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La N-232 en Monroyo, a punto de abrirse por fin tras 25 años de obras y contratiempos

La carretera se inaugurará en los próximos días, después de unos trabajos marcados por los parones
y los imprevistos desde 1993.

El viaducto de San Bernardo, en Torre de Arcas, la última obra de la N-232 en terminarse.
El viaducto de San Bernardo, en Torre de Arcas, la última obra de la N-232 en terminarse.
J. D. L.

La inminente apertura al tráfico de los 14 kilómetros de la N-232 entre el cruce de Ráfales y el límite con la provincia de Castellón pondrá fin a 25 años de retrasos e incumplimientos. Tras la reparación, al fin, del puente de San Bernardo de Torre de Arcas, el tramo carretero estará operativo antes del 20 de marzo, según anunció el subdelegado del Gobierno, José Ramón Morro, que aclaró que no habrá acto de inauguración oficial al estar prohibido por la legislación electoral ante la proximidad de la campaña electoral para las elecciones generales del 28 de abril. Tras más de 1 año y medio de trabajos, el viaducto, que llegó a desplazarse 9 centímetros, fue reparado y pasó satisfactoriamente las pruebas de carga.

Este tramo de la N-232 constituye un cuello de botella que impide la correcta comunicación entre el este de Aragón y el norte de la Comunidad Valenciana y lastra las posibilidades de desarrollo del Bajo Aragón, el Matarraña y el norte de Castellón. El último varapalo tuvo lugar hace escasos días cuando Fomento anunció que volvía a retrasar la puesta en marcha de esta carretera, previsto inicialmente para diciembre de 2017, al "primer semestre" de 2019. Todo ello después de sucesivos retrasos e incumplimientos en unas obras que tendrán un sobrecoste de 11,6 millones de euros situándose en un total de 66 millones.

La remodelación íntegra de la N-232, que va de Vinaroz (Castellón) a Santander, ya estaba recogida en el Plan de Carreteras 1984-1991 que presentó el entonces ejecutivo socialista de Felipe González. De este modo, la remodelación llegó a finales de los ochenta y principios de los noventa a prácticamente todo el trazado de la N-232, excepto a los 97 kilómetros que transcurren del cruce de Ráfales hasta las proximidades de Vinaroz, sin que gobiernos de distinto signo político hicieran nada durante dos décadas.

En 1993, las máquinas llegaron al tramo Ráfales-Morella (Castellón), donde comenzaron a construir varios desmontes, pero meses después se paralizaron las obras por problemas económicos con la empresa adjudicataria.

Nuevamente a finales de los noventa se procedió a remodelar el puerto de Torremiró y el tramo de Vinaroz hasta el inicio del puerto de Querol (Castellón), pero no el Ráfales-límite provincial, que sufrió una segunda paralización en 1997. La causa fue la gran diferencia del valor de las expropiaciones entre Teruel y Castellón en detrimento de los propietarios turolenses, quienes plantearon y ganaron un contencioso-administrativo.

En julio del año 2007, Fomento adjudicó de nuevo las obras, esta vez a Rover Alcisa, por 47,6 millones de euros y se rehabilitó el tramo de 9 kilómetros entre Torremiró y La Pobla d’Alcolea en el límite entre Castellón y Teruel, pero no los 15 kilómetros restantes hasta Ráfales, donde una vez más entraron las máquinas para volver a marcharse.

El episodio más grave se vivió en enero de 2010, cuando se hundió un tramo entre Monroyo y Torre de Arcas y obligó a establecer un desvío urgente para salvar la carretera. Ese mismo año, durante el mes de julio, se paralizaron definitivamente los trabajos por un desencuentro entre la empresa y el Ministerio por un sobrecoste del 20% en las obras, que volvieron a estar paradas un lustro.

Finalmente, en abril de 2015 Fomento ejecuta el definitivo proyecto de construcción del nuevo vial y comienzan las actuales obras, cuya finalización estaba prevista para diciembre de 2017. Actualmente se encuentra asfaltada casi en su totalidad y se ha colocado la señalización vertical, incluidas las señales del límite a 100 kilómetros por hora, que ya han sido rectificadas a 90.

"Hemos sido muy maltratados por unas obras cuyo final vemos ahora cerca"

Sin embargo, pese a que la obra se encuentra ya en su fase final, los afectados critican los incumplimientos tanto con ejecutivos populares como socialistas. "Hemos sido muy maltratados por unas obras cuyo final vemos ahora cerca pero que nos han causado innumerables problemas en estas últimas tres décadas", explicó José Ramón Guarc, alcalde de Monroyo, localidad que ha constituido una zona de servicios y que demanda la construcción de dos párquines para los transportistas al ser el único punto que ofrece estación de servicio y distintos comercios y hoteles en varios kilómetros a la redonda.

A lo largo del nuevo recorrido destacan dos túneles, la Consolación y Monroyo, de 240 y 450 metros, respectivamente y dos viaductos: el más espectacular el de Val de Luna. Solo esta infraestructura permitirá acortar 550 metros de trayecto evitando siete curvas, algunas de ellas de más de 90 grados y sin visibilidad. El otro viaducto, el de San Bernardo tiene 300 metros y fue el causante de la principal incidencia en esta eterna obra por falta de previsión en el estudio del subsuelo.

La puesta en marcha de esta obra permitirá salvar un punto muy peligroso en el acceso a la localidad de La Cerollera, que actualmente se realiza a través de un stop situado en una curva de 180 grados con nula visibilidad y que tan solo cuenta con un pequeño espejo como ayuda a los temerosos conductores. Un trazado sinuoso que hace que los conductores eviten circular por ese tramo, cuyo diseño data de las Guerras Carlistas del siglo XIX. Los conductores prefieren desplazarse a la costa castellonense por la autovía Mudéjar o por el sur de Cataluña. Tras la apertura de la N-232 en Monroyo quedará un último cuello de botella para llegar a Vinaroz, el puerto de Querol. Las obras avanzan a buen ritmo y Fomento aseguró que los trabajos estarían listos en 2020.

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