Las excepcionales heladas tras Filomena han reducido la procesionaria en media provincia de Teruel

Todo apunta a que esta primavera habrá menos orugas y en otoño los bosques tendrán mejor aspecto al haberse recuperado, en parte, de los daños de esta plaga.

Felipe Rosado, técnico ambiental, evalúa el daño de la procesionaria en los bosques de Corbalán.
Felipe Rosado, técnico ambiental, evalúa el daño de la procesionaria en los bosques de Corbalán.
Javier Escriche

Esta primavera, los montes y zonas de paseo y senderismo de la provincia de Teruel podrían tener menos procesionaria, una oruga con pelos urticantes que produce reacciones alérgicas al tacto y hasta puede llegar a matar a las mascotas. El frío extremo que siguió durante días a la borrasca Filomena ha traído algo bueno, y es que ha logrado reducir la población de este insecto en cuatro comarcas: la Sierra de Albarracín, la Comunidad de Teruel, el valle del Jiloca y las Cuencas Mineras.

Así lo explica el técnico de la Subdirección Provincial de Medio Ambiente en Teruel Felipe Rosado, quien puntualiza que la mayor mortalidad de procesionaria –ahora todavía encerrada en las características bolsas blanquecinas adheridas a las ramas de los pinos– se detecta en masas forestales cercanas a los fondos de los valles más sombríos, donde el fenómeno de la inversión térmica y la escasa radiación solar hicieron que se registraran las temperaturas más bajas. Prueba de ello es que se han encontrado nidos con ejemplares muertos y expulsados de su interior.

La desaparición de procesionaria por el rigor extremo de este invierno traerá otra ventaja, como es la mejora de los árboles cuyas hojas sirven de alimento a estos insectos. Hay bosques en la provincia que en los últimos años han sido pasto de las orugas, como los que pueblan las laderas de los montes a ambos lados de la carretera N-420 de Teruel a Alcañiz en el tramo del Puerto de San Just.

Rosado destaca que será el próximo otoño cuando los bosques de Teruel ofrezcan un mejor aspecto, al haber tenido tiempo de curarse del ataque de la procesionaria. «Los árboles se recuperarán este verano de la pérdida de hojas que han venido sufriendo y en octubre tendrán más vigor y un color verde más intenso», sostiene.

Recuerda que, hasta 2009, la Administración realizaba tratamientos aéreos con productos químicos de baja toxicidad para eliminar procesionaria, pero esta medida fue suspendida por no ser selectiva y afectar a todo tipo de insectos. A partir de ese año, la climatología y la cantidad de alimento regulan la población de procesionaria. En 2016, el Servicio Provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Teruel detectó un aumento de orugas con gran daño a las masas forestales. Tras ese pico, la procesionaria quedó sin alimento y empezó a descender hasta registrar un mínimo histórico en 2019 del que empezó a recuperarse el año pasado. Ahora, las gélidas temperaturas que siguieron a Filomena habrán frenado, con mucha probabilidad, su expansión.

Según los estudios realizados hasta la fecha, una oruga aislada soporta hasta 7 grados bajo cero y si las temperaturas descienden por debajo de los 12 grados negativos, pueden morir las colonias enteras. Estos niveles fueron superados ampliamente en la ola de frío que azotó la provincia el pasado mes de enero, pues entre los días 11 y 17 Torremocha del Jiloca alcanzó 26,5 grados bajo cero; Bello, 25,4 grados negativos; Monreal del Campo y Villarquemado estuvieron a 27,3 grados bajo cero; y Teruel capital, a 21 grados negativos. Calamocha, Bello, Santa Eulalia del Campo, Teruel y Albarracín registraron temperaturas inferiores a 12 grados bajo cero durante cuatro días, lo que debió impactar en las colonias de procesionarias. Las excepcionales heladas afectaron incluso a las copas de los propios árboles, que en algunas áreas han adquirido un color marronáceo al haberse congelado sus hojas.

Murciélagos, buenos aliados

La Subdirección Provincial de Medio Ambiente ha puesto en marcha un estudio para averiguar si los murciélagos podrían ser utilizados como aliados en el control de la procesionaria, al tratarse de mamíferos que se alimentan de insectos. La idea es saber qué especies de quirópteros son las más útiles para esta labor y si se pueden establecer poblaciones colocando refugios artificiales en los hábitats más propicios, es decir, aquellas masas forestales más dañadas por la plaga.

Existen en España algunos trabajos que evalúan el efecto de los murciélagos en la reducción de plagas, pero, al ser preciso un seguimiento de varias temporadas, no hay aún conclusiones definitivas, explica Felipe Rosado.

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