Carlos Escribano: "Los pueblos más pequeños quizá no puedan tener misa todos los domingos"

?El obispo de Teruel, Carlos Escribano, que tomará en breve las riendas de la Diócesis de Calahorra, propone alternativas ante la despoblación y la falta de sacerdotes.

Carlos Escribano, en el Palacio Episcopal de Teruel.
Carlos Escribano, en el Palacio Episcopal de Teruel.
A. García/Bykofoto

Tras ser nombrado obispo de Calahorra (La Rioja), comentó que le hubiera gustado seguir unos años más en Teruel. ¿Por qué?

La diócesis, como organismo vivo, tiene sus ritmos y también la Iglesia universal y la Iglesia en España. Combinar los distintos ritmos puede chirriar un poco. Pero nadie es imprescindible. La diócesis está en un momento complejo pero ilusionante, de búsqueda de nuevos modelos para adaptar la pastoral a nuestra realidad.


¿En qué consiste esa adaptación?

En ayudar a los seglares a caer en la cuenta de que, aunque sean personas mayores, tienen un papel en la Iglesia. Somos conscientes de que cada vez hay menos curas y son más mayores. Tenemos que plantearnos si es adecuado ir a decir misa a 50 kilómetros cada domingo, sobre todo en invierno, cuando los pocos feligreses de ese lugar pueden verla en la televisión más cómodamente. Quizá sea más razonable buscar otras formas de estar presentes con la colaboración de los seglares.


¿Es una respuesta a la despoblación?

Sí, pero queremos vencer la inercia de la derrota. El problema se puede enfrentar como un sálvese quien pueda o dando una respuesta a la situación y pensando en lo mejor para nuestra gente.


¿Qué expectativas hay para la Iglesia en Teruel?

Los pueblos se llenan en verano pero, como muy tarde en Todos los Santos, se vacían otra vez. Tenemos que organizarnos para tener más presencia en verano, cuando hay más gente, y menos por ejemplo en enero, cuando no hay nadie en los pueblos y hace un frío que pela en las iglesias.


¿Podrían suprimirse misas dominicales en invierno?

Valoramos que pueda haber celebraciones dominicales organizadas por la comunidad de creyentes y trasladar la eucaristía a otro día de la semana, cuando el cura pueda acudir con más calma. Se mantendría la eucaristía pero no siempre en domingo, cuando la misa se puede ver por la tele. Pero no queremos que eso se vea como que bajamos la persiana. No es un derribo sino que construimos adaptándonos a la realidad.


¿Qué alternativas hay para contener la despoblación?

No tengo la receta y creo que tampoco la tiene la Administración, porque la hubiera aplicado. La provincia de Teruel tiene una gran belleza y el turismo de interior, en el que se está trabajando, es un buen recurso, pero la economía provincial tiene pocas alternativas, salvo el Bajo Aragón, que es la zona con más potencial agrícola.


¿Mantiene la vieja petición de incorporar a la diócesis el Bajo Aragón, ahora dependiente del Arzobispado de Zaragoza?

En los informes que se adjuntan en la visita ‘ad limina’ a la Santa Sede se incorpora siempre la reflexión de que el Bajo Aragón se incorpore a la diócesis, porque eso le aportaría la zona más poblada y dinámica de la provincia, aunque esta no es una prioridad.


¿Le preocupa el envejecimiento de los sacerdotes?

Sí, es un problema evidente. Cuando fui nombrado obispo (en 2010, con 45 años), era el séptimo sacerdote más joven de toda la diócesis. Pero, por otro lado, eso me ha permitido mantener una relación más estrecha con los feligreses más jóvenes.


¿Le inquieta que emigren?

Sí. He conocido jóvenes muy capacitados y comprometidos que han tenido que marcharse de la provincia y que, probablemente, no volverán a vivir aquí. Con ellos se pierde un capital humano muy importante. He ido a confirmar a algunos pueblos en los que me decían que el próximo joven que iba a recibir ese sacramento ni siquiera había nacido y, quizá, nunca nacerá.


¿Tiene la sensación de que la crisis económica remite en Teruel?

Ojalá la mejoría que apuntan las cifras macroeconómicas llegue a las familias, pero todavía queda mucho para eso. Las épocas de crecimiento o de crisis llegaron con retraso a Teruel y también lo hace la recuperación. Además, a mí me preocupa otra pobreza que no es coyuntural sino estructural, que consiste en los ancianos que, en los pueblos, viven en precarias condiciones en sus casas y se quedan solos. Me temo que estas situaciones no se resolverán con la mejora de la situación económica.


¿Le ha dado algún consejo su predecesor en Calahorra, el turolense Juan José Omella, actual arzobispo de Barcelona?

Aun no he tenido la oportunidad de hablar con él con tranquilidad. Sí que tengo claro, como hice al venir a Teruel, que voy a ser respetuoso con las formas de trabajar de mi nueva diócesis, aunque eso no quiere decir que no pueda poner el acento en determinadas cuestiones o que renuncie a aportar mi criterio.


Como prelado de la Iglesia aragonesa, ¿se resolverá algún día el conflicto de los bienes religiosos del Aragón oriental?

Espero que sí, porque ya se arrastra desde hace demasiado tiempo. Ha habido sentencias religiosas y civiles que ordenan la devolución de los bienes a Aragón, y ya va siendo hora de que se cumplan. Lo que ocurre es que, a veces, las autoridades civiles catalanas ralentizan la solución del problema.

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