Casi el 40% de los alcaldes de la Comunidad de Teruel viven fuera del pueblo que gobiernan

La despoblación empuja a muchos ediles a residir en la capital. El fenómeno no se repite en el resto de la provincia.

Raúl Arana, alcalde del municipio de Libros –a la izquierda–, conversa con un vecino.
Raúl Arana, alcalde del municipio de Libros –a la izquierda–, conversa con un vecino.
Antonio García/Bykofoto

La galopante despoblación y la escasez de servicios en buena parte de los municipios de la comarca de Comunidad de Teruel lleva a muchos alcaldes a fijar su residencia en la capital de la provincia, fuera del municipio que gobiernan, al que retornan, no obstante, cada fin de semana, en vacaciones y, por supuesto, siempre que las obligaciones del cargo así lo requieren.


De los 46 alcaldes que hay en la Comunidad de Teruel, 17 han optado por trasladarse a la capital, lo que supone cerca del 40%. El porcentaje es superior al que se registraba hace una década, cuando aproximadamente uno de cada cinco ediles –el 20%– decidía instalarse en Teruel atraído por los servicios que ofrecía la capital y su oferta de empleo.


Gabriel Pérez, alcalde de El Pobo, es uno de los que vive en Teruel. Explica que fijó su vivienda en la capital porque su puesto de trabajo está en Mora de Rubielos, a 46 minutos de coche –diez más que a Teruel– por carreteras infames, lo que complicaba los desplazamientos, sobre todo en invierno con las heladas y nevadas. Pese a ello, quiere dejar claro que toda su ilusión es vivir en El Pobo y contribuir al desarrollo de este pequeño municipio de solo 150 habitantes, "pero muy dinámicos y comprometidos con su pueblo", asegura. Este ingeniero agrónomo añade que así lo demuestra el hecho de que, tras obtener la mayor puntuación en las oposiciones, pidió Teruel como destino para asombro del tribunal.

Sin escuela

Javier Dalda, alcalde de El Toril, también se instaló en Teruel debido a que ahí encontró su empleo en la Administración. Cuenta que en el pequeño municipio de la Sierra de Albarracín, con 32 vecinos, no había escuela a la que llevar a sus hijos cuando estos eran pequeños. Asegura que defiende mejor los intereses de El Toril desde la capital, donde se encuentra la Diputación Provincial y otras instituciones. "La despoblación y la falta de servicios es el problema que empuja a buscar otro lugar de residencia", lamenta.


Por el contrario, Raúl Arana, de 27 años de edad y alcalde de Libros, gobierna y vive en este municipio a 30 kilómetros de la capital. "Me encanta vivir aquí, salir a la calle y ver monte", afirma. A él no le resultó difícil encontrar trabajo en la zona como electricista. A su juicio, lo "ideal" es residir en el pueblo "donde a uno le han votado". "El trato directo con los ciudadanos te hace ver los problemas enseguida", subraya.


En el resto de la provincia, el éxodo de alcaldes no se produce con tal intensidad, si bien es cierto que algunos ediles de pequeñas poblaciones se han mudado a Calamocha, Andorra o Alcañiz. Según datos aportados por los partidos políticos mayoritarios, PP, PSOE y PAR, apenas un 10% de ediles vive fuera del municipio que gobierna. Para Joaquín Juste, vicepresidente de la Diputación Provincial de Teruel (DPT), el hecho de que la gran mayoría de los primeros ediles tengan su casa allí donde han resultado elegidos puede deberse al menor contraste entre municipios grandes y pequeños. "Aquellas comarcas con una cabecera potente acaban arrastrando a la gente", recalca.


Juste añade que otra circunstancia que facilita el que un alcalde gobierne un pueblo y viva en otro es el desarrollo de las comunicaciones por carretera. "Ahora, los coches son muy buenos y no cuesta mucho viajar a diario". "Gracias a eso –continúa– hay jóvenes que se comprometen con un municipio".

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