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La familia Mendes vive el peor momento del bar Brillante de La Puebla de Híjar

Hace 38 años que Joaquim Mendes-Monteiro llegó a España desde su Cabo Verde natal en busca de trabajo. En 2009 lo contrataron en Prenavisa y su mujer, Clara, cogió el bar de la plaza.

Clara de Brito, su hija menor y una cocinera contratada trabajan actualmente en el bar.
Clara de Brito, su hija menor y una cocinera contratada trabajan actualmente en el bar.
Heraldo

Han vivido en Galicia, en Zuera, en Zaragoza y, desde hace doce años, en La Puebla de Híjar. La familia Mendes-Monteiro Brito emigró de su Cabo Verde natal cuando Joaquim, el padre, tenía tan solo 19 años. De esto hace casi cuatro décadas. Primero sería él quien viajaría a Galicia en busca de trabajo y tres años más tarde llegaría su mujer, Clara.

Por aquel entonces ya tenían a su hija mayor, que durante los primeros años, mientras el matrimonio se asentaba en España, se quedó en Cabo Verde con sus tíos y abuelos. Al tiempo se reunió con su familia, que ya contaba con un nuevo miembro, el hermano mediano. Joaquiner nació en Galicia aunque solo vivió allí durante once meses y se considera aragonés, como su hermana menor, la tercera hija, que nació ya en Zaragoza.

Tras pasar por empleos en Zuera y en la capital, Joaquim fue contratado en Prenavisa. Entonces, la familia se mudó a La Puebla donde Clara, que ya había llevado un bar en Zaragoza, cogió el Brillante. El dueño se jubilaba y aprovecharon para hacerse con el traspaso.

En mayo de este 2021 se cumplirán 12 años de aquel día de 2009 en el que parte de la familia Mendes-Monteiro Brito se puso al frente del bar. “Mis hijos estudiaron hasta el Bachiller y Grado Medio pero enseguida se metieron a trabajar en el negocio familiar”, explica Clara.

"Ojalá pudiéramos decir que hemos hecho la mitad de ingresos que en años anteriores"

Durante mucho tiempo, el equipo de trabajo lo formaron Clara, sus tres hijos y una cocinera. Eran épocas de bonanza, en las que de la cocina no paraban de salir tapas, raciones, bocadillos.. Y los vermús, cafés y cervezas se servían sin parar en la barra. Lo normal en un bar situado en la plaza principal del pueblo.

Pero en marzo del año pasado esta buena racha se cortó en seco por la pandemia. “Ojalá pudiéramos decir que hemos hecho la mitad de ingresos que en años anteriores”, lamenta Clara, que no quiere entrar en más detalle sobre las pérdidas que su negocio está teniendo a raíz de la covid.

“Seguimos abiertos porque es un negocio familiar y porque mi hija y yo vivimos de esto pero llevamos meses teniendo que poner dinero a final de mes”, dice. Además, en la familia esta situación no solo ha afectado en el bar. Joaquim lleva nueve meses trabajando en Francia, donde ya vivió hacía tiempo y donde conserva a un primo. Le encontró un empleo y este padre de familia, que es un superviviente nato, no dudó en coger las maletas e irse.

Desde entonces, ha vuelto a La Puebla cuatro días en fin de año para ver a la familia, con quien está en contacto a través de videollamadas. “Ahora ha aprendido a manejar facebook y las redes sociales como nadie”, comenta Joaquiner, el hijo mediano.

Joaquiner tiene 28 años y tampoco está ya trabajando en el bar. En febrero, justo antes del confinamiento y sin saber nada de lo que sucedería, decidió retomar sus estudios haciendo un grado de Mantenimiento. Gracias a ello, lleva casi un año trabajando en una empresa de La Puebla, donde vive independizado desde hace tiempo.

“Queremos que nos dejen trabajar”

Clara de Brito se suma a la queja unánime del sector de la hostelería, que pide que no se les culpabilice más que a los demás por los contagios. “Solo queremos que nos dejen trabajar más horas, con más aforo y en mejores condiciones”, denuncia. “Y si no, que no nos cobren como si pudiéramos prestar nuestro servicio con normalidad”, añade, en referencia a que su cuota de autónomos es la misma de siempre, así como algunos impuestos, seguros y facturas que tiene que pagar mes a mes.

Afortunadamente, el dueño del local no les cobró el alquiler durante los meses que el establecimiento tuvo que estar cerrado y actualmente tienen una cuota reducida. También se han podido beneficiar de alguna ayuda comarcal y el Ayuntamiento no les cobra por tener terraza.

Detalles que, aunque no son suficientes, ayudan a aguantar un día más al frente de un negocio que no da beneficios. “La Semana Santa, con los encuentros de tambores y bombos, y las fiestas de agosto son nuestras fechas de más actividad y en 2020 se suspendió todo”, explica Clara.

A esto se suma que cuando la ciudad de Zaragoza está cerrada, en La Puebla lo notan. “Los fines de semana esto está desierto. Somos unos 900 habitantes pero la mayoría son gente mayor que no sale de casa y mucho menos para venir al bar”, lamenta.

El hecho de que la población de esta localidad esté tan envejecida también se ha notado en el bar Brillante. “De normal, de 12.30 a 15.00 horas teníamos unas 20 personas fijas que venían todos los días a echar la partida de guiñote”, dice Clara. Estos grupos de vecinos de avanzada edad han desaparecido del mapa ya que, por miedo al contagio y por precaución, se quedan en casa.

Así, la clientela mayoritaria en esta nueva época son los padres y madres que pasan a desayunar cuando dejan a los hijos en el colegio, y también la hora del vermú. “Sobre todo los fines de semana, se nota que la gente va con cuidado pero también tiene ganas de salir a tomarse algo”.

La mayoría prefieren quedarse en una de las dos terrazas con las que cuenta ahora mismo el bar Brillante. Uno de estos espacios pertenecía a otro establecimiento, situado en frente, que ahora está cerrado y que les ha cedido su zona.

Aun así, las cuentas no salen y la familia va tirando de ahorros y “pidiendo lo justo” para poder aguantar. “No nos queda otra que seguir abiertos para prestar un servicio mínimo, aunque los clientes lleguen por goteo”, asegura Clara. El bar Brillante es el único del centro del pueblo y es un punto de encuentro social del que no se quiere prescindir en La Puebla.

En cualquier caso y aunque confían en que puedan capear el temporal, esta familia de emigrantes tiene claro que si la situación económica no mejora en España, cogerán las maletas, como han hecho tantas otras veces, y partirán en busca de una nueva vida. Por el momento, se esfuerzan día a día para no tener que tomar una decisión que no sería fácil, porque La Puebla es ya su casa.

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