Chapuzón general en la cuesta de la Iglesia de Cuevas Labradas

La calle, de 100 metros de largo, se convirtió en un tobogán acuático gigante por el que se deslizaron pequeños y mayores.

El tobogán acuático gigante, que se instala por toda la calle, tuvo una gran aceptación en Cuevas Labradas.
Chapuzón general en la cuesta de la Iglesia de Cuevas Labradas
Javier Escriche

El tiempo, que empieza a decir adiós al verano en la parte alta de Teruel, respetó ayer las fiestas de Cuevas Labradas, donde 350 vecinos y veraneantes esperaban con ilusión deslizarse por el tobogán acuático gigante en el que se convierte cada año por estas fechas la cuesta de la Iglesia, una calle de dos metros de ancho y 100 de largo con una pronunciada pendiente.

En bañador, provistos de grandes flotadores que amortiguaron la dureza del suelo y en una tarde radiante de sol, niños y mayores disfrutaron lanzándose calle abajo a toda velocidad hasta caer en una piscina hinchable. "Nos gusta que haya actividades en las que pueda participar gente de diversas edades y esta es una de ellas", explicó Carmen Fabre, miembro de la comisión de fiestas de Cuevas Labradas.

Fue un día marcado por la convivencia, porque horas antes todo el pueblo almorzó en el polideportivo el menú organizado por la comisión: pollo al chilindrón y sandía como postre.

No fue ayer el primer día que los de Cuevas Labradas se juntaron para comer. El pasado sábado ya hubo paella popular en la ermita de la Virgen de Cilleruelos, en cuyo honor se celebran las fiestas patronales, y hoy, último día festivo, está prevista la preparación de una cena de hermandad en la que participará todo el mundo, pues habrá un concurso de tortillas, con su degustación correspondiente, y picoteo con lo que lleve cada uno. "Valoramos mucho compartir la comida y la diversión", subrayó Carmen Fabre. Una gran traca cerrará los actos hasta el año que viene.

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