Los otros afectados por el derrumbe de San Francisco

Los vecinos de las casas pegadas a la que colapsó, también desalojadas por los daños sufridos, reclaman más atención y una mejora urbanística de la zona a su debido tiempo.

Vecinos de las casas contiguas al edificio que se hundió posan en el lugar del siniestro.
Vecinos de las casas contiguas al edificio que se hundió posan en el lugar del siniestro.
Antonio García/bykofoto

Sus casas no se hundieron, pero al estar pegadas a la que colapsó el pasado 13 de junio, sufrieron graves daños y no pueden ser habitadas. Ellos también fueron desalojados de sus hogares y ahora viven de alquiler con la ayuda del Ayuntamiento de Teruel. Son los otros damnificados por el derrumbe del edificio número 21 de la calle de San Francisco y dicen sentirse un tanto olvidados, actores de segunda a los que muy pocos miran.

Patricia Aldazábal vivía con su pareja y su hijo de un año y medio en el tercero del número 19. El derrumbe del edificio ‘Amantes’ arrancó de cuajo una de las paredes de su casa y desde aquel fatídico 13 de junio no ha podido volver a entrar. Gracias a los bomberos, pudo rescatar algunos objetos personales y recuerdos, pero nada más. Hace unos días recibió la orden de derribar la vivienda –de la que está pagando la hipoteca–, apuntalar el edificio y poner una cubierta provisional. Todo a su costa y con sumo cuidado, para no perjudicar a los pisos inferiores, que siguen ocupados.

"Yo también he tenido que comprar sábanas, edredones, utensilios de cocina y ropa de verano y de invierno, pero a nosotros no nos han llegado las ayudas fruto de acciones populares solidarias o de la iniciativa de empresas privadas", lamenta. "Yo también lo he perdido todo", subraya. Empleada en una compañía de seguros, sigue de baja tras lo ocurrido, incapaz de tramitar una póliza por daños en el hogar.

Patricia ha solicitado que el derribo de su piso vaya a cuenta del préstamo de 1,6 millones de euros que el Ayuntamiento ha contratado con Caja Rural para hacer frente al desescombro del número 21 en tanto se averigua cuál fue la causa del colapso y a quién debe repercutir el gasto. No pierde la esperanza de que su petición sea atendida. "Al menos, no tendré que pedir un crédito para tirar mi casa porque le ha caído otra encima", señala.

María José Asensio, dueña de un piso en el 23-25, es otra de las afectadas por los daños colaterales del hundimiento del número 21. Los cascotes reventaron la pared de su comedor, entraron dentro y allí siguen. "Nos dicen que, al menos, seguimos teniendo nuestra casa, pero eso no me consuela demasiado;mi casa es ahora una cueva llena de escombros y se me va a llenar de humedad en el invierno; siento rabia y tengo los nervios destrozados", explica. Pide agilidad en el desescombro del edificio que se hundió para poder consolidar cuanto antes su piso y regresar a él. De su inmueble fueron desalojadas 11 familias y del número 19, otras nueve.

Antonio Salvador, también desalojado del 23-25, no aprueba que, a su juicio, se esté "desprestigiando" la calle de San Francisco y su entorno con comentarios que siembran la duda sobre la seguridad estructural de la zona. "Eso nos perjudica a todos; no es justo denostar la calle; quizá el daño no está en toda la vía", asegura.

Para Salvador, el resultado del descrédito que está experimentando la calle de San Francisco está siendo el vaciamiento de la misma. Según señala, solo en los últimos meses, dos vecinos de su finca cuyos pisos no sufrieron daños han perdido a su inquilino y otras cinco familias que vivían de alquiler en el Camino de la Estación se han mudado a otro barrio. Añade que empiezan a verse en las fachadas de los inmuebles carteles de ‘Se vende’.

Caen los precios

Un agente inmobiliario, José Lorente, corrobora la impresión de Salvador. "Viene a nuestra oficina gente que vive de alquiler en la calle de San Francisco y se quiere cambiar de zona; hay bastante miedo", señala. Añade que el mercado de pisos y locales comerciales en el área se ha convertido en "nulo" tras el derrumbe, pese a que se ha producido una bajada de los precios de entre un 25% y un 50%. Lorente advierte de que solo una intervención urbanística puede salvar al barrio de caer en la desmemoria.

Para Antonio Salvador, Teruel tiene ante sí la posibilidad de transformar el colapso del edificio de la calle de San Francisco en una "gran oportunidad" para mejorar la zona y, quizá, toda la ciudad. Estima que, una vez desescombrado el inmueble y edificado nuevamente sobre el solar, será el momento de convertir la vía en una prolongación del aplaudido Paseo del Óvalo hacia la iglesia de San Francisco, esta última, uno de los mejores ejemplos de arquitectura gótica de la provincia.

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