Cuatro camiones cisterna reparten agua diario para salvar las truferas de Sarrión

La sequía incrementa la demanda en un 30% respecto a 2016. Las cubas se llenan en la balsa construida en 2012 por los agricultores a la espera del regadío social.

El camión cisterna de una empresa distribuidora carga agua en la balsa de los regantes de Sarrión.
Cuatro camiones cisterna reparten agua diario para salvar las truferas de Sarrión
l. r.

Cuatro camiones cisterna de tres empresas trabajan a pleno rendimiento para regar las truferas de Sarrión este verano. La sequía ha elevado el consumo de agua en torno a un 30% respecto al año pasado, pero los truficultores tienen que elegir entre hacer el gasto añadido que supone transportar el agua en cisternas o resignarse a una cosecha nula o, incluso, a perder las plantaciones. Los tanques se cargan en el pozo que la comunidad de regantes puso en explotación en 2012 con su correspondiente balsa de almacenamiento.

La sequía, el calor extremo y la expansión que han tenido este año las balsas de material flexible –con apariencia de grandes colchones llenos de agua– han disparado las recargas de cisternas en el pozo de de la comunidad de regantes. El volumen extraído ha alcanzado este verano el récord desde que entró en servicio hace cinco años: un millón de litros en un día, el pasado mes de julio. La solución es cara y precaria pero es la única disponible a la espera de que se hagan realidad los tan deseados riegos sociales.

El pasado 25 de julio el Gobierno de Aragón comprometió su financiación para el regadío –8 millones de euros–, pero está en el aire cómo cubrirán los restantes 8 millones los usuarios. Además, el proyecto podría modificarse debido a la entrada y salida de propietarios de la zona regable, que abarca 821 hectáreas de 157 titulares. Su ejecución consolidará a Sarrión como principal zona productora de trufa negra del mundo.

Mientras se construye la red de canalizaciones, los pozos y balsas de distribución del regadío, la empresa Bigmat, de Albentosa, dedica dos camiones cisterna a tiempo completo –de las 8.00 a las 20.00, con una parada para comer al mediodía– a repartir agua por las plantaciones truferas, y lo mismo hacen otras dos empresas de Teruel capital.

Cristóbal Villanueva, el propietario de Bigmat, explicó que la demanda de transporte de agua ha crecido un tercio respecto al verano de 2016 y los dos vehículos dispuestos para esta labor "no dan abasto" para atender los encargos. Cada día, cada vehículo de suministro hace una media de diez viajes entre la balsa colectiva y las fincas por caminos polvorientos y machacados por el uso intensivo. Villanueva señaló que las pistas que conducen a las truferas "están hechas polvo", lo que convierte el trabajo de distribución en una labor "sacrificada".

El vicepresidente de la Comunidad de Regantes, Daniel Bertolín, justificó la intensa labor distribuidora –a los camiones de las empresas se suman 15 cisternas de los propios truficultores– por la necesidad de compensar la sequía que amenaza las plantaciones. Explicó que los tanques de agua cuestan en torno a 1.500 euros por cada hectárea de truferas y aportan solo una pequeña parte de las necesidades medias del cultivo, pero "hay que elegir entre asumir ese gasto o perder la cosecha". Advirtió también de que, sin humedad, el micelio que produce las trufas negras muere y la encina se vuelve improductiva.

Aportar agua suficiente para una cosecha media mediante cubas es "impensable" porque el coste sería inasumible –haría falta un metro cúbico por hectárea– por lo que el riego para garantizar una buena producción tendrá que esperar a los regadíos sociales. Bertolín explicó que las trufas de la próxima cosecha ya nacieron pero en las fincas sin riego se han perdido. La solución del transporte en camiones solo es viable con la condición "de que no se pierda ni una gota de agua" y se apliquen técnicas de bajo consumo, como goteo o microaspersión.

La utilidad del riego, aunque sea distribuido con tanques y a precio de oro, ha animado a decenas de agricultores a instalar en sus parcelas balsas plegables. Esta alternativa es más barata, rápida y flexible que los depósitos de obra. Se montan con rapidez por precios asequibles y pueden trasladarse de una parcela a otra en función de las necesidades.

Daniel Bertolín calcula que en el último año se han montado 60 balsas flexibles en otras tantas fincas hasta formar parte del paisaje de Sarrión. Solo la empresa Bigmat ha vendido 30. Como señala Cristóbal Villanueva, los truficultores son conscientes de que, debido a la sequía, "sin riego no cogen nada".

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