patrimonio

Las antiguas fábricas de papel de Beceite abastecieron a Cinzano y a grandes cerveceros

La historiadora Ana Ballestero señala que los molinos, activos entre los siglo XVIII y XX, fabricaban cartulina para naipes y filtros para bebidas.

Antiguas fábricas de papel, a las afueras de Beceite.
Antiguas fábricas de papel, a las afueras de Beceite.
Luis Latorre

La potente industria papelera asentada en Beceite y Valderrobres desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX aglutinó 13 fábricas y compitió con los grandes focos productores de este material en España, en torno a Capellades (Barcelona) y Tolosa (Guipúzcoa). Entre otros mercados, el polo fabril turolense fue uno de los principales abastecedores de las fábricas de naipes del país.

Otra actividad de los papeleros del Matarraña fue proporcionar filtros de pasta de papel para fabricantes de licores y cerveza, como la italiana Cinzano o las españolas El Águila, La Zaragozana o Damm. Se trataba de una clientela muy exigente debido al "uso alimentario" del producto, que debía ser analizado con cada remesa para prevenir problemas sanitarios o transmitir a las bebidas malos sabores. El papel elaborado con las aguas del Matarraña se utilizó también en la producción artística, con Francisco de Goya, como su cliente más insigne.

Un reciente estudio de la historiadora del arte Ana Ballestero repasa la historia de este pujante y pionero foco industrial con el análisis de las marcas de agua de los distintos fabricantes como una de las principales fuentes de información. La investigación ha revelado que 44 industriales papeleros pasaron por los molinos repartidos entre Beceite –principalmente– y Valderrobres y ha contribuido a su datación. La gran mayoría de estos empresarios procedía de otros centros papeleros de Cataluña y, en menor medida, de Valencia.

Uno de los recursos clave para desarrollar este complejo fabril fueron las aguas del Matarraña y sus afluentes Pena y Ulldemó, utilizadas como fuerza motriz y en el proceso productivo. Otra materia prima fueron los trapos de algodón, que se tenían que importar y que se molían para producir los pliegos de papel.

La mecanización redujo el número de empresarios y la competencia de otros productores acabó con el cierre del último molino en los años setenta del siglo XX, cuando bajó la persiana la fábrica Noguera, que, en un último intento de supervivencia, se reconvirtió para elaborar cuero sintético. Ballestero señala que la reconversión lanzó al mercado un producto "muy novedoso" para la época, pero en 1978 la empresa cerró. La hija del industrial propietario, la pintora Gema Noguera, adaptó parte del antiguo molino como galería de arte.

Fligrana utilizada por un papelero de Beceite.
Marca de agua utilizada por un papelero de Beceite.
Ana Ballestero

La tesis doctoral que acaba de presentar Ana Ballestero señala que parte de las antiguas fábricas papeleras ha conseguido mantenerse en pie gracias a su reconversión para usos turísticos. Puntualiza que, en algunos casos, la adaptación hostelera ha desvirtuado la estructura industrial original y defiende que la adecuación se haga "de manera adecuada y respetuosa" con el valor patrimonial de las antiguas fábricas.

Una de las principales clientelas de los molinos papeleros del Matarraña fueron los fabricantes del país de naipes, entre ellos el más conocido, Heraclio Fournier. Ballestero explica que la clave del éxito de la cartulina de Beceite en este campo radicó en la incorporación en su composición de "negro de humo" o, lo que es lo mismo, hollín. Este ingrediente otorgaba la opacidad deseada a la carta y así era imposible que transparentara el palo al contraluz, como ocurría con otros materiales.

Fournier quedó tan contento con el resultado de la nueva fórmula que compró la patente al inventor, un empresario de Beceite, y la utilizó cuando expandió su producción a los Estados Unidos.

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