos, escapularios, rosarios...) y montaron una copistería en el propio monasterio. "Hacemos trabajos de impresión, postales, cuadernillos para celebraciones, cuadernos de música, invitaciones de boda... De todo según las necesidades de cada uno", explica la priora. "No es que vendamos grandes cantidades pero pagamos nuestra cuota de autónomos y como vivimos muy sobriamente tenemos suficiente. Eso sí, cuando hay que arreglar el tejado no tanto".


El mismo problema resaltan las Dominicas del Monasterio de Nuestra Señora del Rosario aunque, a diferencia de las demás, ellas tienen una razón para tener esperanzas: cinco jóvenes novicias. De momento todas sus hermanas están jubiladas y dedican seis horas al día a la oración y el resto del tiempo a arreglar la casa pero ya hacen planes para las próximas incorporaciones: "Hemos estado siete años paradas pero antes hacíamos bordados de confección, libros de recetas... quizás ahora, con ellas, retomemos la actividad o intentemos elaborar dulces".

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